jueves, 30 de junio de 2011

LA DESCOLONIZACIÓN, UNA TAREA URGENTE


Dr. Hugo SALINAS
salinas_hugo@yahoo.com

Aureliano Turpo Choquehuanca nos propone reflexionar sobre un tema sumamente importante y de actualidad: la descolonización. En tiempos que consideramos habernos liberado de todas las ataduras con el pasado, es incluso traumático levantar ciertos velos. A pesar de los 200 años transcurridos de “independencia y de vida republicana”, nuestro comportamiento es el de un “colonizado colonizador”. En realidad, no hemos logrado todavía descolonizarnos. “Los distintos tópicos analizados (en su libro), nos dice Aureliano Turpo, esperamos sean de reflexión y de retoma de la sabiduría de nuestros pueblos y naciones ancestrales y contemporáneos, para darle continuidad a nuestro proceso civilizatorio tawantisuyano interrumpido.” Pero, ¿en qué consiste la descolonización? ¿A la puerta del tercer milenio, quienes somos y qué ganamos con descolonizarnos? Son las preguntas que laceran el espíritu de Aureliano.

Sin ninguna duda que la descolonización mental nunca será suficiente para alcanzar nuestra “independencia”. Hay algo más profundo que siempre impedirá una real descolonización. Se trata de un cierto tipo de mecanismos de la actividad económica que sustentan estructuras mentales, institucionales, e incluso de comportamiento del colonizado colonizador. Estos mecanismos, hasta la fecha, no han sido tocados en lo más mínimo.

Cuando los españoles invadieron los pueblos del Abya Yala (América), desde fines del siglo XIV, instalaron un tipo de actividad socio-económica que está en completa contradicción con lo sustancial de la comunidad de ayllus imperante en dichos suelos. La forma de producir que impusieron fue la encomienda, un remedo del feudalismo imperante en España. Una actividad basada en la propiedad privada territorial, parcelada y administrada por siervos, esclavos y gamonales. Los señores de las cortes españolas, mucho más interesados en recuperar y reunificar sus territorios, dejaron pasar el carro de la historia. Siguieron con las normas del feudalismo sin dejar abertura a la industria, el eje de una nueva economía basada en la producción de bienes más allá de los productos primarios de la agricultura. Una nueva economía con patrones y asalariados, que tenían formas de vida y comportamientos diferentes a las del gamonal, del siervo y del esclavo.

Además, el segundo elemento de la actividad socio-económica que los españoles introdujeron fue la repartición individualista del resultado del esfuerzo productivo del conjunto de pueblos y naciones. Es decir que el 100% del resultado de la actividad socio-económica pasó a pertenecer únicamente a los invasores. Una norma ya imperante en el resto del mundo desde hacía aproximadamente diez mil años. Una norma, una vez más, en completa contradicción con la comunidad de ayllus que imperaba en el Abya Yala. De tal forma que, las personas y las comunidades nativas fueron obligadas a transformar su cuadro de vida y comportamiento. Pasaron de un bienestar general hacia la búsqueda enfermiza del bienestar individual. La sociedad cayó “en la trampa de la negación de su yo comunitario, para asimilarse en el yo individualista occidentalizado euro-español.”

La invasión española impuso normas obsoletas y contradictorias con el buen entendimiento entre las personas, su ayllu, su medio ambiente y su desarrollo espiritual. No trajo lo nuevo de la economía, el crecimiento industrial; ni mantuvo lo mejor de la Humanidad, el Vivir Bien, el Hallin Kausay. Solo fue terracidio, genocidio, destrucción de la naturaleza, y del alma de las personas que vivían en la comunidad de ayllus y marcas. Ante ello, ¿qué hicieron los hijos de la Madre Patria?

Personajes como San Martín, Bolívar y Sucre, rompieron la dependencia con España y convirtieron a los colonizados en colonizadores. Paralelamente, reprodujeron la escoria de la Humanidad: una forma de producir (el feudalismo) ya completamente superada en la creación de riquezas y, una repartición individualista del resultado del esfuerzo de todo un pueblo. En breve, continuaron con el terracidio del Abya Yala, el genocidio de los nativos, el desprecio del alma humana, y de la naturaleza; ahondando las grandes diferencias socio-económicas entre unos y otros.

“El orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, precisa Federico Engels, está condicionado por […][1] la producción y la reproducción de la vida inmediata.”[2] Y para que este orden social se desenvuelva dentro de los cánones del Vivir Bien, es indispensable la propiedad comunitaria. Esto nos conducirá a “retomar los valores culturales vivos de nuestra civilización ancestral, como la solidaridad, la reciprocidad, la complementariedad, que dan sentido al nosotros, en franca oposición al yo egocéntrico, individualista, discriminador y racista.” Nos encontramos, entonces, en una “lucha de civilizaciones y no de clases sociales”, puntualiza Aureliano Turpo Choquehuanca, en su libro “La Descolonización”.

Caraz, abril del 2011


[1] ENGELS Federico, [1884] El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, En relación con las investigaciones de L. H. Morgan, Editorial Progreso, Moscú, p. 4

[2] ENGELS Federico, [1884] El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, En relación con las investigaciones de L. H. Morgan, Editorial Progreso, Moscú, p. 3

1 comentario:

César Flores Huallpa dijo...

No a la propiedad individual? Retorno a la propiedad comunitaria. No digo que no sea posible (cualquier cosa lo es) sin embargo ello implicaria no solo un cambio de mentalidad (que es un proceso largo) sino la eliminacion de los elementos poblacionales que estan en contra... y no solo plutocratas y gerentes de transnacionales sino pequeños y medianos propietarios con ambiciones de ser grandes. Por eso me pregunto (con todo respeto): los que hacen estas propuestas de retomar "a nuestro proceso civilizatorio tawantisuyano interrumpido"... a cuanta gente piensan matar?