domingo, 24 de julio de 2011

DEL AYLLU ANCESTRAL AL PERU INTEGRAL


No obstante haber pasado ya cuatro siglos y medio de la destrucción del Tahuantinsuyo, su célula económica —el ayllu ancestral— pervive aún en nuestra realidad. Incomprendida su esencia por el gremialismo anarquista, el indigenismo restauracionista, el nacionalismo trasnochado, el internacionalismo delirante, sólo el socialismo proletario lo ubica nuevamente como célula económica de un nuevo Estado, del Perú Integral.

Hay no pocas investigaciones acerca del ayllu, su realidad actual y sus proyecciones. De las "manchas indias", la ancashina siempre ha destacado por su rebeldía. No es casual entonces que sea punto de origen de estudios solventes acerca del ayllu. Uno de ellos es precisamente "Ancash Campesino, Proceso y Revolución", 1974, de Julio R. Olivera Oré. Aunque el trasfondo político que lo motivo, el velasquismo, está ya periclitado, la solvencia del análisis trasciende y será siempre base para más de un estudio y comentarios; porque en cuanto a valía hay pocas monografías y por eso hay pocos ensayos, hay poca investigación y por eso hay poca critica de crítica.

En 70 cortas pero nutridas páginas Olivera Oré hace el análisis de los orígenes del ayllu, su rol en la constitución del Tahuantinsuyu y sus vicisitudes hasta la actualidad. Es bueno seguir este estudio, para derivar de él la vigencia de una propuesta socialista.

Comienza Olivera Oré señalando que "sin un concepto sobre la organización de la familia, no se puede concebir el régimen de la tierra en el Departamento, ni menos el sistema de su régimen político". El subrayado nuestro pone de relieve la similitud de este planteamiento con el de Engels en su magistral "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado".

Pero el marxismo no es un dogma sino una guía para la acción. Engels analiza principalmente la propiedad privada, que no se conocía en el Tahuantinsuyu, y el Estado basado en la propiedad privada, lo que tampoco era el Estado incaico. Por eso Olivera Oré, siguiendo la guía hace una elaboración propia partiendo de nuestra realidad. Esta realidad se nutre de la herencia incaica, la herencia española, la herencia republicana, lo que analiza precisamente Olivera Oré. Agregando la experiencia socialista se puede comprender mejor el aporte monográfico del acucioso investigador ancashino.

LA TRADICION INCAICA

Olivera Oré analiza la evolución familiar, distinguiendo el ayllu horda del ayllu clan. Es muy cierto que "por razones de crianza, la mujer en el periodo de las hordas tiene a su cuidado a sus hijos. El padre, cazador o recolector, pudo no volver a reaparecer, y los hijos crecen bajo el amparo de la madre. La madre adquiere así una autoridad en su familia. Pero en su evolución el ayllu horda establece normas y presta a la mujer una consideración que su condición lo requiere. "Sólo una moral hipócrita puede sostener que en los orígenes de la humanidad la mujer vivía degradada. Todo lo contrario, era tal su ascendiente que ese largo período se conoce como matriarcado.”

Por su perseverancia y previsión, la humanidad aprendió a través de la mujer a conservar el fuego para luego producirlo; aprendió a taponar con barro las cestas para luego inventar la cerámica aprendió a coser pieles y cortezas para luego inventar el hilado y el tejido; aprendió a guardar semillas y a no arrancar todas las hierbas y tubérculos para luego descubrir la labranza. En esta larga época de sobrevivencia, el rol de la mujer fue altamente reconocido y apreciado. No es casual que las primeras deidades fueran diosas y no dioses. Y menos es casual que a la tierra se le llame madre tierra y no padre tierra, mama pacha y no tayta pacha.

El desarrollo de las fuerzas productivas produjo el tránsito a la monogamia formal masculina y monogamia real femenina, también invento de la mujer. Así surgió el patriarcado, inicio de la degradación social del hombre y la mujer. Es lo que se conoce con el nombre de civilización.

Pero en el ayllu clan los antiguos peruanos conservaron sus tradiciones primigenias. Olivera Ore hace una precisa distinción en la vida comunal. El ayne implica solidaridad, la minca implica cooperación, el rantin implica reemplazo. Bajo el concepto de ayne —señala Olivera Oré— el hombre tiene sentimientos de solidaridad con el grupo. Y agrega rotundamente que cada hombre o cada grupo esta por ello, no debería decirse obligado, sino preparado a ayudarse recíprocamente.

La base del ayllu clan es por ende la solidaridad, el ayne. Y solo cuando esta solidaridad no puede expresarse de inmediato, surge la minca que "en su acepción más propia es una ayuda de trabajo". Vale decir, co-operación. Y está tan vigente aun la minca en el Perú que Olivera Oré puede señalar que “bajo el sistema de la minca en Corongo, Aco, Cuzca, una cuadrilla de ‘mincas’ en un solo día desyerba diez o doce parcelas de maíz o trigo de distintas personas”.


Y cuando la minca tampoco puede expresarse de inmediato, surge el rantin, el reemplazante. Se establecen así los tres niveles de la vida comunal adecuados a la realidad siempre cambiante.

De la evolución interna y externa del ayllu surge el poblado comunal. Primero fue la "pachaca", el centro de la actividad social de la familia. Explica el autor que pachaca significa terreno labrado, "lo que induce a hacer ingresar el concepto de valor en la tierra". Valor, no precio. Esta distinción es de inmensa importancia. Posesión, de la tierra implica usufructo. Propiedad de la tierra implica dominio. Con la posesión, la tierra es del que la trabaja, y por eso había distribución anual de los tupus. Con la propiedad, la tierra es del que posee el título que respalda su parasitismo.

De la "pachaca" surge la "marka", la aldea, la futura población. Y de la marka surge el gran poblado comunal, la "llacta", que sirve ya de punto de referencia. Llactaruna es el poblado; llactamasi, el compoblano. Como decir ciudadano y conciudadano.

El desarrollo de las fuerzas productivas hizo pasar de la posesión a la propiedad, del ayllu al Tahuantinsuyu. Si la posesión de la tierra sigue siendo del ayllu, a través de la pachaca, "la propiedad tenía que ser del Inca, el gran Jefe Supremo del Imperio, dando así oportunidad al ayllu de la constitución del Estado y más tarde de su expansión por América".

Surgió, así un Estado de transición no basado en la propiedad privada, lo cual ha sido hasta el presente un reto a la investigación. "Todos los cronistas e historiadores están de acuerdo en señalar que el gobierno incaico estuvo organizado a base del ayllu, el que al entrar a los consorcios territoriales llegó a unificar un gobierno sólido".

La gran característica de este Estado de transición es, pues, que el ayllu era su célula económica. Esta célula económica comunal se derrumbo en el mundo con el surgimiento de la propiedad privada, dando paso al Estado basado en la célula económica familiar. Pero el Perú antiguo no dio este paso. En el ayllu ancestral no se conoció la propiedad privada ni la producción mercantil. Pero el desarrollo de las fuerzas productivas iba creando excedentes de producción. La función social de dirección del trabajo y administración de los bienes devino el gobierno sobre las personas, primero privilegio hereditario dentro del ayllu y luego de un ayllu respecto a otro ayllu. Surge así el Estado en tanto propiedad eminente, que canaliza en su provecho el excedente de la producción en forma de tributo.

La ausencia de propiedad privada y de producción mercantil se expresa en la ausencia del dinero. Como explica Olivera Oré, "chanin" no significa precio sino valor, y "kelle" no significa dinero sino plata. El sistema tributario (un tercio de lo producido para el ayllu, un tercio para el culto, y otro tercio para el Inca), hacia innecesaria la circulación mercantil, no obstante la gran división del trabajo a que había llegado ya el Tahuantinsuyu. Y el sistema comunal de ayne-minca-rantin hizo innecesario el salario. La civilización, es decir la degradación de la mujer y la explotación del hombre por el hombre, la propiedad privada y el salariado, vendrían con el Descubrimiento de América.


LA TRADICIÓN ESPAÑOLA

La unión de los reinos de Castilla y Aragón inició la España actual. Y si en Aragón era aún muy fuerte el feudalismo, en Castilla era aún muy fuerte la comunidad. Y este sistema de latifundio - comunidad fue el que impuso España en el Perú.

La conquista fue una atroz carnicería. Una sociedad agrícola es más vulnerable a las calamidades naturales y sociales que una sociedad industrial. El Tahuantinsuyu era un Estado previsor. No solo desarrollaba las fuerzas productivas sino administraba bien lo producido. En Corongo aún se admira los "patacuna", los andenes de Urcón regados "con las aguas de los reservorios que se hubieron construido en las punas de Tuctubamba y una canalería de más de treinta kilómetros". En general en Ancash "bastará tener arenales por todas las latitudes de Chimbote. Así como bastará saber que para facilitar el tránsito por las arenas se tendían esteras, y para contener la intromisión levantaron una muralla desde Huadalupito hasta el río Marañón" señala Olivera Oré. Por otro lado, los excedentes de producción se guardaban en "collcas" y "tambos" comunales, que fue lo primero que depredaron los conquistadores en su avance.

Todo este estilo de vida se derrumbó con la conquista. La paralización de la producción agrícola, sometida al ritmo climático y estacional, acabó primero con los graneros y despensas. Cundió el caos. A la muerte en la lucha de resistencia se sumó la muerte por epidemias o simplemente por inanición. De más de catorce millones, la población se redujo a menos de un millón.

Los sobrevivientes fueron agrupados en las Reducciones y Composiciones donde los nativos "estrechan sus vínculos ancestrales y renuevan su régimen ayllal". O sea pues, que es "de estas instituciones que nació la Comunidad de Indígenas". Y junto a ellas se instala simultáneamente el latifundio feudal. Y en resumen, "ambos sistemas coexisten simultáneamente desde la Colonia hasta la fecha. Una lucha declarada o sórdida los ha mantenido en rivalidad. La comunidad, defendiéndose de la ambición expansionista del latifundio, o el latifundio resistiendo la acometida cada vez más aguerrida de la comunidad". Ahí está trazada toda la historia colonial del Perú.

Es decir, el ayllu sobrevive como comunidad indígena a condición de ser un apéndice del latifundio colonial y no una célula económica del Estado. De sus cualidades originales conservó el rantin y la minca, pero cada vez menos el ayne. O sea, por un lado "Colonialismo es un término que precisa y determina la mentalidad del 'latifundio'. El sistema colonial como método y como doctrina. Es decir el sistema de explotación y avasallamiento. El indio en este sistema no es sino parte de la hacienda". Por otro lado, la evolución de la Comunidad conduce a que "En aspectos de tenencia de la tierra, las comunidades campesinas se comportan pues, con cierta frecuencia mas como una asociación de minifundistas que como un ente comunal. En términos generales se ha podido hablar del complejo comunidad - minifundio". Sin embargo, "la comunidad no es consecuentemente un determinado sistema de tenencias de la tierra, sino un todo orgánico que todavía conserva vínculos ancestrales y prácticas colectivistas del trabajo de responsabilidad social no obstante que a través del tiempo se ha producido un proceso de individualización", como analiza consecuentemente Olivera Oré.

Del espíritu comunero indiano surgió el empeño de restauración. Y del espíritu comunero castellano, expresado en la vigencia del Cabildo Abierto, surgió la empresa de independización.


LA TRADICIÓN REPUBLICANA

La República tenía una doble tarea, acabar con el latifundio y acabar con la comunidad. En siglo y medio de gestión no ha logrado lo uno ni lo otro. Pero la gran propiedad latifundista esta desacreditada por la historia y la pequeña propiedad campesina está desahuciada por la ciencia. Y sin embargo la clase dominante no ha podido imponer el individualismo liberal ni destruir el colectivismo ancestral.

Olivera Oré señala los avances y retrocesos de la legislación republicana en torno a la cuestión agraria. En 1821 San Martín abolió el "tributo" y el "servicio personal", pero a cambio en 1831 el Congreso creó la "Contribución de Indígenas", que sería derogada por Castilla en 1854.

En 1824 Bolívar introdujo la propiedad individual en las Comunidades Indígenas, autorizando el reparto de las tierras comunales pero en 1827 el Congreso acordó la supresión de ventas de tierras de Comunidad. Luego de otros avances y retrocesos en 1893 el Congreso dispuso que los indígenas de toda la República son legítimos propietarios de las tierras que actualmente poseen. Y así hasta que en 1969, la ley 17716 de Reforma Agraria, cambia el nombre de Comunidad Indígena por Comunidad Campesina.

Es decir, la República no supo que hacer con "los indígenas". A cambio las rebeliones indígenas nos han ido acercando cada vez más a la comprensión de la solución socialista del mayor problema histórico del Perú, la dualidad quechua-español.

Como señala Olivera Oré, Ancash tiene una larga tradición de lucha. Atusparia, el gran rebelde, en 1885. Luis Pardo, el gran bandido, en 1909. César Paredes, el socialista, en 1914. Los hermanos Pineda, con su central minera, en 1945. Pedro Cochachin, minero de Ushcu, fue el principal personaje en la rebelión de Atusparia, lo que dice mucho de una nueva mentalidad. En 1885 sucumbió definitivamente el restauracionismo y surgieron los primeros brotes de obrerismo. En 1914 aun medraba el socialismo utópico, o el anarcosindicalismo preoctubriano. Pero en 1945 ya era visible nítidamente la presencia "comunista" en las luchas de Ancash.

En este marco surge el Proyecto Perú Cornell de 1951, la transformación de una población atrasadísima en una comunidad floreciente, como modelo de cooperativismo. Por supuesto que el ensayo inicial fue exitoso. En diez años se transformó la realidad de la Comunidad de Vicos y la mentalidad de sus pobladores. Pero cuando el proyecto se elevó a plan piloto para todo el país los resultados fueron diferentes. Y es que, por un lado, la cooperativa no es un sistema en si sino un auxiliar que sirve al sistema dominante. Y, por otro lado, el problema de la tierra es el aspecto principal de la cuestión del Poder, por lo que no puede ser resuelto al margen de esta cuestión.

La limitación del plan piloto velasquistas, y por ende del Proyecto Perú Cornell en que se basaba, se hizo evidente cuando se pretendió hacerlo extensivo a la industria, con la Comunidad Industrial. Fue la demostración más evidente de que el Estado es el órgano de las clases dominantes, cuestión fundamental de la teoría y praxis del socialismo proletario.


LA TRADICION SOCIALISTA

Señala Olivera Oré que "históricamente la conciencia del hombre nace de su existencia y no ésta de su conciencia. Y, económicamente, de las formas de producción y de la tenencia de los recursos naturales -la tierra entre otros- nace la estructura de sus instituciones políticas, jurídicas, religiosas y filosóficas”. Es de Marx el planteamiento de que el ser social determina la conciencia social, por lo que las fuerzas productivas determinan las relaciones de producción y la base determina la superestructura.

Por lo mismo, el Estado no está al margen o por encima de la sociedad. No es el árbitro ni el buen componedor. Por eso, "el derecho del Estado en la plusvalía que crea el mercado de demanda" no es sino el derecho de la clase dominante a extraer la mayor plusvalía de la fuerza de trabajo. La tercera industria (comercio, servicios) no crea plusvalía; simplemente la distribuye a través del "mercado apropiado" o de la "demanda de este mercado".

El plan piloto velasquista pregono la "propiedad social", el "patrimonio social". Con esto estaba reconociendo que la propiedad social tiene derecho a la existencia. Pero, por otro lado señala que "cuando el Estado peruano ha decretado la Ley de Comunidad Industrial, no es que se apropie de la propiedad privada"; y con esto sólo estaba reconociendo una “propiedad social al servicio de la propiedad privada.”

Hasta ahora existen "empresas de propiedad social" creadas por el velasquismo, en las que el trabajador no es propietario sino de las deudas, y en las que han perdido hasta los beneficios y prestaciones sociales logradas en décadas de lucha.

Es decir, si en el coloniaje la comunidad indígena fue reconocida solo para servir mejor al latifundismo agrario, en la República la comunidad industrial es creada sólo para servir mejor al latifundismo industrial. Y aún así, ambas comunidades están en contra de los principios del Estado, "que no es que se apropie de la propiedad privada sino que la revierte, sencillamente".

Y es que el problema histórico de la comunidad es convertirse nuevamente en célula de un Estado, o seguir siendo un rezago marginal en una sociedad o en un Estado expresión de la propiedad privada sobre los medios de producción.

Así lo planteó el socialismo desde sus inicios. Olivera Oré recuerda el Código Agrario de Rusia, 1922, "que confirmó la nacionalización de la tierra. Los ciudadanos no habrán de tener sino el usufructo". Y fue precisamente un 1ro. de Julio de 1927 que JCM presento sus famosos Principios de Política Agraria Nacional, "como un apéndice o complemento del estudio del problema de la tierra en el Perú". De entrada señala que "El punto de partida formal y doctrinal de una política agraria socialista no puede ser otro que una ley de nacionalización de la tierra". Y en su punto 2 plantea que "El ayllu, célula del Estado incaico, sobreviviente hasta ahora, a pesar de los ataques de la feudalidad y del gamonalismo, acusa aún vitalidad bastante para convertirse, gradualmente, en la célula de un Estado socialista moderno".

La comunidad actual tiene dos posibilidades. Una, devenir inexorablemente en "complejo comunidad-minifundio". Otra, convertirse nuevamente en "célula de un Estado Socialista moderno". El penetrante análisis de Julio R Olivera Oré respalda que esa segunda posibilidad es el camino correcto. El Camino del Ayllu Ancestral al Perú Integral.

Lima, 07 de Octubre de 1988


Publicado como folleto por FRENTE UNIDO RESURGIMIENTO, Octubre 1988

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