domingo, 28 de agosto de 2011

HABÍA UNA VEZ UNA PROCESION DE LA BANDERA



En el Octogésimo Segundo Aniversario de la Reincorporación de Tacna al Perú recordamos el incidente que dio origen a la Marcha de la Bandera. Recordémoslo en la palabra autorizada de quién vivió los hechos, don Federico Barreto que a la letra dice:

Yo, que he nacido en Tacna y que he pasado allí mi niñez y parte de mi juventud, he sido testigo presencial de esos episodios que recuerdo siempre con orgullo. Ocurrió el caso en 1901. Era por entonces Intendente accidental de Tacna el general don Salvador Vergara. Una institución tacneña, La Sociedad de Auxilios Mutuos "El Porvenir", quiso un día hacer bendecir en la iglesia parroquial un magnífico estandarte de seda, bordado en oro; pero, como en aquellos días habían prohibido las autoridades chilenas exhibir banderas peruanas en la ciudad, fue menester enviar una misión de socios a la intendencia a recabar el permiso correspondiente. La negativa del general Vergara fue rotunda.

- No quiero banderas en las calles- dijo. Provocan manifestaciones patrióticas y esas manifestaciones dan origen a contra manifestaciones que ponen en peligro el orden público.

Y no hubo medio de hacerle variar la resolución. Días después, ya en vísperas del 28 de julio, la Sociedad "El Porvenir", que deseaba celebrar de alguna manera el día de la patria, volvió a solicitar el permiso deseado, y el intendente volvió a denegarlo.

-Lleven el estandarte a la iglesia en una caja- dijo y en la misma forma vuelven con él al local de la Sociedad. Así nos ahorramos un conflicto.

Insistió la comisión, alegando que en Tacna todas las colectividades extranjeras, incluso la China, enarbolaban su bandera cuando les placía y que no era justo que sólo, los peruanos que estaban en suelo propio, se viesen privados de esta libertad.

Una idea extraña, sabe Dios de qué alcances posteriores, debió cruzar en ese momento por el cerebro del general Vergara, pues, cambiando repentinamente de tono, dijo:

Tienen ustedes el permiso que solicitan; pero con la condición de que me garanticen, bajo responsabilidad personal, que al conducir la bandera por las calles, el pueblo peruano no hará manifestación alguna de carácter patriótico. Exijo, desde luego, de un modo concreto, que no haya aclamaciones, ni vivas, ni el más leve grito que signifique, ni remotamente, una provocación para el elemento chileno.

Los miembros de la comisión se miraron un tanto desconcertados, estimando, sin duda, demasiado aventurado el compromiso que se le imponía; pero, resueltos a todo, lo aceptaron, poniendo así en grave riesgo su responsabilidad.

Está bien señor Intendente - dijo Justo Marín - conteniendo su indignación. No se oirá un solo grito en las calles durante la procesión del estandarte.

Así recordaba “el cantor del cautiverio”, Federico Barreto Bustíos, a quienes inmortalizaron aquel momento inolvidable. El valor y la entereza de nuestros abuelos quedó sellado en esas celebres palabras: No se oirá un solo grito en las calles durante la procesión del estandarte. Palabras de Justo Marín, altivo luchador tacneño, que se malquistara el ánimo de todos los intendentes de la ocupación por su inflexible espíritu de peruanidad. Año tras año, los 28 de agosto, los tacneños de siempre, honramos la memoria de quienes abrieron el camino de la peruanidad en 1901, legándonos un sublime acto de fidelidad a la patria ausente.

Durante los 49 años de ocupación chilena en Tacna, no pocos hombres, mujeres y niños, se entregaron con abnegación a la patria ausente poniendo en riesgo sus vidas. Uno de esos fue Don Justo Marín. El rubricó el documento exigido por el intendente Chileno Salvador Vergara. Algunos años después tuvo que refugiarse en el valle de Sama, en ese entonces, frontera del Perú con Chile. Otros patriotas no tuvieron la misma suerte: en Tacna entre 1925 - 26 fueron asesinados, Juan Berríos Espinoza, José Carlos Guisa, Manuel Albarracín García, José Gambetta Correa y su hijita de 8 años, José Pastor Hidalgo Carrasco, Juan Carlos Lanchita Cáceres, Pedro Rodolfo Rejas, Raúl Liendo, Alfredo Llangato, Manuel Machicado y Manuel Espinoza Cuellar; en Pachía, Víctor Hume; en Calana, Santiago Vildoso y los hermanos Aquilino y Juan Gonzáles Rejas. En Calientes: Nicolás Cornejo y José Ale Berrios. En Azufrera Aguas Calientes: Juan Vargas Barreda. En Palca: Aurelio Flores, José Melchor y Manuel Quispe y el niño Juan Sufra. En la Quebrada del Caplina: José Rosa, Juan y Mariano Lanchipa. En Arica: Miguel Herrera Salas, Teofilo Vilca. En Azapa: Lorenzo Zegarra, Manuel Cruz, Cripiano Quispe, Juan Odzon, Paula Flores de Oviedo. En el Pago de Ayca: los hermanos Sebastián y José Silvestre Ibarra, Lorenzo Cohaila y su nieto René. En Lluta: Lorenzo Humire. En Villa Industrial: Mateo Luque, Humberto Colque y Eufemia Ponce. En Huanune: Doroteo y Elisa Cárdenas, Gregorio Cache. En Paucarini: Miguel Romero e hijo. En Challaviento: Florentino Apaza. En Tarata antes del retorno de esta provincia al Perú: Silvestre López y Manuel Primero Franco. En Putre: Antonio Mollo. Años antes, desde 1922, la lista de caídos en manos del ejército y paramilitares chilenos referida por Basadre. En Tacna: Pascual Davis, Pedro Quina Castañón, Juan de la Cruz Quea, Juan Espinoza Cuellar, Julio Gil Lanchita, Carlos Lanchipa Cáceres, Manuel Villa, Manuel Calisaya, Angel Gil, José Manuel Carpio. Manuel Llanque, Filomena Liendo de Gandolfo, Pedro López, Pascual García, Bernardo Terán, Pedro Siles, Ambrosio Arias. En Pocollay: Miguel Reynoso, José Puente Arnao, Manuel Godinez, Miguel Soto Sufra. En Palca: Vicenta Flores, José Luis Vicente, Dámaso Vicente, Andrea Mamani, Bartolomé Cárdenas. En Caplina: José Rosa y Juan Casimiro Lanchipa. En Uchusuma: 20 obreros cuyos nombres se ignoran y cuyos cadáveres fueron arrojados a un pozo de la mina. En Maure y Mamuta: Pascual Mamani, Paulino Mamani, su esposa y seis hijos, Marcelino Flores y dos hijas, Miguel Romero, Manuel Coaquea. En Palquilla: Manuel Lina. En Tarata: Máximo Ticona, Juan Sánchez, Pascual Mamani, Pablo Mamani, Donato Mamani, José Flores, Miguel Gonzalez, Rufino Calca, Eusebio Flores, Santos Marín, Fermín Cohaila.

Poco se recuerda a los hombres, mujeres y niños que dieron su vida por el Perú en la Tacna y Arica cautivas. Son ellos los grandes VENCEDORES, a quienes hay que rendir un justo homenaje. Y NO a los traidores que fueron los primeros en atribuirse avemarías ajenas. La verdad en la historia tiene un solo color. Podrán maquillarla, podrán embellecerla, podrán falsificarla; pero, con el tiempo, los cosméticos se desmoronan y la verdad se impone pese a quien le pese.

Tacna, 28 de agosto 2011

Edgar Bolaños Marín


1 comentario:

Anónimo dijo...

Y todavia hay quienes dicen:¿Por que todavia las rencillas con los chilenos? y siguen:¿no entendemos? ¿somos paises hermanos?, prosiguen con esa afirmación. Y digo yo: Acaso, los pocos tacneños que quedan estan desconociecndo esta parte de la historia o simplemente son egoistas y desean olvidar este pasado por que no les paso a ellos sino a otros tacneños que ya desaparacieron y dicen ¿para que?. Da coraje e indignacion cuando escuchamos hablar asi hasta personas que hacen uso de los medios. Desde aqui digo lo que paso debe estar presente siempre y la relacion con chilenos iempre debe ser de cuidado no como autoridades benevolentes como lo fue Alán y el Chino Fujimori que desde Lima manejaron a las autoridades de Tacna para que estas se arrastren a los chilenos.