miércoles, 19 de octubre de 2011

ACTUALIDAD DE LA COMUNA DE PARÍS: Fragmento del PREFACIO A LA TRADUCCION RUSA DE LAS CARTAS DE C. MARX A L. KUGELMANN


APÉNDICE I

Fragmento del PREFACIO A LA TRADUCCION RUSA DE LAS CARTAS DE C. MARX A L. KUGELMANN
V. I. Lenin

Veamos ahora la política revolucionaria de Marx. En Rusia adquirió una difusión asombrosa entre los socialdemócratas cierto concepto filisteo sobre el marxismo, según el cual el período revolucionario, con sus formas especiales de lucha y las tareas particulares del proletariado, constituye casi una anomalía, mientras que la "constitución" y la "oposición extrema" son la regla. Ningún país del mundo atraviesa ahora por una crisis revolucionaria tan profunda como Rusia y en ningún otro país existen "marxistas" (que rebajen y vulgaricen el marxismo) que asuman una posición tan escéptica y filistea frente a la revolución. ¡Del hecho de que el contenido de la revolución es burgués, llegan a la conclusión trivial de que la burguesía es la fuerza motriz de la revolución, de que las tareas del proletariado en la misma son auxiliares, no independientes, y de que es imposible que el proletariado dirija la revolución!

¡De qué modo desenmascara Marx en sus cartas a Kugelmann este concepto trivial acerca del marxismo! He aquí la carta del 6 de abril de 1866. Marx, a la sazón, daba término a su obra principal. Su opinión definitiva sobre la revolución alemana de 1848, ya la había dado 14 años antes de que fuese escrita esta carta[151]. En 1850, Marx mismo se había despojado de sus ilusiones socialistas sobre la proximidad de la revolución socialista en 1848[152]. Y en 1866, al comenzar a observar las nuevas crisis políticas en maduración, escribió:

"¿Comprenderán, por fin, nuestros filisteos (se trata de los liberales burgueses de Alemania) que sin una revolución que elimine a los Habsburgo y Hohenzollern, las cosas llevarán, en fin de cuentas, a una nueva Guerra de los Treinta Años?"… (págs. 13 y 14)[153].

Ni la menor ilusión de que la próxima revolución (que se llevó a cabo desde arriba y no desde abajo, como esperaba Marx) eliminaría a la burguesía y el capitalismo. No hacía más que señalar de una manera clara y precisa que dicha revolución eliminaría a las monarquías prusiana y austriaca. ¡Y qué fe en esta revolución burguesa! ¡Qué pasión revolucionaria de luchador proletario que comprende el enorme papel de la revolución burguesa para el avance del movimiento socialista!

Tres años más tarde, en vísperas del hundimiento del imperio napoleónico en Francia, al señalar la existencia de un movimiento social "muy interesante", Marx manifiesta con verdadero entusiasmo que "los parisienses comienzan a estudiar su reciente pasado revolucionario con vistas a prepararse para la nueva lucha revolucionaria inminente". Describiendo la lucha de clases que se ha revelado del estudio de este pasado, Marx concluye (pág. 56): "¡Y hierve la caldera de las hechiceras de la Historia! ¡Cuándo llegaremos nosotros (en Alemania) a tal estado!"[154]

Esto es lo que deberían aprender de Marx los intelectuales marxistas rusos, postrados por el escepticismo y atontados por la pedantería, propensos a los discursos de arrepentimiento y que se cansan rápidamente de la revolución y sueñan, como si fuese una fiesta, con el entierro de la revolución para sustituirla por la prosa constitucional. Deberían aprender del jefe y teórico de los proletarios a tener fe en la revolución, a saber llamar a la clase obrera a defender hasta el fin sus tareas revolucionarias inmediatas, a mantener firme el espíritu, sin llegar a los lloriqueos pusilánimes ante los reveses temporales de la revolución.

¡Los pedantes del marxismo piensan que todo esto es charlatanería ética, romanticismo, falta de realismo! ¡No, señores! Esto es unir la teoría revolucionaria con la política revolucionaria, unión sin la cual el marxismo se convierte en brentanismo[155], en struvismo[156], en sombartismo[157]. La doctrina de Marx ha fusionado en un todo indisoluble la teoría y la práctica de la lucha de clases. No es marxista el que, para justificar el estado de cosas, deforma una teoría que considera objetivamente la situación, el que llega hasta querer adaptarse lo más pronto posible a cada declive temporal de la revolución, y trata de renunciar lo más pronto posible a las "ilusiones revolucionarias" para entregarse a pequeñeces "reales".

Marx era capaz de sentir la proximidad de la revolución y elevar al proletariado hasta la conciencia de sus tareas revolucionarias progresivas en la época más pacífica, que podría parecer, según expresión suya, "idílica" o "desconsoladoramente estancada" (según la redacción de Neue Zeit). En cambio, nuestros intelectuales rusos, que simplifican a Marx de modo filisteo, ¡aconsejan al proletariado, en la época de mayor auge de la revolución, que realice una política pasiva, que se deje llevar sumiso "por la corriente", que apoye tímidamente a los elementos más vacilantes del partido liberal en moda!

La apreciación que Marx hace de la Comuna de París corona sus cartas a Kugelmann. Y esta apreciación es particularmente instructiva si la comparamos con los métodos empleados por los socialdemócratas rusos del ala derecha. Plejánov, que después de diciembre de 1905 exclamó con pusilanimidad: "¡No se debía haber empuñado las armas!", tenía la modestia de compararse con Marx, afirmando que también Marx frenaba la revolución en 1870.

Sí, también Marx la frenaba. Pero fíjense en el abismo que hay entre Plejánov y Marx en la comparación hecha por el primero.

En noviembre de 1905, un mes antes de que llegase a su punto culminante la primera ola revolucionaria rusa, Plejánov no sólo no advertía resueltamente al proletariado, sino que, por el contrario, afirmaba sin ambages que era necesario aprender a manejar las armas y armarse. Pero cuando un mes más tarde estalló la lucha, Plejánov, sin hacer el menor intento de análisis de su papel e importancia en la marcha general de los acontecimientos, de su enlace con las formas anteriores de lucha, se apresuró a pasar por un intelectual arrepentido gritando: "No se debía de haber empuñado las armas".

En septiembre de 1870, medio año antes de la Comuna, Marx advirtió francamente a los obreros franceses, en su famoso llamamiento de la Internacional[158] que la insurrección sería una locura. Puso al descubierto de antemano las ilusiones nacionalistas respecto a la posibilidad de un movimiento en el espíritu del de I792. Supo decir muchos meses antes, y no ya después de los acontecimientos: "No se debe empuñar las armas".

Pero, ¿qué posición asumió Marx cuando esta obra desesperada, según su propia declaración de septiembre, empezó a tomar vida en marzo de 1871? ¿Acaso Marx aprovechó esta ocasión (como lo hizo Plejánov con respecto a los acontecimientos de diciembre) únicamente en "detrimento" de sus adversarios, los proudhonistas y blanquistas que dirigían la Comuna? ¿Acaso se puso a gruñir como una preceptora: "ya decía yo, ya les advertía, y ahí tenéis vuestro romanticismo, vuestros delirios revolucionarios"? ¿Acaso Marx se dirigió a los comuneros como Plejánov a los luchadores de diciembre con su sermón de filisteo autosatisfecho: "No se debía de haber empuñado las armas"?

No. El 12 de abril de 1871 Marx escribió una carta llena de entusiasmo a Kugelmann, carta que con gran placer colgaríamos en la casa de cada socialdemócrata ruso, de cada obrero ruso que supiera leer.

Marx, que en septiembre de 1870 había calificado la insurrección de locura, en abril de 1871, al ver el carácter popular y de masas del movimiento, lo trata con la máxima atención de quien participa en los grandes acontecimientos que marcan un paso adelante en el histórico movimiento revolucionario mundial.

Esto - dice Marx - es un intento de destrozar la máquina burocrática militar, y no simplemente de entregarla a otras manos. Y canta un verdadero hosanna a los "heroicos" obreros de París, dirigidos por proudhonistas y blanquistas. "¡Qué flexibilidad - escribió Marx -, qué iniciativa histórica y qué capacidad de sacrificio tienen estos parisienses!" (pág. 88)… "La historia no conoce todavía ejemplo de heroísmo semejante".

La iniciativa histórica de las masas es lo que más aprecia Marx. ¡Oh, si nuestros socialdemócratas rusos aprendieran de Marx a valorar la iniciativa histórica de los obreros y campesinos rusos en octubre y diciembre de 1905!

A un lado, el homenaje a la iniciativa histórica de las masas por parte del más profundo de los pensadores, que supo prever medio año antes el revés; y al otro, el rígido, pedantesco, falto de alma: "¡No se debía de haber empuñado las armas!" ¿No se hallan acaso tan distantes como la tierra del cielo?

Y en su calidad de participante en la lucha de masas, en la que intervino con todo el entusiasmo y pasión que le eran inherentes, desde su exilio en Londres, Marx emprende la tarea de criticar los pasos inmediatos de los parisienses "valientes hasta la locura" y "dispuestos a tomar el cielo por asalto”.

¡Cómo se hubieran reído entonces de Marx, nuestros "realistas" actuales, nuestros sabios del marxismo que se burlan, en Rusia de 1906 – 1907, del romanticismo revolucionario! ¡Cómo se hubieran reído del materialista, del economista, del enemigo de las utopías, que admira una "tentativa" de tomar el cielo por asalto! ¡Cuántas lágrimas, o risas condescendientes hubieran prodigado, estos revolucionarios de gabinete, ante estas tendencias motinescas, utopistas, etc., ante este juicio sobre un movimiento que se lanza al asalto del cielo!

Pero Marx no estaba penetrado de la "archisabiduría de los albures"[160], que temen analizar la técnica de las formas superiores de la lucha revolucionaria, y analizó precisamente estas cuestiones técnicas de la insurrección. ¿Defensiva u ofensiva?, pregunta, como si las operaciones militares se desarrollasen a las puertas de Londres. Y responde: sin falta, la ofensiva, "se debía haber emprendido inmediatamente la ofensiva contra Versalles…"

Esto lo escribió Marx en abril de 1871, unas semanas antes del sangriento mes de mayo… "debieron haber emprendido inmediatamente la ofensiva contra Versalles", dice a los insurrectos que, septiembre de 1870, habían cometido la “locura” de lanzarse al asalto del cielo.

"No se debía de haber empuñado las armas" en diciembre de 1905, para defenderse por la fuerza contra los primeros intentos de arrebatar las libertades conquistadas…

¡Sí, no en vano se comparaba Plejánov con Marx!

"Segundo error -- continúa Marx en su crítica técnica --: el Comité Central" (es decir, la dirección militar; tomen nota, pues se trata del CC de la Guardia Nacional) "renunció demasiado pronto a sus poderes…"

Marx sabía prevenir a los dirigentes contra una prematura insurrección. Pero ante el proletariado que asaltaba el cielo, adoptaba la actitud de consejero práctico, de participante en la lucha de las masas que elevan todo el movimiento a un grado superior, a pesar de las teorías falsas y los errores de Blanqui y Proudhon.

"De cualquier manera - escribía Marx -, la insurrección de París, incluso en el caso de ser aplastada por los lobos, cerdos y viles perros de la vieja sociedad, constituye la proeza más gloriosa de nuestro Partido desde la época de la insurrección de junio"[161].

Y Marx, sin ocultar al proletariado ni uno solo de los errores de la Comuna, dedicó a esta proeza una obra[162] que hasta hoy día es la mejor guía para la lucha por el "cielo", y el espanto más temido por los "cerdos " liberales y radicales.

Plejánov dedicó a diciembre una "obra" que se ha convertido casi en el Evangelio de los kadetes.

Sí, no en vano se comparaba Plejánov con Marx.

Kugelmann respondió a Marx, manifestándole, por lo visto, algunas dudas, haciendo alusiones a lo desesperado de la empresa, al realismo en oposición al romanticismo; en todo caso, comparaba la Comuna, la insurrección, con la manifestación pacífica del 13 de junio de 1849 en París.

Marx inmediatamente (el 17 de abril de 1871) da una severa réplica a Kugelmann.

"La historia universal - escribe -, sería por cierto muy fácil de hacer si la lucha sólo se aceptase con la condición de que se presentaran perspectivas infaliblemente favorables ."[163]

En septiembre de 1870, Marx calificaba la insurrección de locura. Pero, cuando las masas se sublevan, Marx quiere marchar con ellas, aprender al lado de ellas, en el curso de la lucha, y no darles consejos burocráticos. Marx comprende que los intentos de prever de antemano, con toda precisión, las probabilidades de éxito, no serían más que charlatanería o vacua pedantería. Pone, por encima de todo, el que la clase obrera crea la historia mundial heroicamente, abnegadamente y con iniciativa. Marx consideraba a la historia desde el punto de vista de sus creadores, sin tener la posibilidad de prever de antemano, de modo infalible, las probabilidades de éxito, y no desde el punto de vista del filisteo intelectual que viene con la moraleja de que "era fácil prever…, no se debía de haber empuñado…"

Marx sabía apreciar también el hecho de que hay momentos en la historia en que la lucha desesperada de las masas, incluso por una causa sin perspectiva, es indispensable para los fines de la educación ulterior de estas masas y de su preparación para la lucha siguiente.

A nuestros quasi-marxistas actuales, a los que gustan citar a Marx al tuntún, con el único fin de utilizar su apreciación del pasado y no de aprender de él a crear el futuro, les es completamente incomprensible, incluso ajena en principio, semejante manera de plantear el problema. Plejánov ni siquiera pensó en ella al emprender, después de diciembre de 1905, la tarea de "frenar".

Pero Marx plantea precisamente este problema, sin olvidarse en lo más mínimo de que, en septiembre de 1870, él mismo consideraba como locura la insurrección.

"Los canallas burgueses de Versalles - escribe Marx - plantearon ante los parisienses la alternativa: aceptar el reto a la lucha o entregarse sin luchar. La desmoralización de la clase obrera en este último caso habría sido una desgracia mucho mayor que el perecimiento de cualquier número de líderes"[164].

Con esto terminaremos nuestro breve esbozo sobre las enseñanzas de una política digna del proletariado, tal como nos las ofrece Marx en sus cartas a Kugelmann.

La clase obrera de Rusia ha demostrado ya, y lo demostrará todavía más de una vez, que es capaz de "tomar el cielo por asalto".

5 de febrero de 1907.

NOTAS

[151] Véase F. Engels, "La revolución y contrarrevolución en Alemania". (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. VIII.) [pág. 216]
[152] Véase C. Marx y F. Engels, "Resumen internacional (III), (Obras Completas, t. VII) y C. Marx, "Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850" (Ibíd., t. VII.). [pág. 217]
[153] Véase la carta de C. Marx a L. Kugelmann del 6 de abril de 1866. [pág. 217]
[154] Ibid., del 3 de marzo de 1869. [pág. 217]
[155] El brentanismo era una "doctrina liberal-burguesa que admitía una lucha de 'clase' no revolucionaria del proletariado" (V. I. Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky, pag. 2, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1972), que debió su nombre a L. Brentano, economista burgués alemán, partidario del llamado "socialismo de Estado" quien pretendió demostrar que se podía realizar la igualdad social dentro del capitalismo mediante reformas y conciliaciones de intereses de los capitalistas y obreros. Con un vocabulario marxista como rótulo, L. Brentano y sus seguidores trataron de subordinar el movimiento obrero a los intereses de la burguesía. [pág. 218]
[156] El struvismo era una deformacion burguesa-reformista del marxismo. P. B. Struve y otros "marxistas legales" intentaban utilizar la bandera y el movimiento obrero en beneficio de la burguesía. Lenin en sus obras puso al descubierto en el struvismo el embrión del oportunismo internacional y el revisionismo, que más tarde tomó forma en las concepciones de Bernstein y Kautsky; él mostró la evolución natural del struvismo dentro del liberalismo nacionalista burgués. En tiempos de la Primera Guerra Mundial, Struve fue uno de los ideólogos del imperialismo ruso; ocultándose con la fraseología marxista, defendía el chovinismo social, justificaba la guerra de rapiña, la anexión, la opresión nacional bajo el falso pretexto de que "el desarrollo del capitalismo en mi país, y consecuentemente el advenimiento del socialismo, será acelerado por su victoria". (V. I. Lenin, "La bancarrota de la II Internacional", Obras Completas, t. XXII.) [pág. 218]
[157] El sombartismo : corriente liberal-burguesa, que toma su nombre de V. Sombart, economista vulgar burgués de Alemania. Lenin decía que Sombart "tergiversa a Marx con la ayuda de citas de Marx", "remitién dose a afirmaciones aisladas de Marx, imitando el marxismo, sustituyéndolo por el brentanismo". (V. I. Lenin, "El triunfo de los kadetes y las tareas del partido obrero", Obras Completas, t. X.) [pág. 218]
[158] Se alude al "Segundo manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la guerra franco-prusiana", escrito por Marx del 6-9 de septiembre de 1870. [pág. 219]
[159] El hombre enfundado : héroe del cuento así titulado del escritor ruso A. Chéjov. Tipo del filisteo de corto alcance, que teme todo lo nuevo, toda iniciativa. [pág. 221]
[160] EI albur sabio : imagen del filisteo cobarde del cuento del escritor satírico ruso M. Saltikov-Schedrín. [pág. 221]
[161] Véase la carta de C. Marx a L. Kugelmann del 12 de abril de 1871. [pág. 222]
[162] V. I. Lenin alude al libro de C. Marx, La guerra civil en Francia. [pág. 222]
[163] Véase la carta de C. Marx a L. Kugelmann del 17 de abril de 1871. [pág. 223]
[164] Ibid. [pág. 224]

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