domingo, 14 de julio de 2013

MATRIZ COMUNITARIA: SOCIALISMO Y PODER - XI

LA MATRIZ REPRODUCTIVA DE LA SOCIEDAD ACTUAL

Nuevo Orden: Matriz comunitaria

EL PARTO SANGRIENTO DEL SIGLO XXI


SOCIALISMO Y PODER - Parte XI

Marcelo Colussi


Medios  de  comunicación  alternativos: una  guerra popular

 En  el  Informe  "Un  solo  mundo,  voces  múltiples.  Comunicación  e información en nuestro  tiempo", más  conocido como Informe MacBride, presentado en la Conferencia General de la UNESCO en Belgrado, 1980, se  alertaba  ya  en  aquel  entonces  que  "la  industria  de  la  comunicación está dominada por un número relativamente pequeño de empresas que engloban todos los aspectos de la producción y la distribución, las cuales están  situadas  en  los  principales  países  desarrollados  y  cuyas  actividades  son  transnacionales".  Se  decía  asimismo  que  "con  harta  frecuencia se trata a los lectores, oyentes y los espectadores como si fueran receptores pasivos de información. Los responsables de los medios de comunicación social deberían incitar a su público a desempeñar un papel más activo en la comunicación, al concederle un lugar más importante en sus periódicos  o  en  sus  programas  de  radiodifusión  con  objeto  de  que  los miembros  de  la  sociedad  y  los  grupos  sociales  organizados  puedan  expresar su  opinión".  En  otros  términos,  más  de 25  años atrás  se denunciaba  una  tendencia  ya  evidente  en  aquel  entonces,  y  que  con  el  curso del  tiempo  fue  agigantándose:  la  monopolización  comunicativa  unilateral, al par que se establecían las líneas para superarla: "darle voz a los que no tienen voz".

En  la  actualidad  los  medios  de  comunicación  se  han vuelto  una institución  referente  y  constructora  de  la  realidad humana,  con  toda  la implicancia social, política y cultural que este fenómeno tiene. Quieran o no,  los  medios  de  comunicación  cumplen  un  papel  social  educativo  y formador  de  las  sociedades.  Hoy  –  tendencia  siempre en  ascenso–  los medios  se  constituyen  como  los  articuladores  y  creadores  de  los  temas de  interés  nacional,  al  mismo  tiempo  que  son  los  difusores  de  los  conceptos y valores que perciben pasivamente los grandes colectivos.

 Tal  como  lo  puntualizaba  el  Informe  MacBride,  los medios  de  comunicación  han  transitado  por  la  lógica  de  grandes empresas,  que  responde no a la búsqueda de la verdad objetiva, la imparcialidad y el desarrollo general de las comunidades sino a las reglas comerciales imperantes en el mercado; es decir: a la incidencia en  la sociedad en términos  de  cantidad  de  consumidores  y  la  venta  en  el  mercado,  la  utilidad comercial que se percibe a través de la publicidad  y la venta directa  de servicios.  Dicho  sea  de  paso,  la  llamada  industria  cultural  (periódicos, libros, radio, cine, televisión, discos, videojuegos, internet) facturó en el 2005  cerca  de  450.000  millones  de  dólares.  En  esta  lógica  extremadamente  comercial  los  medios  de  comunicación  han  empujado  las  funciones  informativas,  educativas  y  de  análisis  de  la  vida  y  sus  relaciones  a responder  también  a  esta  perspectiva  comercial  de  hiper  mercantilización  en  favor  de  una  representación  de  la  realidad  social  cada  vez  más emocionante, excitante y sorprendente. En otras palabras: "espectáculo vendible".

Los usuarios de todo este arsenal técnico somos acostumbrados a ver el mundo sin actuar sobre él. Al separar la información de la ejecución, al contemplar un mundo mosaico en el que no se perciben las relaciones entre las cosas y se presenta todo previamente digerido, se crea entonces  un  estado  de  aturdimiento,  indefensión  y  modorra  en  el  que crece  con  facilidad  la  parálisis  social.  El  "espectáculo"  de  la  vida  va  reemplazando  así  a  la  vida  misma.  Pero  como  dijo  Gabriel  García Márquez: "La invención pura y simple, a lo Walt Disney, sin  ningún asidero en la realidad, es lo más detestable que pueda haber".

 Dado  el  grado  de  impacto  social  que  alcanzan,  los medios  de  comunicación, por el contrario, podrían jugar un papel de importancia decisiva en la transformación para una vida mejor. Pero la lógica del lucro no  lo  permite;  las  grandes  compañías  mediáticas  terminan  siendo,  en todo  caso,  enemigas  a  muerte  de  cualquier  intento  de  cambio;  son,  en otros términos, no sólo aliados del poder sino parte fundamental misma de  la  estructura  del  poder,  con  tanta  o  mayor  preponderancia  en  el mantenimiento  de  las  sociedades  que  las  armas  más  sofisticadas.  La guerra principal es hoy la guerra mediática.

 Surge ahí, entonces, la necesidad de otro tipo de medios comunicativos: son  los  llamados  medios  alternativos.  Es  decir: medios  de  comunicación no centrados en la dinámica empresarial, no centrados en el espectáculo de la vida sino en la vida concreta, en la lucha de la vida. La única manera de lograr esto es permitir, como lo manifestara el Informe MacBride, que "los miembros de la sociedad y los grupos sociales  organizados puedan expresar su opinión". O sea: reemplazar el espectáculo, la representación de los hechos por la palabra de los actores mismos de los  hechos.  Eso  son  los  medios  alternativos  de  comunicación: instrumentos que sirven para darle voz a los sin voz.

 En  una  demostración  de  modestia,  el  desaparecido  periodista  argentino Rodolfo Walsh decía para referirse a los comunicadores: "Nuestro rango en las filas del pueblo es el de las mujeres embarazadas, o los viejos.  Simples  auxiliares,  acompañantes".  Tal  vez  había  ahí  un  exceso de modestia; los medios de comunicación que se pretenden alternativos son más que acompañantes: están llamados a ser parte importantísima de la lucha por otro mundo.

Medios  de  comunicación  alternativos  hay  muchísimos,  con  una amplísima  variedad  en  formatos,  estilos,  recursos  y grados  de  incidencia.  ¿Qué  elemento  común  tienen  una  radio  comunitaria  que  transmite en lengua suahili para algunas aldeas de Tanzania y una página electrónica como, por ejemplo, "Rebelión", donde escriben  los más conspicuos intelectuales  de la  izquierda  mundial?  ¿Qué  une a  un  periódico  comunitario de una barriada pobre de Mumbay, en la India, con un canal televisivo como Catia TVe, de Caracas, cuya consigna es "no mire televisión: ¡hágala!"?  El  trabajar  por  una  transformación  social  desde  un  espíritu solidario  y  no  estar  movidos  por  el  afán  de  lucro  empresarial,  el  hacer jugar  a  la  población  no  el  papel de  consumidor pasivo  sino  el  de  sujeto activo en el proceso de comunicación.

Esta enorme gama de medios que se reconocen como alternativos tiene  como  objetivo  primordial  ser  un  instrumento  popular,  una  herramienta  en  manos  de  los  pueblos  para  servir  a  sus  intereses.  Por  cierto ello  permite  una  gran  versatilidad  en  la  forma  en  que  se  implementan las  acciones,  pero  el  común  denominador  es  constituirse  en  un  campo alternativo en contra del discurso hegemónico de la industria capitalista de la comunicación y la cultura. Ante la institucionalización de la mentira de clase, ante la manipulación de los hechos y la presentación de la realidad  como  el  colorido  espectáculo  vendible  al  que  nos  someten  las agencias  capitalistas  generadoras  de  un  tipo  de  información/cultura, surgen estos medios jugando el vital papel de contraoferta cultural.

Constituirse en la instancia que da voz a los que no la tienen, ser la caja de resonancia de colectivos populares, de organizaciones de base y  movimientos  sociales  organizados  –asociaciones  obreras  o  campesinas, sindicatos, comunidades barriales, expresiones culturales alternativas, etc.– es, en todo caso, un acompañamiento de vital importancia. En realidad no son sólo acompañamiento solidario sino expresión de un genuino poder popular.

 Por  su  misma  naturaleza  de  extra  oficiales,  de  vivir  en  el  sistema pero en confrontación con él, todos los medios de comunicación alternativos padecen similares problemas: desde el ataque  a la seguridad más elemental  cuando  arrecia  la  marea  represiva  hasta  la  crónica  falta  de recursos  para  funcionar  en  lo  cotidiano.  Ser  "alternativo",  en  definitiva, impone esa situación: quien critica al statu quo y  propone otras vías se enfrenta a los poderes fácticos. Ser alternativo –en todo, y en el ámbito comunicativo más evidentemente aún– lleva a estar en guerra continua.

 Si la lucha de clases, la lucha por un mundo más justo y solidario, por constituir una aldea global basada en el beneficio democrático de las mayorías y no sólo en el de las élites, si todas estas luchas implican un combate perpetuo, el campo de las comunicaciones, dada la importancia creciente que las mismas tienen en las sociedades modernas, pasa a ser un especialísimo ámbito de estas nuevas guerras.

Los medios alternativos, populares e independientes viven en una virtual guerra, siempre al filo; y no puede ser de otra manera. Su papel en  los  procesos  de  cambio,  de  transformación  profunda,  es  cada  vez más  importante.  Entre  otros  tantos  ejemplos  que  lo  demuestran  puede mencionarse,  sólo  por  citar  algún  caso,  el  de  la  Revolución  Bolivariana en Venezuela: fueron ellos, en contra  de las poderosas cadenas comerciales,  los  que  permitieron  la  gran  movilización  popular  que  impidió  el golpe  de  Estado  en  abril  del  2002.  Sin  ellos  la  derecha  hubiera  logrado su plan contrarrevolucionario. Esto demuestra que tienen en sus manos una muy importante cuota de poder.

 Los  medios  de  comunicación  alternativos  son  un  principalísimo embrión  de  poder  popular,  y  más  allá  de  posibles  falencias  técnicas  y pobreza crónica de recursos –quizá irremediables, dado su misma condición  de  no-integrados,  de  "marginales"  en  el  buen  sentido  de  la  palabra–  son  una  de las  más  efectivas  armas  de  la democracia  de base,  de la democracia revolucionaria.

 Y  si  algo  tan  novedoso  como  un  medio  técnico  de  comunicación puede  erigirse  en  una  nueva  arma  en  la  lucha por  un mundo  de mayor justicia, eso ya nos habla de la necesidad de revisar muchos elementos de  nuestra  carga  conceptual  cuando  nos  referimos  al socialismo.  Hoy, entrado el siglo XXI, no podríamos decir que el mismo esté en crisis. Pero sí, sin dudas, vemos que es necesario detenerse  a pensar qué fue lo que ocurrió el pasado siglo con las primeras experiencias que se proclamaron socialistas.  El  hecho  que  un  medio  alternativo  pueda  ser  un  instrumento  quizá  más  efectivo  para  cambiar  las  relaciones  de  poder  que una huelga, o eventualmente que un movimiento armado, nos alerta ya de la necesidad de esa reformulación, de esa relectura crítica.

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