martes, 22 de abril de 2014

UN NUEVO COMIENZO POR LA VÍA DEL MARXISMO: LIBERAR NUESTROS CEREBROS CONSTRUYENDO EL FUTURO (II) - LA GLOBALIZACION TERCERA (Y ÚLTIMA) ETAPA DEL CAPITALISMO


 

IV
LIBERAR NUESTROS CEREBROS CONSTRUYENDO EL FUTURO (II)
El Futuro
El futuro tiene muchos nombres.
Para los débiles es lo inalcanzable.
Para los temerosos, lo desconocido.
Para los valientes es la oportunidad.
Víctor Hugo

EN CASO DE DUDA, LETRA MAYÚSCULA
Voy a pedirle a mi querido amigo y camarada, Edgar, que me conceda el beneficio de la duda respecto a este artículo.
29 marzo 2014

Estamos completamente seguros que a nuestros camaradas no les gusta andar en la cuerda floja ni mucho menos titubear en temas de tanta trascendencia. Sin embargo, como prefieren hacer uso utilitario de la duda insistimos, insistimos y más debemos insistir cuando la sombra de la duda ha iniciado su trabajo iluminador.

Sospecha él que nuestros tiros van dirigidos contra el legado de José Carlos Mariátegui. Se equivoca. No cuestionamos el estudio ni el espíritu de la obra del Amauta. Más aún lo asumimos en bloque. Creemos que el culto a la persona y la fraseología insustancial, que reciclar teorías infecundamente, que la escuela de hacer la “revolución” en seminarios y más seminarios, que el “análisis” de la realidad repitiendo el diagnóstico de hace casi 100 años, no es precisamente lo que nos enseñara José Carlos Mariátegui.

Nuestro tiempo no es el tiempo de Mariátegui. Su realidad no es nuestra realidad. Aristóteles decía única verdad es la realidad porque la realidad es creada, inventada, edificada por los propios hombres: la materia dotada de ingenio. Si los hombres creamos el escenario y somos actores en ese escenario. La lucha terrenal resulta inapelablemente la única realidad donde cada uno vale en cuanto obra. Humanos contra humanos, intereses contra intereses, clases contra clases, ideas contra ideas: pugna y compromiso, así es como la especie humana construye la historia. La acción está hecha de negaciones, de afirmaciones y de transacciones. En esa lógica, las nuevas generaciones traen a la acción una sensibilidad distinta e ideales propios. El pragmatismo de hombres y mujeres del presente difiere abruptamente del romanticismo de nuestra generación. Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil, decía Johann Wolfgang von Goethe. La dinámica de los mercados obliga a que la velocidad de reacción no deje mucho tiempo para reflexionar. Los jóvenes tienen por necesidad de supervivencia que ser pragmáticos. Pero, el pragmatismo requiere de una guía reflexiva, que vea más allá de los intereses inmediatos, que vea lo que nos conviene como especie, que no se pierda en la economía del confort. Tenemos, por tanto, que descubrir lo que las generaciones del presente están construyendo. Y cómo hacerlo sino estudiamos el tumultuoso, inestable e inseguro siglo XXI.


La verdad es dialéctica, no nos está esperando a la vuelta de la esquina, está en movimiento. La verdad del siglo XX no es la verdad del siglo XXI. La ciencia de la historia busca la verdad en el pasado. La ciencia de la política debe hallar la verdad en el presente - futuro. No se trata de encontrar una verdad en particular (mi verdad) sino la verdad en general. Entendiéndola como el desarrollo (unidad y lucha) de las contradicciones. La verdad requiere tiempo, como la vida misma, porque tiene que desplegarse, tiene que actuar a través del ensayo y el error y, finalmente, los antagonismos determinan su urgencia práctica. La conciencia reacciona, se rebela, cuando la contradicción alcanza puntos de ebullición y excitación que hacen de la ruptura una exigencia posible, factible, realizable. La ciencia de la experiencia trata del devenir de la conciencia en interacción con la realidad. La verdad se busca (en verdad se experimenta) en la realidad, en la práctica social. Los que creen que todo está dicho (dogmatismo) son incapaces de reconocer lo que la realidad (experiencia) les está enrostrando. No caen en cuenta que los problemas del presente son la medida de los problemas del pasado. La “solución” del pasado simplemente no es solución si el problema persiste. Más bien, un enfoque errado en el pasado sobrevive como un lastre en el presente. Y ese simple hecho debería alertarnos que la vía del pasado es inútil para los objetivos que nos hemos propuesto en el presente.

Por eso, hagamos trabajar nuestros cerebros, o es que se sigue rumiando que ¿la realidad de los 7 Ensayos es la realidad del siglo XXI? ¿Y si es así porque no funcionan las fórmulas exitosas de Mariátegui? En todo caso qué funciona y qué no. Esa es una vieja polémica que Miguel Aragón ha encabezado. Y sin embargo, me sitúo entre los que creen que vivimos una nueva realidad que nos exige redefinir nuestra percepción del presente. Así por ejemplo, ¿El capitalismo de la crisis terminal es el capitalismo de El Imperialismo fase superior del capitalismo de 1916? Otra interrogante para esos privilegiados cerebritos.

Hay quienes creen que el viejo orden está preparado para resistir mil y un tormentas. Pero, ¿si está tan preparado porque anda de tumbo en tumbo? Magnificar al enemigo puede paralizar. Minimizar al adversario puede precipitarnos imprudentemente al desastre. Ni sobrevalorar ni minimizar es de marxistas.

El momento que nos toca vivir son tiempos de tensión, confrontaciones y transición en los procesos de cambio. Son tiempos de incertidumbre. Pero el cambio es lo único que es imposible detener. Pasajeramente podrán contenerlo y hasta retrotraerlo a un estadio inferior pero, más temprano que tarde, el cambio se impone.

En Un nuevo comienzo por la vía del marxismo se busca promover el debate sobre tópicos de actualidad estratégica. Hace unas semanas publicamos las penetrantes observaciones de Francisco Umpiérrrez, que estamos seguros habrán releído pero sobre las que ni siquiera han emitido un inocente pío. Seguramente faltan mayores elementos de juicio. Ahora les presentamos un ensayo de Mariano Ciafardini: La globalización tercera (y última) etapa del capitalismo.

Mariano Ciafardini termina su ensayo con un llamamiento a la vieja guardia del socialismo que vale la pena reproducir: “En este sentido los partidos de izquierda, revolucionarios que han sido protagonistas de las epopeyas del siglo XX y que se encuentran privilegiadamente pertrechados de ese patrimonio democrático y revolucionario son los que mayor responsabilidad tienen de entender la  significación de los tiempos actuales, la inminencia de los cambios. Los que mayor responsabilidad tienen (…) para al menos debatir con profundidad sus fundamentos.” Lo cierto es que “la inminencia de un fin de época que va mucho más allá del paso de una etapa a otra y que significa un cambio civilizatorio” se impone hasta instintivamente. Un nuevo orden avanza, aún balbuceante, pero aprieta el paso pese a la resistencia del orden que se va. El capitalismo está poniendo en peligro la existencia de la vida en el planeta tierra. Por eso, la nueva realidad mundial y local debe ser materia de nuestras indagaciones, reflexiones, investigaciones, porque cambiar lo que debe cambiarse es un acto consciente, es toma de decisiones que se concretan en la práctica social. Una política imaginativa y renovadora debe asentar bien los pies en la realidad que se construye todos los días.

¿Vivimos una nueva realidad mundial cualitativamente diferente a la realidad de Lenin y Mariátegui?  ¿Qué opina usted amable lector? En todo caso, el debate está abierto.

Tacna, 22 de abril 2014
Edgar Bolaños Marín


LA GLOBALIZACION TERCERA (Y ÚLTIMA) ETAPA DEL CAPITALISMO
Un análisis desde el materialismo histórico.

Solapa:
Mariano Ciafardini es abogado, doctorando en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Buenos Aires, miembro del Instituto Argentino de Geopolítica. Integra la comisión de Asuntos Internacionales del Partido Solidario de la Argentina. En esta última calidad ha actuado como representante de dicho partido ante el Foro de San Pablo. Es colaborador de la publicación “Cuadernos Marxistas”. Tiene por otra parte vasta actividad académica y numerosas publicaciones en el ámbito de la criminología crítica.

Dedicatoria
A la memoria de Vladimir Ilich (Lenin) Ulianov (1870-1924)
 
Prólogo

Este ensayo no surge como un estudio en sí mismo sino como un subproducto de una investigación mayor. Es en realidad un estudio preliminar que me exigió otra obra en la que estoy involucrado denominada por el momento “Capitalismo y Criminalidad” que intenta explorar y mostrar la imbricación de la llamada “cuestión criminal” o la fenomenología de delito y el castigo, con el proceso de nacimiento auge y declive del capitalismo moderno.

Ello como puede resultar evidente me impuso entonces adentrarme en la cuestión de los momentos períodos y etapas de tal edad moderno-capitalista de la historia humana. Pero no solo eso, sino que el estudio de la dinámica de la “cuestión criminal”, tanto en la forma real que fue adquiriendo la conflictividad y sus intentos de control social por el poder político, como el devenir recursivo de las explicaciones político sociológicas del conflicto y la justificación del control, me fueron evidenciando la existencia dentro de este proceso, de distintos lapsos históricos mayores y menores, que se incluían unos dentro de otros, con saltos cualitativos y regresiones dialécticas. Y todo ello me ha permitido vislumbrar así, desde del análisis de un fenómeno, que, como el criminal, estaría ubicado en lo que se ha denominado “la superestructura”, el movimiento del proceso histórico capitalista en su totalidad, al menos en sus rasgos más generales.

No voy a desarrollar aquí mayores detalles de aquellos análisis histórico-criminológicos y exploraciones sobre el conflicto y el control en la modernidad, ya que no es el sentido de este trabajo y se trata precisamente del objeto de la futura obra mencionada, que, con suerte se terminará próximamente. Pero sí debo decir que para lograr explicaciones más acabadas de lo que surgía de la dinámica propia del fenómeno criminal y político criminal analizado me fueron resultando cada vez de más y más utilidad, por untado, las visiones de Fernand Braudel en cuanto al desarrollo de lo que, desde el punto de vista marxista, se considera la primera gran etapa del capitalismo , es decir la de la “libre” competencia ( desde 1300 al 1880 y, por otro, los de un grupo de autores marxistas que escribieron en los números 5 y 6 del “Socialist Register” para lo que, también según la óptica marxista, se considera la segunda gran etapa del capitalismo, es decir el imperialismo, que abarca más o menos el siglo XX .

Con respecto a la globalización que es la novedad analítica que introduce este ensayo como tercera y última etapa del capitalismo debí arreglármelas solo, ya que no existe perspectiva histórica aun para su análisis, (cualquiera que sepa de historiografía sabrá lo complejo que es hacer análisis históricos de los procesos coetáneos), ni bibliografía alguna que considere a la globalización desde el punto de vista del “periodicismo” histórico marxista o no marxista.

Este ensayo pretende desarrollar un análisis marxista y por lo tanto su enfoque se realiza necesariamente desde el materialismo histórico, por eso las cuestiones de la economía política son atendidas particularmente, pero no es un trabajo de economía política, que excedería mis capacidades. Su finalidad principal es la de mostrar, en términos generales el desarrollo histórico de las etapas del capitalismo.

Tampoco es una investigación histórica en el real sentido de la palabra, lo que también estaría más allá de mis posibilidades teóricas. El aporte que pretendo hacer con esta publicaciones es político.

 En otros tiempos se podría haberla denominado como panfleto político. Esperemos que hoy no se lo denomine así por el sentido peyorativo que ha ido adquiriendo hoy el término “panfleto”, pero mi intención es contribuir a la construcción teórica marxista de la caracterización de la época en que vivimos, lo que considero una de las necesidades y carencias más importantes para la orientación definitiva del “sujeto histórico”, que viene ya desde hace tiempo retomando la marcha hacia las grandes transformaciones que demanda la historia, pero que no ha de adquirir el impulso y la fuerza necesarios para tamaña empresa hasta que no se dé el salto cualitativo teórico, dentro del materialismo histórico, que permita reconstruir definitivamente las vanguardias del movimiento humano mundial y dotarlas de la eficacia conductora en la práctica concreta de la acción política.

En este sentido uno de los aportes teóricos principales del trabajo que presento es que la consideración de la globalización como una etapa dentro del proceso capitalista indica la diferenciación cualitativa del “imperialismo, tal como este fuera una etapa cualitativamente distinta del capitalismo de libre competencia. Esta diferencia, de ser admitida, obliga a repensar las tácticas y estrategias de la acción política transformadora, en contraste con las elaboradas y ejercidas hasta fines del siglo XX. En este sentido para los países latinoamericanos, por ejemplo, deja de ser relevante la categoría de “dependencia” como descriptiva de la especial relación de sometimiento a la voluntad política-económica del esquema de poder formado por la imbricación de grandes monopolios con un estado nacional poderoso como lo fue, en el caso de Latinoamérica, EEUU. La forma de “dependencia” actual es la situación de acople inevitable con un mundo estructurado bajo la forma y necesidad de los grandes flujos financieros, lo que lleva a que más allá de la voluntad de los dirigentes y los gobiernos, aun en los casos de decisión política real con apoyo popular el desacople sea complejísimo, y la ruptura definitiva con las estructuras neoliberales, impuestas en la etapa, se transforme en una tarea poco menos que imposible.

Y aquí aparece otra de las condiciones políticas de la época nueva ¿Es posible pensar hoy en un proceso verdaderamente radical y profundo de cambio que se vaya dando país por país como el caso de los procesos revolucionarios y de liberación intentados en el siglo XX?

Si tenemos en cuenta lo antes dicho la respuesta es negativa y la consecuencia inmediata es la necesidad de articular los procesos políticos nacionales en bloques regionales que se muevan de consuno en una inédita identidad ideológica, política y orgánica. Para ello es necesario entonces avanzar en el desarrollo de una inteligencia de izquierda regional común y en niveles de organización política internacional de la izquierda que no han sido vistos hasta ahora. Pero ello solo sería posible si esta inteligencia de izquierda internacional logra dar un salto cualitativo en el desarrollo de su propia base teórica marxista que le permita a cada partido y organización revolucionarios pensar su situación particular nacional y regional desde una nueva perspectiva mundial válida, que vislumbre el horizonte de salida con mayor precisión y esperanza que la que proporcionan hoy la vaguedad de viejas utopías o la precavida resignación que dejaron pasados fracasos.

Mariano Ciafardini, Buenos Aires, junio de 2011

“No existe una labor más urgente en los comienzos del nuevo milenio que producir conocimiento profundo sobre la economía política del capitalismo, conocimiento no sólo del desarrollo del capitalismo en la coyuntura actual, sino del pasado del capitalismo y de su posible trayectoria a futuro[1]
 
“…como toda crisis es la objetivación de una autocrítica del capitalismo, la crisis de éste, una vez llevada a su exasperación extrema, nos ofrece la posibilidad de desarrollar más clara y completamente que hasta ahora… el materialismo histórico, como método de investigación de la “prehistoria de la humanidad”
 Gyorgy Lukacs, “Historia y Conciencia de Clase” (1923)

I) Introducción

Desde hace ya unos años se viene produciendo profusa y, en muchos casos, profunda, elaboración teórica sobre los tiempos que nos tocan vivir, que se han ganado el mote de “globalización”. Los puntos de vista son de los más diversos. Desde el marxismo, expreso o implícito, también son diversos los enfoques, aunque, por cierto, en este caso, coincidiendo en torno a que se está dentro de una etapa o fase del capitalismo, que es parte de su declive.

Sin embargo la terminología que se usa es harto confusa. En primer lugar el concepto de etapa o fase se aplica sin rigor alguno a los más disímiles períodos de tiempo sin una coherencia en cuanto a porqué una etapa sucedería a otra, ni si el número de etapas o fases sería algo que encierre algún sentido en si mismo, o podría ser cualquiera.

Por otro lado, si el término etapa (o fase) fue introducido, definitivamente, en la terminología marxista por Lenin, refiriéndose a la relación entre un primer capitalismo, de “libre competencia” o pre-monopólico, y un segundo capitalismo cuyo paradigma era el capital monopolista y su relación con los estados nacionales (capitalismo monopolista de estado), denominado, por otros y él mismo, como “imperialismo”, no queda en claro, en la abundante bibliografía marxista actual sobre el tema, si lo que se vive actualmente es una etapa distinta de estas dos anteriores o si estaríamos en una (sub) etapa “dentro” del imperialismo. Si esto fuera así habría que designar a esta “etapa dentro” con un término distinto al de “etapa” o “fase”, ya que, si el imperialismo es una etapa en sí mismo, no convendría llamar a sus momento internos con el mismo término. Lógica conceptual básica.

Asimismo, se emplean los términos de “viejo” y “nuevo” imperialismo, aludiendo, con el segundo, al momento actual que, como dijimos, es denominado vulgarmente “globalización”. Si con eso se pretende que el imperialismo no ha terminado como etapa y que sólo estamos viviendo un cambio interno de la misma, debería, al menos, en honor a la mencionada lógica conceptual, explicarse un tanto más acerca de esta división de las etapas en períodos internos, y acerca de qué es lo que diferencia el cambio de una etapa a otra, del cambio de un período interno (dentro de una etapa) a otro período interno, de la misma etapa.

 Desde un punto de vista marxista no puede soslayarse la explicación, (partiendo del materialismo histórico- y de la dialéctica) de estas divisiones analíticas y sus interrelaciones, a riesgo de que las afirmaciones que se hagan en tal sentido terminen pareciéndose demasiado a cualquier capricho historiográfico idealista.

A todo esto habría que agregar la confusión que se suma, en los análisis que hacen mayor hincapié en los aspectos puramente económicos de la cuestión, cuando aluden a los ciclos cortos y largos de Kodratieff. Estos ciclos ¿determinan la duración de las etapas o de los períodos dentro de las etapas o fases, o son algo distinto y coetáneo a las mismas? Y además, ¿cuál es la relación entre estas periodizaciones? Ello nunca termina de quedar claro, al menos en las publicaciones marxistas que han tenido más trascendencia hasta el presente.

Finalmente, es mayor aún la arbitrariedad teórica cuando de fechas o períodos determinados de tiempo se trata. ¿La actual globalización o “nuevo” imperialismo (ya sea como nuevo momento dentro de la etapa imperialista o como nueva etapa en si misma) se inició en los 60/70 o en los 80/90?

Ir haciéndose cargo teóricamente de todas y cada una de las opiniones y análisis que existen hoy al respecto, por separado, importaría una tarea farragosa, no sólo de elaborar sino de transmitir y explicar, al menos en un corto ensayo como éste.

Nos proponemos por el contrario expresar nuestra propia posición y, en el curso de su desarrollo, dialogar con las otras opiniones de las que, dicho sea de paso y en honor a la honestidad intelectual, hemos sacado, precisamente, la mayor parte del material teórico para elaborar la nuestra.

La cuestión histórica

Ante todo no puede olvidarse que el historicismo es una característica intrínseca de la dialéctica (de la hegeliana pero también de la marxista)[2]

Desde el marxismo, y particularmente desde el materialismo histórico, queda en claro que, para conocer un objeto o un proceso, es necesario considerarlo en su movimiento, en surgimiento y desarrollo, pues sólo relevando las etapas principales que atraviesa en su desarrollo es posible comprender y explicar las propiedades y nexos necesarios, las características cualitativas y cuantitativas que le son inherentes. Esto lo señalaban ya los clásicos del marxismo “no olvidar el nexo histórico fundamental, analizar cada problema desde el punto de vista de cómo surgió en la historia el fenómeno dado y cuáles fueron las principales etapas de su desarrollo y desde ese punto de vista de su desarrollo examinar en que se ha convertido hoy” (Lenin)

Hasta Benedetto Crocce criticó las tendencias relativistas y “descriptivistas” de la historiografía, si bien desde el idealismo hegeliano que le era propio. Y es conocida la “alergia” teórica de Popper (uno de los más insistentes contradictores del marxismo) al historicismo del materialismo histórico, principalmente en su “Miseria del historicismo”, titulo que denota un vulgar intento de parafrasear a Marx.

El historicismo marxista presupone que se descubran las leyes que determinan la aparición funcionamiento y desarrollo del objeto o proceso en estudio que se explique el presente sobre la base de esas leyes, así como las propiedades y nexos necesarios inherentes al mismo, deducidos de la historia, la que se debe examinar en sus tendencias y formas necesarias, y, al mismo tiempo, que se haga la reconstrucción teórica de los procesos de desarrollo de los fenómenos investigados en su conjunto.

 En este sentido es obvio que nos encontramos hoy en mejores condiciones objetivas teóricas que aquellas en la que se encontraban Marx, e incluso Lenin, en tanto y en cuanto podemos ver un desarrollo más completo del capitalismo como proceso histórico, y poseemos una cantidad muy importante de datos de los que ellos carecieron. Es obligación teórica, entonces, hoy, para los marxistas, incorporar todo ese bagaje de conocimientos al procesamiento integral del análisis bajo la metodología del materialismo histórico que además se enriquece a si misma como método. Es decir que no estamos sólo ante un aumento cuantitativo de datos, sino ante una evolución cualitativa de los niveles epistemológicos mismos.

Pero evolución y enriquecimiento no es lo mismo que traición teórica o deformación para regresar al encubrimiento idealista de la realidad. Sino, precisamente, todo lo contrario. Digamos en principio entonces que, si se respeta la inicial periodización del capitalismo hecha por Lenin, este se divide primeramente en grandes etapas o fases, términos que Lenin uso indistintamente. Si se profundiza el análisis de las periodizaciones y se pretende dividir a su vez internamente estas etapas, cosa que ni Marx ni Lenin abordaron explícitamente debería hablarse de períodos (o si se quiere ciclos según la terminología de Arrighi). Si el análisis pretende hacerse desde el marxismo lo determinante en la diferenciación de las etapas y de los períodos ha de estar necesariamente vinculado a las formas del movimiento de lo que es esencial a todo el proceso histórico que se analiza: esto es el capital y sus formas de acumulación. Y, finalmente, sería coherente con un análisis marxista que la lógica del movimiento de estas etapas y períodos, y las relaciones entre ellos, estuviera dialécticamente impulsada, en el sentido de afirmaciones, negaciones y negaciones de las negaciones.

Pensamos que el marxismo es una teoría integral e internamente coherente y sobre todo coincidente con el movimiento real de las cosas. Mejor dicho, la única coincidente con el movimiento real de las cosas. Por ello no vamos a polemizar particularmente aquí con desarrollos teóricos que se hagan desde puntos de vista diametralmente opuestos, u otros que tomen partes de las afirmaciones fundamentales del marxismo, la dialéctica materialista o el materialismo histórico (que son los constituyentes de esta integralidad) y usen los retazos a su gusto. El eclecticismo, el multiculturalismo y el “multiideologicismo” nos son totalmente ajenos y el objetivo de este trabajo no es debatir centralmente con ellos sino con aquellos que, en un sincero esfuerzo por aplicar la interpretación marxista, (en su desarrollo no dogmático) al análisis de la realidad, intentan hacer caracterizaciones de la época actual, para lo cual necesitan inevitablemente ocurrir a la interpretación del pasado histórico y tratar de descubrir las tendencias ocultas del proceso como un todo.

En la publicación de la que se ha extraído el primer acápite los editores como justificación de la importancia del tema se hacen entre otras las siguientes preguntas: 1 ¿Representa la actual coyuntura una nueva fase del capitalismo, una transición entre fases del capitalismo, una transición hacia fuera del capitalismo o una fase postcapitalista? y 2 ¿Qué variables son más “felices” para construir una teoría de las fases del capitalismo: la relación capital-trabajo, bloques hegemónicos, sistemas nacionales de innovación, características de los productos, tecnologías de punta, sectores económicos, etc.?

Con respecto a la primer pregunta debe decirse que si se quería agotar las opciones habría que haber agregado ¿no es una fase ni transición nueva sino la simple continuidad de la fase en la que estábamos? (lo que implicaría a su vez las preguntas acerca de ¿en qué fase estábamos y cuáles fueron las anteriores?) y finalmente, o tal vez antes que todo, ¿Tiene fases el capitalismo?

Con respecto a la segunda, desde un punto de vista marxista, debería decirse desde ya que no se trata de la felicidad u acierto de escoger la variable más adecuada sino del rigor científico de encontrar la única variable que de por si determina dialécticamente a todas las otras y esta, como ya adelantáramos, no puede ser otra que la forma de acumulación del capital.

Con lo que no podemos dejar de coincidir es con la reafirmación efectuada, en forma de pregunta, por los editores, en el final de la introducción a la publicación mencionada, en cuanto a “¿Que conocimiento puede ser más crucial en la entrada del siglo XXI que aquél que clarifique las principales tendencias estructurales del capitalismo pasado, presente y futuro?”[3]



 Nuestra visión

Desde un punto de vista marxista no se puede acordar con las clasificaciones de los períodos hegelianos. Si se trata de periodizar el capitalismo o la modernidad se debe afirmar que está dividido dos etapas, según Lenin, como ya dijéramos, y a las que nosotros agregamos una tercera, desde el punto de vista que nos permite nuestra posición temporal, con lo que nos queda : capitalismo de libre mercado, imperialismo y globalización financiera.

Respecto de la división del primer capitalismo que de alguna manera coincide aunque no en toda su extensión inicial con lo que Hegel llama mundo germano, una visión marxista debe acordar más con periodizaciones que partan del propio movimiento económico, aunque no se restrinjan exclusivamente a este, como, por ejemplo, las de Braudel o Arrighi.

 Aclaremos que el primero, toma como períodos, inicialmente, el que va desde 1350 a 1650 de impronta genovesa y veneciana, a continuación, el que va desde 1650 a 1817 con el preponderante papel comercial de Amsterdam y Los Países Bajos y, en tercer lugar, el que va desde la última fecha hasta comienzos del siglo XX, con Inglaterra a la cabeza. Arrighi por su parte especula con otra periodización aunque ambos coinciden en una división en períodos, de la misma época.

El análisis de Braudel coincide, por otra parte , aunque a partir de un análisis más desarrollado y pormenorizado de los hechos y las dinámicas propias de las épocas, con los de los propios Marx y Engels para quienes el proceso de desarrollo del capitalismo se inicia en el lapso que va del siglo XIII al siglo XV con los comienzos de la manufacturas lo que da lugar al período de acumulación originaria del capital que llega hasta pasado el siglo XVI, el segundo período comienza a mediados del siglo XVII y dura hasta finales del XVIII, al que llaman “siglo del comercio” y el tercer período, el de “la gran industria” que es aquel en el que ellos escriben[4].

Para concluir entonces vamos a decir que un punto de vista verdaderamente dialéctico en el sentido de visión del movimiento interno del todo implicaría considerar como historia de la humanidad el proceso que va desde su misma “historia antropológica” es decir del salto cualitativo del antropoide al homínido hasta nuestros días.

 Desde ese punto de vista asiste razón al marxismo en cuanto debe considerarse la primera y más extensa era histórica de la horda y la comunidad primitiva como la afirmación de lo humano que es negada por la era de la violencia y la lucha de clases que Hegel llama historia. Así las cosas hemos de quedarnos a partir de una propuesta dialéctica sobre la periodización general de la historia humana con una gran división en dos grandes eras: a) la del comunismo primitivo (horda salvaje) y b) la de la “era de la violencia (desde las guerras tribales primitivas hasta nuestros días). Ambas eras son divisibles en edades. Nos resulta imposible referirnos a la primera y, en cuanto a la segunda, no cabe dudas de que dos de sus edades o períodos internos son: la antigüedad y la modernidad capitalista.

Tampoco podemos decir acá demasiado de la antigüedad y sus divisiones internas más que indudablemente el esclavismo y el feudalismo son parte de ellas. De lo que si debemos y vamos a intentar afirmar una hipótesis teórica es de las divisiones internas (etapas) de la modernidad que para nosotros no es otra cosa que el proceso de formación auge y declive del capitalismo.

III El capitalismo y las etapas (o fases)

En primer lugar, reiteramos, vamos a respetar la interpretación teórica que plantea la división del capitalismo en etapas (y vamos a usar este término como sinónimo de fase) como lo hizo Lenin, junto con Hilferding y Rosa Luxemburg (además de Hobson, Bujarin y Kautsky). Este concepto fue introducido con una claridad teórica que se definió desde el inicio.

 Cuando Lenin lo definió en “El imperialismo fase superior del capitalismo”, en 1916, el imperialismo se mostraba, claramente, como una etapa distinta del capitalismo que se había conocido hasta entonces, porque había cambiado la forma principal de acumulación del capital y la organización política del capital hegemónico. Ya no se trataba de competencias entre los capitalistas entre sí, fronteras adentro, y competencia entre los países por las rutas comerciales, sino que había monopolios por ramas hacia adentro, fuertemente asociados con el estado nacional y una feroz competencia, hacia fuera, por las zonas de influencia del desarrollo proto-capitalista de los países dependientes. Mucho más habría que decir para describir fielmente este cambio trascendental dentro del proceso capitalista pero todo ello ha sido dicho ya “in extenso”, profunda y agudamente por la abundante bibliografía que se elaboró desde entonces, particularmente en los años 60 y 70.  Es decir que la diferencia entre capitalismo inicial e imperialismo es bien clara en términos marxistas, y lo fue para todos los marxistas hasta, por lo menos, fines de los años 80 del siglo pasado (ya que desde ese punto de vista teórico no se ha de poder encontrar, hasta esa fecha, ni siquiera una suspicacia en contra de la cuestión así planteada).

Así las cosas debe admitirse, también, como consecuencia lógica teórica de todo ello, que el capitalismo, como proceso histórico, presentaba, hasta ese momento, sólo dos etapas, la inicial y la superior. Tampoco ello fue cuestionado por la producción teórica marxista de la época ni hasta el presente. Además ateniéndonos a las diferencias cualitativas marcadas por los teóricos del imperialismo que justificaban llamar a este una “etapa” o “fase” distinta de lo anterior, vemos claramente que la característica diferente del capitalismo inicial era el de ser un capitalismo de “libre empresa” o “libre mercado” que significaba ausencia de monopolio o al menos de un desarrollo cualitativamente inferior del monopolismo y la cartelización, tal cual está descrito en “El imperialismo…”. Y esta característica “no monopólica” del capitalismo inicial es algo que tuvo éste desde sus inicios. Es decir que esa diferencia cualitativa marca la existencia, hasta aquel momento, de dos (y sólo dos) etapas históricas del capitalismo: la inicial y la imperialista.

Restaría ponerse de acuerdo desde el marxismo en torno a la fecha de “comienzo” del capitalismo. No vamos a hacer aquí un análisis particular. Coincidimos con aquellas versiones que advierten signos claros de aparición de esta formación histórica ya en los siglos 1200 y 1300. Es cierto que, en ese entonces, el contexto era en su mayor parte feudal, pero también lo es que las formas capitalistas que ya aparecen en las ciudades comerciales como Génova, Venecia, Brujas , Amberes y las de la Hansa germánica, siendo en ese escenario excepcionales, tenían ya una importante influencia económica y política, sobre todo en sus “hinterlands” y, particularmente, porque está claro que no representaron la aparición de un fenómeno momentáneo y coyuntural, sino que a partir de ese momento no hicieron más que fortalecerse reproducirse y expandir su sistema a todo el orbe. Eso da cuenta de que no eran un fenómeno aislado sino el inicio del proceso.

De este modo tenemos un capitalismo dividido en dos etapas. La etapa inicial desde 1300 hasta 1880 y la etapa imperialista desde 1880 hasta … Esto nos lleva a la cuestión actual acerca de si la “globalización” o el “nuevo imperialismo”, o como quiera llamársele, es o no una nueva etapa o fase del capitalismo. En este sentido queremos adelantar que para nosotros si lo es, por idénticas razones que las que llevaron a considerar al imperialismo como una nueva etapa frente al capitalismo inicial.

Pero antes de entrar a este aspecto vamos a hacer referencia a una cantidad de autores marxistas que, sin plantear claramente esta hipótesis, dejan entrever que hay algo que justifica hacer diferencias entre el proceso capitalista que se vivió durante gran parte del siglo XX y el que nos encontramos protagonizando hoy. Vamos a tomar como una muestra parcial de estas expresiones teóricas algunos trabajos publicados en la revista Socialist Register (SR) del año 2004 titulada “El Nuevo Desafío Imperial” que dedica justamente este número y el siguiente (correspondiente al año 2005) al análisis del imperialismo, por cuanto, en opinión de sus editores Leo Panitch y Colin Leys, “parecía que una limitación cada vez más seria del pensamiento socialista contemporáneo, era su falta de herramientas conceptuales capaces de analizar la naturaleza del imperialismo de hoy, en lugar de reciclar teorías desarrolladas en una etapa muy anterior”[5]. (la cursiva es nuestra)

Leo Panitch precisa más esta inquietud en el primer artículo que compone la publicación, a la que ya nos referimos, artículo que escribe junto con Sam Gindin y titulan “Capitalismo Global e Imperio Norteamericano”, afirmando que “Todo esto nos lleva a pensar que la izquierda necesita una nueva teorización del imperialismo que pueda trascender las limitaciones de la antigua teoría marxista de la rivalidad inter-imperialista …, permitiendo así una apreciación más completa de los factores históricos que condujeron a la formación de un único imperio informal norteamericano”[6]

Todos los artículos de estas dos publicaciones del “Socialist Register” (SR) van a hacer mención con mayor o menor insistencia al “nuevo” imperialismo, cualitativamente distinto del “descubierto” por Lenin y los teóricos marxistas y no marxistas de fines del siglo XIX y principios del XX.

Cierto es que, como ya insinuáramos, no se puede hoy, teorizando seriamente, no reconocer que las transformaciones acaecidas en el mundo desde mediados de los 80 hasta principios de los 90 han puesto a la humanidad en una nueva situación, pero la originalidad de los análisis del “Socialist Register” radica en que su cuño marxista los obliga a hacerse cargo de las diferencias entre la globalización y el imperialismo tradicional tal como se había venido concibiendo desde Lenin y Rosa Luxemburgo hasta los años 80 por todas las corrientes marxistas ortodoxas y críticas.

En otro de los artículos del SR titulado “El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión”, David Harvey cita una cantidad de autores que coinciden en la idea de un nuevo período imperialista cualitativamente distinto de lo que podríamos llamar el “imperialismo clásico”, al que la mayoría de ellos se refiere como “nuevo imperialismo” o “globalización”, y menciona a Panitch, Gowan, Shaw, Petras, Veltmeyer, Went, Amin, Ignatieff y Cooper[7]. A esta lista Gregory Albo, en su aporte a la publicación mencionada denominado “La vieja y la nueva economía del imperialismo”, le agrega el nombre de Michael Hudson, con su “Superimperialism: The origins and fundamental of US world dominance” y los de Hardt, Negri, Sklair y Gill, aunque estos cuatro últimos con una visión distinta del nuevo imperialismo, que ya no sería para ellos, a diferencia de los anteriores autores, una super hegemonía del imperialismo estadounidense, sino otra cosa, desarraigada de cualquier estado nación realmente existente.[8]

De todos modos lo importante aquí es señalar la coincidencia de todos estos autores en que el imperialismo, tal cual lo consideró y describió el marxismo durante los dos primeros tercios del siglo XX, habría finalizado como proceso económico político, dando lugar a este nuevo imperialismo o globalización, que aparece ya nítido promediando la década de los 80 y ya, con total claridad, después de la implosión soviética, a partir de 1989.

 Es precisamente Albo quien realiza con mayor precisión, a nuestro criterio, la descripción del nacimiento de este “nuevo” imperialismo frente al imperialismo histórico que se venía desarrollando desde principios de siglo XX. “Para mediados de los 80, los ajustes de los tipos de cambio y los flujos de capital habían mostrado ser tanto arenas de cooperación como fuentes de tensión, incertidumbre e inestabilidad como consecuencia de las asimetrías comerciales estructurales y de los cambios relativos en las capacidades subyacentes de las tres zonas para producir valor (esta contradicción estimuló a su vez una explosión en los mercados financieros secundarios para cubrir el riesgo). El FMI, el banco Mundial y el G7 –con EUA jugando el papel principal en cada uno de ellos- promovieron la liberalización financiera de la cuenta de capitales como mecanismo para financiar los ajustes comerciales y para que los mercados monetarios externos impusieran disciplina a las economías nacionales”[9]. Esto desde este punto de vista bien podría constituir el contenido del acta de nacimiento de la globalización o “nuevo” imperialismo en términos económico financieros.

Continua Albo explayándose en todo aquello que marca las diferencias entre el momento que termina (imperialismo clásico) y el nuevo imperialismo. “La internacionalización del capital durante las últimas dos décadas no es entonces un ajuste espacial interminable para una crisis económica permanente. Pensar en esos términos recuerda la vieja teoría clásica del imperialismo que entiende el interés de último por contar con mercados para sus excedentes como una relación externa. Esta concepción es errónea porque, por una parte, trata la particularidad de la producción de valor y las relaciones de clase como diferente de la circulación de capital en el mercado mundial y por otra parte porque ve las relaciones contradictorias entre ambas como síntomas de crisis más que como rasgo constitutivo de las nuevas formas de competencia internacional surgidas bajo el neoliberalismo. De hecho el neoliberalismo se ha consolidado como un régimen global institucionalizado que incluye formas particulares de desarrollo, competencia internacional y reforma estatal”[10]

Queda claro entonces que para Albo las diferencias entre el imperialismo histórico y esta nueva etapa de la globalización son esenciales y no solo cuantitativas, y el rasgo económico determinante está en la “financiarización”.

Uno de los teóricos marxistas que parece oponer cierta resistencia a la idea de un significante cambio de período entre el imperialismo y la globalización es James Petras.

En la introducción de “Globalización Desenmascarada”[11] Petras y Veltmeyer se asombran de lo irónico que resulta que “justo cuando las condiciones que tan bien describe y explica el concepto de “imperialismo” han devenido verdaderamente globales el mismo fue abandonado como herramienta para entender que está pasando e informar las prácticas políticas.”[12]

Con ello dan a entender que el termino imperialismo debería seguirse usando lo que en cierto sentido borraría significativas diferencias entre el momento actual y lo que ha sido el imperialismo durante las épocas anteriores remontables hasta comienzos del siglo XX.

Seguidamente se refieren a supuestas etapas del capitalismo de la siguiente manera “Como en los proyectos de desarrollo capitalista que lo precedieron -modernización, industrialización, colonialismo y desarrollo- el nuevo imperialismo….”[13] Esta forma de expresarse lleva a confusión ya que parecieran considerar al momento actual: “nuevo imperialismo”, como una fase más del “desarrollo capitalista” pero sin mencionar el “viejo” imperialismo entre sus antecesores.

Inmediatamente retoman la cuestión al afirmar enseguida que “De todos modos lo que se discute es el significado y sentido de estos cambios y la pregunta acerca de si la globalización representa un fenómeno cualitativamente nuevo o todavía una nueva fase en el largo proceso histórico de expansión imperialista”[14]

 Petras y Veltmeyer contestan negativamente a esta pregunta ensayando una fórmula finalmente algo ecléctica en cuanto a que para ellos la globalización se distingue de lo anterior en términos cuantitativos pero no en términos de unidades de análisis que definan el proceso.

Sin embargo años más tarde en “Juicio a las Multinacionales” ambos autores inician el primer capítulo diciendo “La década del ochenta introdujo una serie de cambios drásticos, incluso revolucionarios, en las formas de organización económica y social que han sido conceptualizados como una “nueva era”, la de la “globalización”, en la cual las economías de todo el mundo están integradas por uno u otro medio (en general a través de “reformas estructurales” en la política macroeconómica) a un “nuevo orden económico mundial”. (la bastardilla es nuestra)[15].

Además en las páginas 60 y 61 de la mencionada publicación se puede leer textualmente: “Hacia 1990, ya se encontraban instituidos, la estructura del nuevo imperialismo, una economía global y un orden mundial neoliberal…” y “… En la década del noventa se consolidó la estructura económica de este nuevo imperialismo…”[16]. Por todo lo que queda en claro que la respuesta a la paradoja inicial que plantean Petras y Veltmeyer se puede responder diciendo que el término imperialismo se dejó de usar simplemente porque habiendo sido usado para designar el período anterior ya no sirve para definir el actual en la medida en que este presenta diferencias sustantivas que exigen reflejarse en los conceptos.

Por lo demás todos los autores de los artículos del SR dan cuenta de esta situación. Leo Panitch y Sam Gindin llaman al momento actual “imperio norteamericano”[17], denominación que de ninguna manera podría haber sido usada para denominar al imperialismo anterior a mediados de 1980, Ahmad lo llama “imperialismo de nuestro tiempo”[18], Harvey se refiere a él directamente como “el nuevo imperialismo”[19] y Greg Albo como ya vimos hacer referencia a un “neoliberalismo consolidado como un régimen global”.

Por su parte otros autores, que no escriben en estos números del SR, como Michael Hudson, se refieren claramente a las diferencias entre el imperialismo clásico y el nuevo momento de la globalización. En “Super imperialism” Hudson afirma: “Lo que resulta novedoso de este nuevo estado capitalista y a diferencia del imperialismo es que ahora es el estado mismo el que succiona los excedentes económicos. Lo que transforma este imperialismo financiero monetario extorsivo en un verdadero super imperialismo es que el privilegio de endeudarse gratuitamente pertenece a una sola nación y no a cualquiera”.[20]

Hudson se refiere al estado norteamericano, como el único que aspira excedentes en una forma nunca antes vista y el único que se da el lujo de convertirse en un estado cada vez más deudor y deficitario a expensas de todo el resto del mundo y señala ese rasgo cualitativo de la época como el fundamento de la distinción entre el esquema económico financiero actual y el anterior. Y, si bien explica como este proceso de devenir de estado acreedor a estado netamente deudor empieza en los tempranos 70, afirma luego, claramente, en el capítulo conclusivo de “Super imperialism”, que titula “Imperialismo Monetario: El siglo 21”[21], que “… los EE UUU pueden ahora acumular cientos de miles de millones de dólares anualmente como déficit comercial y de pagos, sin protesta audible del resto del mundo” y que “Desde entonces los diplomáticos de los Estados Unidos han podido convencer a Europa, Asia y al Tercer mundo –y desde 1991 incluso a la vieja Unión Soviética- de que reorienten sus economías para facilitar la evolución Americana de un estatus de balanza de pagos superavitaria a un estatus de balanza de pagos deficitaria”[22], con lo que deja en claro que el fenómeno de superimperialismo es para él un proceso propio del fines del siglo XX y comienzos del nuevo siglo.

Hay que entender que la mayoría de estos autores (Hudson puede ser una excepción ya que la mayor parte de su trabajo lo realizó antes de 1972), desde su posición marxista crítica están debatiendo, por una parte, con las visiones pro-globalización de la teoría burguesa, que intentan insuflar exitismo y esperanza en el “nuevo orden global”. Por otra parte, también discuten con visiones post-modernas al estilo Hardt y Negri que “esfuman” el poder del imperio en una “gran nebulosa” sin posible detección espacio-temporal y diluyen la sociedad de clases en una “masa informe” denominada “multitud”[23]. Pero debe dejarse en claro que, para todos ellos, el hecho de que el nuevo orden sea tan o más imperialista que el que rigió en occidente hasta los 80, y que el estado norteamericano sea hoy, aún más, el instrumento principal de la alta burguesía propietaria de la riqueza mundial, no significa que no se deban reconocer las diferencias entre el esquema vigente desde fines del siglo XIX hasta la caída de la Unión Soviética y el campo socialista, en manos del neoliberalismo, con el nuevo momento global que estamos viviendo desde entonces, diferencias que no son simplemente cuantitativas como parece sugerirlo Petras, como no lo es el hecho de que hoy las corporaciones económicas y financieras, a través del estado norteamericano, y de la total complacencia de sus aliados, tienen en sus manos el poder militar , económico y financiero mundial (ni siquiera la crisis del 2008 ha alterado aun sustancialmente esta situación).

 Ya sea bajo el nombre de globalización, nuevo imperialismo, imperio, imperialismo monetario o super-imperialismo, todos dan cuenta de la necesidad de un nuevo concepto que defina algo nuevo que se diferencie de toda la etapa anterior, enmarcada en el clásico concepto de imperialismo.

Globalización tercera etapa

Queda sin embargo pendiente la cuestión acerca del por qué este nuevo momento es, precisamente, más que sólo un momento dentro de la etapa imperialista, y, por lo tanto, merece el título de nueva etapa o fase, en sí mismo.

Está claro que ello no habría de justificarse simplemente por lo que está implícito en el término de globalización, es decir por la extensión del capitalismo a casi todas las regiones del globo, ya que la “vocación globalizadora” en ese sentido la tuvo el capitalismo de sus inicios[24].

Yendo aún más allá, del capitalismo en un reciente artículo titulado “Capitalismo, imperialismo, mundialización” Samir Amin señala, citando a Arrighi, Bairoch, Braudel, Gunder Frank, Szentes y Wallerstein que “la mundialización no es un fenómeno nuevo y la interacción de las sociedades es sin duda tan antigua como la historia de la humanidad”[25]

En el mismo trabajo Amin hace una diferencia entre la mundialización de los tiempos antiguos y la de los tiempos modernos, centrada en que, mientras en la primera el proceso de mundialización ofrecía “oportunidades” a las regiones más atrasadas, para que estas pudieran acercarse a los niveles de desarrollo de las más avanzadas (lo que debe leerse como posibilidad de desarrollo independiente), en las segundas, es decir la “mundialización asociada al capitalismo”, el proceso es por naturaleza “polarizante”, no sólo no ofrece esas posibilidades, sino que produce una desigualdad creciente y a partir de allí una influencia desigual de algunos países sobre otros o de bloques de países sobre el resto.

Ateniéndonos exclusivamente al proceso capitalista, (cuyos comienzos, insistimos, se vislumbran a lo largo de un extenso período iniciado ya desde el siglo XIII), ya en lo que podría considerarse su prehistoria, cuando la burguesía comenzaba la acumulación originaria, en los reductos ciudadanos incipientes, en medio del escenario feudal, las propias cruzadas, impulsadas desde los gobiernos centrales de los emergentes estados nacionales, exhibieron esta tendencia de búsqueda de ampliación permanente del espacio geográfico para incrementar las fuentes de riquezas y las vías comerciales.

Las aventuras comerciales de la corona portuguesa y del capitalismo de estado (como lo llamó Pirenne) de la corona española, dieron lugar al colonialismo y al descubrimiento del mundo entero. El mercantilismo que sucedió a estas iniciales empresas de conquista mundializó el comercio y la política dirigida desde las metrópolis de una Europa que se delineaba ya como el centro del nuevo sistema capitalista mundial. Posteriormente, el ascenso directo de las burguesías europeas al poder político en los estados nacionales, definitivamente configurados después del tratado de Westfalia, abrió el camino al surgimiento de países capitalistas en el resto del mundo. Durante gran parte del siglo XIX la expansión del imperio neocolonialista, con una Inglaterra hegemónica, fue un claro proceso de profundización de la mundialización o internacionalización del sistema capitalista especialmente en su faz comercial.

En el siglo XX la expansión mundial del capitalismo ya no solo en su faz comercial sino como expresión su desarrollo productivo e industrial se ganó, como vimos ya reiteradamente, el nombre de “imperialismo” que connota claramente su rasgo globalizador determinante.

Si se tienen en cuenta todas estas tendencias llevan razón aquellos que señalan que la globalización no es una novedad en lo que hace a las características intrínsecas del capitalismo al menos como tendencia permanente.

Sin embargo el término globalización nunca antes se había impuesto para designar estos procesos mundiales como si sucedió desde fines de la década de 1980 y, particularmente, a partir de la caída del muro de Berlín y de la implosión de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y de la paralela explosión de las estrategias neoliberales en el mundo con epicentro en los EEUU sobre todo a partir del segundo mandato de Ronald Reagan y el primero de George H.W. Bush.

En este sentido la imposición de esta nueva terminología (el lenguaje nunca es casual) da cuenta de una nueva situación que se diferencia en aspectos esenciales de las anteriores tendencias mundializantes y, particularmente de la inmediata anterior: “el imperialismo” que, valga la redundancia, imperó ya desde, las grandes crisis económicas de 1880 y claramente desde comienzos del siglo XX.

Para Held , Mc Grez, Goldblatt y Perraton los protagonistas del debate sobre la globalización (el “cliché” de nuestros días) se da entre los “hiperglobalizadores” para los que la globalización es una nueva era en la que la gente está cada vez más sujeta a la disciplina del mercado global, los “escépticos” para los que es esencialmente un título detrás del cual está la realidad de una economía internacional crecientemente segmentada en tres bloques regionales en los que los gobiernos nacionales continúan siendo muy poderosos y finalmente los transformacionalistas para los que la globalización es también como para los hiperglobalizadores algo nuevo y sin precedentes pero no como un estado final al que se haya llegado ya, sino como un proceso abierto en el que los estados y sociedades están tratando de adaptarse a un mundo más interconectado pero más incierto.[26]

Dentro de las tesis hiperglobalistas también distinguen estos autores, por un lado a los neoliberales que dan la bienvenida al triunfo de la autonomía individual y de los principios del mercado sobre el poder de los estados y los radicales o neo-marxistas para los que la globalización representa el triunfo de un opresivo capitalismo global.

Para Ankie Hoogvelt la fase expansiva del capitalismo mundial está terminada. Y la globalización consiste más en una profundización que en una extensión de la integración capitalista[27] Para él, en realidad, globalización es un concepto más sociológico que económico y ha sido desarrollado por sociólogos como Roland Robertson, David Harvey y Anthony Guiddens en términos de cambio de las relaciones sociales de tiempo y del espacio. De todos modos, reconoce que esos cambios en la compresión del tiempo y espacio sociales se manifiestan económicamente en tres formas: la disciplina del mercado global, las nuevas formas de acumulación y producción globales “flexibles” y la profundización de la globalización financiera. Hoogvelt se inscribe entre aquellos que consideran que la globalización es un proceso y no un punto de llegada. No hay para el nada así como una economía globalizada o una sociedad globalizada aún.

Finalmente, y volviendo a Amin, vemos que, en un trabajo anterior, publicado en 1996[28], se pregunta, aun considerando que las tendencias globalistas están presentes en toda la historia del capitalismo: ¿qué hay de genuinamente nuevo en la globalización actual que la distinga de esas tendencias históricas?

Adelantamos que no podemos más que coincidir con él en la caracterización de las novedades económicos políticas de la globalización que son precisamente las que le dan entidad de etapa “per se”.

Amin afirma (desde un enfoque que pretende no abandonar los marcos del materialismo histórico) que, a su entender, la vieja forma de polarización (el contraste entre el centro industrializado y la periferia no industrializada), que dominó desde 1800 hasta 1950, ha ido, progresivamente, siendo dejado atrás por la industrialización del este y del sur (por más desigual que esta haya sido). En estas condiciones la ley globalizada del valor definida para aquel período debe ser revisada teniendo en cuenta esta transformación cualitativa y, sintetizando sus anteriores descripciones sobre las características de esta nueva situación y aquellas que aportan los trabajos de Francois Chesnais (1994), Giovanni Arrigí (1994), Michel Beaud (1989), Kostas Vergopoulos (1993), Olivier Pastré (1992) y Michel Aglietta (1986). Se refiere a tres nuevas características diferenciales de este nuevo momento: 1) La profundización de la interdependencia de los procesos de producción que han avanzado en el desmantelamiento de los sistemas nacionales de producción pero que ha avanzado poco en su sustitución por un orden coherente globalizado de la producción 2) La emergencia de nuevas formas de organización empresarial que han reducido la distinción entre los actores financieros y los actores industriales y 3) El impacto que todo esto ha tenido en las formas de exclusión tanto la exclusión interna de las sociedades más ricas como la exclusión a nivel global de continentes enteros como África.

François Chesnais en un artículo de la revista “Carré Rouge” afirma contundentemente que “Con el cambio de siglo, a grosso modo entre 1992 y 2001, se produjo un cambio de período: no solo de fase en la lucha de clases, sino de período histórico. Este cambio ha sido muy poco analizado por quienes están comprometidos en el combate por la emancipación social…”[29]

Más allá del uso arbitrario que hace Chesnais de los términos período y fase sobre cuyo fundamento no ensaya justificación alguna en el resto del artículo (ni por lo que sabemos en ninguna otra publicación suya) lo cierto es que nos habla de un cambio histórico muy importante. En cuanto a la fecha de producción de tal cambio alude “a grosso modo” a un espacio de tiempo de casi una década entre 1992 y 2001.

De todos modos lo que nos parece más importante de las reflexiones de Chesnais son las descripciones que hace en la segunda parte de su artículo sobre las características que diferencian este nuevo “período” del (¿o de los?) anteriores.

En primer lugar Chesnais afirma que “La mundialización del capital surgida de la liberalización y de la desreglamentación ha significado la formación de un espacio (el “mercado mundial”) que permite al capital poner a competir entre sí a los trabajadores de distintos países. La puesta en competencia a distancia de los trabajadores es uno de los rasgos del nuevo período”[30] Dice que la formación de este “ejército industrial mundial” se vino desarrollando en las dos últimas décadas (el artículo es de 2007) pero que dio un salto en el 2001 con la adhesión de China a la OMC, y de los países “ex -socialistas” a la Unión Europea. Y se refiere también llamativamente a que la “la competencia ha vuelto a ser el mecanismo ciego descrito en El Capital lo que según él habla de un predominio de lo que Marx llamó “anarquía de la producción”. Vemos en esta última reflexión algún indicio de un giro dialéctico de este período post imperialista como regreso al capitalismo originario en forma de negación de la negación.

Otro rasgo distintivo que marca Chesnais es el de que: “No existe el ‘regreso de las naciones’. La mundialización vació de sustancia a la noción de soberanía para todas las burguesías o élites burocrático-capitalistas a excepción de algunas pocas que pueden contarse con los dedos de una mano. Los asalariados ya no modificarán más las relaciones con el capital en los límites de un solo país”[31]. No es esta una afirmación ligera se está planteando aquí un escenario nuevo tanto en los términos de las formas de acumulación capitalista como en lo concerniente a las bases de la estrategia del movimiento obrero y popular.

Otra cuestión que marca Chesnais como novedosa del período es el de la crisis ecológica que considera que está en el centro del nuevo momento histórico y es concebida como un “nuevo terreno de la lucha de clases”.

Chesnais también es conocido por sus análisis referidos a lo que podría llamarse la “cuestión financiera”. Desde esa óptica también señala importantes novedades del “capitalismo actual”. Refiriéndose a las crisis financieras actuales (que dice que de alguna manera fueron vislumbradas por Marx al explicar las “crisis de dinero”) afirma que “Traducen la maduración de las contradicciones a nivel de la formación de la tasa de ganancia, así como de las condiciones de realización del valor y plus-valor” (la bastardilla es nuestra)[32] y cita a Michel Aglietta en un párrafo en su artículo “Le Capitalisme de Derain” que a pesar de su extensión merece ser reproducido por su claridad expositiva en torno al rol de lo financiero en el momento actual: “para mantener una ganancia alta y regular hace falta una demanda dinámica. La misma no puede provenir de los países emergentes, porque están en situación estructural de balanza de pagos excedente. No pueden provenir de los ingresos salariales, cuyo crecimiento es débil. Proviene de los ingresos distribuidos a los accionistas y a la élite dirigente, pero la masa global de esos ingresos es insuficiente para sostener una demanda agregada y creciente rápida. El capitalismo contemporáneo encuentra la demanda que permite realizar la exigencia de valor accionarial en el crédito a los hogares. Este proceso alcanza su paroxismo en los Estados Unidos. Alimenta los desequilibrios financieros que se acumulan siguiendo una pendiente sin contra tendencia. El lazo del crédito y el principio del valor accionarial es estrecho. Empujando al alza de los precios de los activos patrimoniales, el crédito desconecta el consumo del ingreso disponible (la bastardilla es nuestra)[33]

Las “tesis de la financiarización” han recibido críticas en cuanto a su afirmación radical de que a partir de la reacción neoliberal la producción gira en torno a las necesidades y exigencias del capital financiero.

Uno de esos críticos es Astarita para quien es un error caracterizar el ascenso del neoliberalismo como un asalto del sector financiero a los puestos de mando del capital “Pensamos que lo que se llamó la política neoliberal fue mucho más que eso. Fue el ascenso de la reacción de toda la clase capitalista, apoyada en amplios sectores de las clases medias, contra los trabajadores y las capas populares más empobrecidas de los pueblos –por ejemplo los campesinos pobres- para restablecer la rentabilidad y fortalecer las posiciones del capital frente a los explotados….se trató de algo mucho más profundo que el mero asalto de las finanzas y la imposición de tipos de interés altos durante algunos años a principios de los ochenta. El capital industrial o comercial no fue “sojuzgado” por el capital financiero desde fines de la década de los setenta. El trabajo de conjunto, si fue subsumido de forma más completa al capital, sin distinciones de reacciones dentro de éste.”[34]

De todos modos más allá de la discusión acerca de si hubo y hay o no un desplazamiento del sector productivo por el sector financiero del capital tanto los partidarios de uno y otro enfoque dejan en claro que estamos en presencia de un cambio histórico en la forma de funcionamiento del capital y que además lo financiero juega, al menos cuantitativamente, un rol que antes no jugaba en esa medida.

Queremos detenernos en un autor cuya opinión respecto de este tema resulta particularmente interesante, como es el sociólogo español Andrés Piqueras. Piqueras define a la globalización de la siguiente manera : “El actual proceso fundamental condicionante de la correlación de fuerzas entre el capital y el Trabajo es la ofensiva  globalizadora (de regulación unilateral del Sistema) llevada a cabo por el Capital con el apoyo de la drástica revolución científica y tecnológica en curso (en la que confluyen los desarrollos en microelectrónica, informática, biogenética y robótica) que afecta profundamente a la totalidad de las relaciones sociales de producción, atañe al conjunto de los procesos productivos y motiva la redimensionalización del protagonismo del Trabajo como agente social y productivo así como de sus posibilidades de constituirse en sujeto histórico.”[35]

Pero Piqueras, en este trabajo que se inicia como un crítica a ciertas posiciones del llamado “marxismo abierto”, va más allá en cuanto a la cuestión de la periodización histórica: “Cada ‘fase’ capitalista se corresponde dialécticamente con diferentes formas políticas de organización del Trabajo y de su expresión como sujeto político (Las fases no han de ser interpretadas como compartimentos estancos, que explican todo dentro de sí mismas, sino, al igual que las estructuras como inestables expresiones de un “continuum” de luchas de clase, verticales, horizontales y transversales. En cada una de ellas conviven formas o expresiones que son características de otros momentos o correlaciones de fuerza de la relación Capital/Trabajo. Pero sería contribuir al oscurantismo reinante aceptar la propuesta ‘autonomista’ de evitar comprender los rasgos más destacados de esa correlación en cada momento – que es para lo que tiene valor esa periodización como análisis retrospectivo, capaz, al tiempo, de proyectar cierta luz hacia adelante-)…”[36] y propone: “Repasemos unas y otras durante las ‘etapas’ del capitalismo desde que este se hace maduro, o lo que es lo mismo desde que se convierte en el modo de producción hegemónico en las sociedades centrales primero y después en el resto del planeta”[37]

 A partir de esta propuesta Piqueras periodiza al capitalismo en tres “fases 1) Capitalismo liberal competitivo (primera industrialización) 2) Capital monopolista de estado (dos últimas décadas del siglo XIX a años 70 del siglo XX) y 3) Capital monopolista transnacional (mediados de los años 70 del siglo XX hasta la actualidad.

Más allá de que no queda en claro la diferencia entre fase y etapas (que para nosotros no existe) y de algunas discrepancias en torno a los momentos en que se producen los cambios de una fase a otra lo cierto es que Piqueras es uno de los únicos, entre los autores que tratan estos temas, que ensaya una periodización que respeta las etapas de capitalismo inicial e imperialismo establecidas por el marxismo a partir del siglo XX y que reconoce a su vez a la  globalización como una tercera etapa y más aún propone establecer “modos” distintos dentro de la etapa imperialista .

En “Socialismo o Barbarie”, István Mészàros promediando el ensayo anuncia, sin demasiados prolegómenos que “la historia del imperialismo muestra tres fases distintivas”[38] y las enumera a saber como: 1) “El imperialismo moderno colonial temprano constructor de imperios”, 2) “El imperialismo ‘redistributivo’, disputado de manera antagónica por las grandes potencias en beneficio de sus casi monopólicas corporaciones” y 3) “El imperialismo hegemónico global”.

Al vernos obligados a deducir, ya que Mészàros no se explaya mucho más al respecto, tendríamos, en principio, que para este autor todo el capitalismo debe llamarse imperialismo ya que la característica de la primer fase “moderno colonial temprana” de algunos países europeos de expandirse a “partes del mundo relativamente fáciles de penetrar” se encuentra ya en los inicios de la modernidad capitalista.

La segunda fase “redistributiva” coincidiría con el efectivamente denominado imperialismo por Lenin que según Mészàros había terminado en las “postrimerías de la segunda guerra mundial” y a partir de allí pero pronunciándose “con el surgimiento de la crisis estructural del sistema capitalista de los setenta” el “imperialismo global” con los EEUU como fuerza predominante.

Ernst Mandel y la periodización del capitalismo

Unos párrafos aparte merece la visión de Ernst Mandel respecto de la periodización del capitalismo y particularmente su relación con las ondas y los ciclos económicos.

En principio hay que señalar que es Mandel uno de los primeros (y los únicos) que expresa claramente preocupación por la importancia del tema: “La relación entre la leyes generales del movimiento del capital, tal como lo descubrió Marx, y la historia del modo de producción capitalista constituye uno de los problemas más complejos de la teoría marxista. La magnitud de su dificultad puede medirse por el hecho de que nunca ha habido hasta ahora una clarificación satisfactoria de esta relación”[39] y “¿Cuál es la razón de que esta integración de la teoría y la historia que Marx aplicó con tal maestría en los Grundisse y el Capital no haya sido nunca repetida con éxito para explicar estas etapas sucesivas del modo de producción capitalista? ¿Por qué no hay todavía una historia del capitalismo satisfactoria como función de las leyes internas del capital…?[40]

Para explicar sucintamente el contenido del trabajo de Mandel en relación a la periodización del capitalismo es mejor apelar a una cita del trabajo de Claudio Katz de marzo de 2000 titulado “Ernest Mandel y la teoría de las ondas largas”: “Su enfoque es afín a la tradición de periodización histórica del capitalismo inaugurada por Lenin y no a la tesis de ciclos regulares y sucesivos que plantearon Kondratieff y Schumpeter. Puntualiza una distinción cualitativa entre el ciclo y la onda y su principal originalidad es la conexión que establece entre la teoría del valor y los extensos períodos de contracción y expansión económica. Atribuye a la lucha de clases un papel explicativo central de estos procesos en polémica con las interpretaciones institucionalistas y hegemonistas, aunque no logra formular una demostración satisfactoria de la lógica periódica de este entrecruzamiento. Su enfoque incluye una teoría original de las revoluciones tecnológicas, que reformula la concepción schumpeteriana en función de la dinámica objetiva del proceso de valorización. Propone, además, una crítica al estancacionismo destacando que la dinámica del capitalismo es incompatible con la paralización de las fuerzas productivas” (pag.1).

Sin embargo no escapa Mandel a muchas de las contradicciones, confusiones y limitaciones en la exposición de la periodicidad histórica el capitalismo a que aludimos en forma genérica al inicio de este trabajo y tal vez por ello mismo entre otras cosas llega a conclusiones cuya inexactitud se ha encargado de comprobar el mero transcurso del tiempo.

En “El capitalismo tardío” Mandel afirma inicialmente algo que parece toda una definición: “La era del capitalismo tardío no es una nueva época del desarrollo del capitalismo. Es tan sólo un desarrollo posterior de la época del capitalismo imperialista y monopolista. Por implicación, pues, las características de la época imperialista, enumeradas por Lenin conservan toda su validez en el capitalismo tardío”[41]

Más allá del uso indiscriminado de términos como “era” o “época” en lugar de “etapa” o “fase” para referirse al imperialismo lo central de la afirmación radica en que para Mandel, entonces, el capitalismo tardío, que él está viviendo y afirmando que existe como momento histórico desde mitades de la década de 1960, estaría dentro de la etapa imperialista de Lenin, es decir que, conservando la terminología leninista, sería una sub etapa o subfase o un período dentro de la etapa, y sería en esta inteligencia que Mandel afirma que las características del imperialismo “conservan toda su validez”.

Sin embargo a poco andar en el mismo trabajo Mandel reniega de que no haya una “explicación satisfactoria de la nueva etapa de la historia del capitalismo que claramente comenzó después de la segunda guerra mundial”[42] y a poco más afirma que la combinación de las tendencias desiguales del desarrollo de las proporciones fundamentales del modo de producción capitalista “nos permitirá explicar la historia del modo de producción capitalista y, sobre todo, la tercera fase de su desarrollo que llamaremos ‘el capitalismo tardío’, por medio de las leyes de movimiento del mismo capital…”[43]

Pero además Mandel ensaya en este mismo trabajo su hipótesis de periodización en forma explícita diciendo: “La historia del capitalismo en el plano internacional surge así no sólo como una sucesión de movimientos cíclicos de una duración de 7 o 10 años, sino también como una sucesión de períodos más largos, de aproximadamente 50 años, de los cuales hasta hoy hemos experimentado cuatro:

1) El largo período que va dese fines del siglo XVIII hasta la crisis de 1847, caracterizado básicamente por la ampliación gradual de la manufactura manual o la manufactura impulsada por el vapor a la mayoría de las ramas importantes de la industria y de los países industriales. Esta fue la onda larga de la revolución industrial que alumbró al capitalismo.

2) El largo período que va desde 1847 hasta principios de la última década del siglo XIX, caracterizado por el surgimiento y la expansión de la maquinaria con motor de vapor, como la principal máquina motorizada. Esta fue la onda larga de la primera revolución tecnológica.

3) El largo período que va desde fines del siglo XIX hasta la segunda guerra mundial, y que se caracterizó por la aplicación generalizada de los motores de combustión interna, y eléctricos, en todas las ramas de la industria. Esta fue la onda larga de la segunda revolución tecnológica.

4) El largo período que empezó en Norteamérica en 1940 y en otros países imperialistas en 1945/48 caracterizado por el control generalizado de las máquinas por medio de los aparatos electrónicos (así como por la introducción gradual de la energía atómica). Esta es la onda larga de la tercera revolución tecnológica”[44]

Aquí ya Mandel no habla más de épocas o eras, pero tampoco retoma la nomenclatura leninista de etapas o fases, sino que introduce el concepto de “períodos” más precisamente “largos períodos”. Pero además se aparta de la periodización marxista clásica de al menos dos etapas: capitalismo de libre comercio y capitalismo monopolista (imperialismo) que se suceden a partir de, más o menos, 1870/1890, para introducir una sucesión de cuatro períodos caracterizados por el desarrollo tecnológico, sin explicar nada acerca de por qué esta periodización debe sustituir a la marxista-leninista o cual sería, si es que la hay, la articulación entre ambas.

Además si la “historia del capitalismo” es una sucesión de períodos que comienza a “fines del siglo XVIII” habría que pensar que Mandel discrepa con Marx (y varios más) en cuanto a que el capitalismo tiene sus orígenes bastante antes. Pero Mandel nada dice acerca de tamaña cuestión histórica.

En su trabajo de 1980 acerca de una interpretación marxista de las largas ondas del desarrollo del capitalismo Mandel formula algunas apreciaciones sobre la cuestión que resultan de lo más avanzado que se pueda encontrar en la bibliografía marxista al respecto. Así señala que:

“Las ondas largas no son solo empíricamente demostrables. Ellas no representan simplemente la media estadística de determinadas extensiones de tiempo….Ellas representan realidades históricas, segmentos de la historia toda del modo de producción capitalista que definitivamente tienen características diferentes”[45]. La importancia de este enfoque materialista de la cuestión alejado de todo formalismo se complementa con una visión dialéctica más profunda aun “Podemos encontrar una importante confirmación de esta “totalidad” histórica de las ondas largas en la correlación entre series de tendencias ideológicas predominantes (predominantes al menos dentro del marco ideológico burgués) y las tendencias generales del desarrollo económico que ellas reflejan desde un prisma dado”[46]

Es decir que los diferentes momentos determinados por las ondas no son solo períodos económicos sino que son verdaderos momentos históricos en los que lo estructural y lo superestructural (por recurrir a cierto esquematismo expositivo) se acompañan y se inter influyen en el ritmo histórico determinado por el desarrollo del sistema.

Así Mandel encuentra que precisamente el momento de acelerado crecimiento económico del período que el ciñe entre los años 1948 y1968 se caracterizó ideológicamente por el “credo” del creciente optimismo garantizado por el pleno empleo y la racionalidad tecnológica.

A ello le podríamos agregar que fue el funcionalismo sistémico desde la teoría social el que pudo reinar entonces en esas condiciones. Pero luego a partir del declive de la onda larga depresiva de los años 70 y 80 en que la teoría económica de moda Keynesiana correspondiente al período anterior es reemplazada por el monetarismo. Y el agudizamiento de las condiciones de explotación por la mayor presión económica aplicada por las clases dominantes tuvo como efecto ideológico la proliferación de un irracionalismo y un escepticismo que tuvo como expresión en Francia por ejemplo a los “nuevos filósofos” pero también desde la extrema derecha norteamericana el darwinismo social la “sociobiología” y la justificación “científica” del racismo.. Y, con un reflejo dialéctico advierte también que este predominio del sesgo ideológico teórico irracionalista es el mismo que había estado en la base del pensamiento burgués antes del gran crecimiento, en el período de entreguerras.

Es decir que Mandel logra advertir la existencia real de un proceso material de la historia que es total en cuanto abarca todos los aspectos del movimiento social económico político y cultural y que tiene de alguna manera una sucesión de fases que se niegan unas a otras, aunque no lo diga explícitamente. Esto es mucho más de lo que ha podido percibir el resto hasta hoy.

Otras visiones

Inmanuel Wallerstein desde su concepción del “sistema mundo” coincide en cierto sentido con las posiciones de Braudel en cuanto a la interpretación de los momentos históricos del capitalismo  inicial.  En  relación  al  tiempo  posterior  a  la  Revolución  Francesa tiene  su  propia visión.

Se  pregunta   “Los  años  1989-1991  marcan  un  viraje  decisivo  en  la  historia  contemporánea. Casi todos parecen estar de acuerdo con eso. ¿Pero viraje de dónde hacia dónde?”[47]

Y encuentra la respuesta en el supuesto hallazgo de un período políticamente homogéneo que según su visión va desde 1789 hasta 1989 que  caracteriza ideológicamente como el del “reinado”  del  liberalismo  y  dentro  del  cual  identifica  dos  “movimientos  revolucionarios mundiales clave”: 1848 y 1968. El primer período interno de esta gran etapa, es decir el que va  de  1789  hasta  1848  es  en  el  que  se  forman   o  toman  cuerpo  las  tres  modalidades  del pensamiento  liberal   que   a  su  entender  serían  el  conservadurismo  liberal,  el  liberalismo propiamente   dicho  y  el  socialismo.  En  este  primer  período las  tres  modalidades   habrían tenido  un  fuerte  sesgo  antiestatista.  El  segundo  período,  o  sea  el  que  va  desde  1848  hasta 1968   estas  modalidades  ideológicas   dentro  del  gran  paraguas  liberal  habrían  acusado  aun anómalamente una  fuerte  tendencia  pro  estatista.  Y  desde  1968  hasta   1989  se  vuelve  a transformar  la  “estrategia  de  la  economía  mundo  capitalista”  y  se  caracteriza  por  la “destrucción del consenso liberal” desembocándose con la caída del sistema socialista mundial en 1989 en el fin del liberalismo.

Debe decirse que aunque más no sea porque soslaya sin decir una frase la división clásica del capitalismo  de  libre  mercado  con  el  capitalismo  monopolista  reconocida  por  varios  e importantísimos autores marxistas y no marxistas, que esta versión de Wallerstein es poco más que antojadiza.

No vamos a entrar de todos modos en una crítica más profunda de su visión en tanto que no es algo que esté conectado con su pensamiento fundamental acerca del sistema mundo y su concepción   braudeliana  de  la  historia  mundial,  sino  que son ideas  publicadas  en  distintos artículos en la década de los 90 y recogidas finalmente en el trabajo que se cita.

De todos modos una teoría que trata de encontrar un elemento homogenizante en el tramo histórico  que  va  desde  la  Revolución  Francesa   hasta  el  neoliberalismo  de  los  90,  en  el pensamiento liberal cae por su propio peso.

“La  Globalización  es  una  realidad  que  involucra  al  mundo  entero  y  porque  presenta  una altísima  complejidad  obliga  a  afrontarla  científicamente;  lo  que  significa  síntesis  expositivas nuevas, que se sustenten en las viejas, para mostrar su desarrollo, como  una nueva etapa del capitalismo, sistema que desde su inicio se ha sustentado en el mercado mundial”[48]

Esta frase a la que adherimos totalmente no es nuestra sino del profesor ecuatoriano Alberto Moreno Cornejo y es la frase inicial de su trabajo que va en el mismo sentido que el contenido de este ensayo “La globalización última fase del capitalismo” Pero  no  solo  este  título  y  esta  frase  inicial  del  trabajo  interpretan  nuestro  pensamiento.

Veamos “Por otra parte, tratar sobre la globalización, aun dentro del ámbito de pensadores marxistas, podría considerarse que es alistarse bastante tarde, cuando tanto se ha dicho sobre el asunto, pero creo que algo se puede aportar para comprender a la globalización como una nueva  fase del  capitalismo,  diferente  cualitativamente  al  imperialismo,  aunque  muchos aspectos  del  mismo  puedan  mantenerse  en  ella,  como  en  el  imperialismo  se  mantuvieron formas del sistema en su fase de libre concurrencia, y, abrigar la posibilidad que se perfila de que sea  la última fase de este sistema, al conjugar la interrelación de necesidad y casualidad, en  que  la  superación  que  es  necesaria,  como  lo  anotó  el  propio  Marx,  se  constituya  en  la casualidad  del  debilitamiento  del  sistema  al  pretender  el  dominio  absoluto   del  mundo,  en base  al  mercado,  la  tecnología  y  la  comunicación,  aumentando  la  pobreza  y  la  riqueza,  el lumpenproletariado y la lumpenburguesía, la omnipotencia de unos pocos y la subyugación de miles de millones”[49]

Aquí  expone   Moreno  Cornejo  una  hipótesis  similar  a la  nuestra  no  solo  en  cuanto  a  la consideración de la globalización como una etapa o fase distinta del imperialismo sino como la tercera  y  la  última  de  todo  el  sistema  y  agrega,  además,  su  concepción  dialéctica  de  la terceridad, como modo de síntesis, en la que se resuelven las categorías de la dialéctica (el da el ejemplo de la necesidad y la casualidad).

Moreno Cornejo profundiza además sus argumentos en cuanto a la diferencia cualitativa de la globalización  con  el  imperialismo:  “La  nupcialidad  entre  el  capital  industria  y  el  capital financiero, con la íntima relación del capital comercial, ha crecido, con lo que se da un cambio cualitativo,  en  el  que  el  dominio  de esas  situaciones  se  han  invertido,  en  que  en  definitiva  el capital financiero, el capital ficticio, es el que domina la situación, lo que en ninguna forma significa  que  lo  industrial,  con  sus  importantes  rubros  de  producción  de  energía  y  de transporte,  no  pese  en  las  determinaciones  que  se  toma  sino  que  siendo  parte  los mismos grandes industriales y sus empresas de las instituciones financieras, estas reciben el aporte del capital comercial y el dinero que se recibe por el  interés con lo que se constituyen los grandes recursos disponibles, por el juego que se da al dinero en inversiones actuales y futuras, con lo que  la  oligarquía  financiera  se  siente  dueña  del  mundo  y  dirige  sus  créditos  hacia  las actividades que más favorezcan al actual proceso descentralización de capitales.”[50]

Es decir que la globalización es la tercera etapa, es la última y su sesgo es financiero. En relación al tan debatido tema de los estados nacionales y la globalización Moreno Cornejo ensaya   una  lectura  bien  dialéctica  de  la  situación  superando  la  antinomia  corriente.  “En  la actualidad  el  centro  se  diluye,  aunque  el  estado  nacional-capitalista  de  Amin permanece  en toda su capacidad de acción en relación a mantener las reglas del sistema; pero cede paso a la importancia de las formas de inversión en que las cosas no hacen para el país centro y a través  de  este  para  su  gran  burguesía,  convirtiendo al  estado  en  ente  monopolista,  sino directamente para los monopolios que mantiene su sede principal en el Estado hegemónico o centro  mundial,  porque,  en  las  propias  naciones  periféricas  se  sirve  a  esa  empresa monopolista, en la versión nacional de ella que, es su conveniencia da la sensación de que se trata de algo propio y no de algo que actúa desde afuera”[51]

Finalmente en  cuanto a la periodización  del  capitalismo  Moreno  Cornejo  ensaya   una propuesta muy similar a  la  nuestra  aunque  con  denominaciones  peculiares  de  cada  etapa.

Para  él  las  fases  históricas  del  capitalismo  son  tres:  “a)libre  concurrencia;  b)imperialismo colonialista;  y  c)imperialismo  globalizador,  lo  que no  se  opone  a  que  existan  situaciones intermedias  de  transición”[52]

 Y  además   especula  también   en  coincidencia  al  menos  en términos generales con nosotros sobre las tres divisiones internas en períodos de la primera etapa  “La  burguesía  del  estado  llano  sometida  a  la  voluntad  del  Rey  y  de  los  nobles, despreciada por estos y sometida, se abrió paso, por la acumulación en la forma que fuese, principalmente  usuraria  y  trasladó   el  poder  económico  del  señorío  a  ella  al  darse  la acumulación  originaria  (lo  que  nosotros   consideramos  como  primer  período  de  la  etapa capitalista  inicial),  que  se  aumentó,  con  el  mercantilismo  (lo  que  nosotros  consideramos  el segundo  período  de  la  etapa  capitalista  inicial)  que  especializó  la  producción   y  generó  la manufactura,  con  el  obrero  colectivo  (lo  que  nosotros  consideramos  el  tercer  período  de  la etapa capitalista inicial). Estos son cambios en la cantidad o en la calidad, que determinaron aspectos de la realidad social y económica del capitalismo”[53]

Más  allá  de  precisiones  sobre   los  momentos  en  que  estos  períodos  se   iniciaron,  se  consolidaron y terminaron no podemos más que coincidir en la sucesión de momentos internos de la primera etapa del capitalismo y en la caracterización específica de cada uno con sesgo financiero (usurario), el primero, comercial; el segundo, productivo; el tercero (que además da lugar a la formación de la clase obrera) pero los tres dentro del sesgo general comercial de toda la etapa.

Nuestra hipótesis, respecto de la globalización:

También desde un enfoque ciertamente materialista histórico, como ya venimos adelantando, hemos  de  proponer   una   hipótesis  de  las  etapas  capitalistas,   diferenciándolas  entre   un capitalismo inicial, que dura hasta fines del siglo XIX, una etapa imperialista, que dura hasta los años 1980 y una etapa de capitalismo globalizado que dura desde fines de los 80 hasta nuestros días y en la cual nos hallamos hoy inmersos.

Si se acepta esta hipótesis se puede, desde un punto de vista dialéctico, encontrar rasgos en la globalización que repiten de manera sintética los aspectos de las dos primeras etapas en un movimiento  de  “bucle”  de  negación  de  la  etapa  anterior  (imperialismo)  la  que  a  su  vez  es negación de la anterior (capitalismo inicial).

De este modo la globalización volvería al capitalismo inicial pero en una vuelta de espiral que la  pone  en  un  plano  superior  a  aquél  y   que  incorpora  aspectos  centrales  de la  etapa intermedia.  Este  movimiento,   en  tríada,    que  constituye  la  esencia  del  pensamiento dialéctico, es inherente al enfoque materialista histórico, que (en términos muy sencillos) no es  otra  cosa  que  la  aplicación  de  los  principios  de la  concepción  filosófica  del  materialismo dialéctico a la interpretación de la historia humana.

En este sentido, si el paradigma económico del primer capitalismo fue el liberalismo, que tiene su  madurez  teórica   en   Adam  Smith   y  que  llega  a  su  apogeo,  en  la  práctica,  con  el  libre comercio de la época del imperio neocolonial inglés del siglo XIX, la matriz económica desde fines de 1980 es el  neoliberalismo y su sola denominación da, de por sí,  ya claros indicios de un cierto  retorno  sintético  al  patrón   económico  original  en  su  forma  “neo”.  Es  decir   una vuelta  al  libre  juego  de  la  oferta  y  la  demanda  de  los  mercados  pero  en  una versión de mercado global, y sin perder, los estados que comandan el proceso (particularmente EEUU), el sesgo keynesiano del estado poderosamente intervencionista, típico de la etapa intermedia del  imperialismo,  (principalmente  a  través  del  proteccionismo   y  el  gasto  militar  llamado precisamente “keynesianismo militar”).

Paralelamente, en términos de forma predominante de reproducción del capital, pareciera ser que, si el primer capitalismo fue comercial en el sentido de tener su eje principal en el libre mercado de bienes y productos manufacturados, el segundo (imperialismo) fue productivo, industrial, de extracción directa de plusvalía y  la diferencia en los términos del intercambio con  los  países  dependientes,  y  la  actual  etapa,   de globalización,  es  predominantemente financiera, en la forma de mercado libre global de capitales.

Si  esto  fuera  así  tendríamos,   en   la  sucesión  de  etapas  históricas  de  la  edad  moderno capitalista, reproducidos los momentos de la dialéctica de la mercancía D-M-D de Marx en la fórmula más detallada D – M (FT y MP) P M’ – D donde FT es fuerza de trabajo , MP son los medios de producción y P el proceso productivo[54]. Con lo que el primer capitalismo de sesgo comercial corresponde al momento inicial de la mercancía (D-M), el segundo (imperialismo) de  sesgo  productivo   al  momento  intermedio  (MPM’)  y el  tercero  la  globalización  de  sesgo financiero al comercio de dinero (M-D) . Así, desde la lógica dialéctica, el movimiento interno del elemento que constituye la piedra basal del sistema, determina la dinámica histórica del sistema mismo.

Por  otra  parte  los  sesgos  de  las  etapas  tiene  una  fuerte  determinación  por  el  grado  de desarrollo  de  las  fuerzas  productivas  respectivas. Si lo  que  más  se  desarrolla   entre  los comienzos del capitalismo y el siglo XIX son los medios de transporte, tanto marítimos como terrestres, yendo desde las caravanas, cruzadas y “descubrimientos” de continentes del inicio hasta  el  barco  a  vapor  y  el  ferrocarril  nonacentistas,  esto  se  condice  con   el  desarrollo principalmente   del  comercio,  lo  que  remata  en  el  imperio  comercial  inglés   del  siglo  XIX, aunque,  como  venimos  viendo,   ni  lo  financiero  ni  lo  industrial  hayan  para  nada  estado ausentes,  sino  que  le  dieron   a  su  vez  un  sobre  sesgo  financiero  comercial  e  industrial comercial al primer y tercer período de la etapa. La segunda etapa, industrial, respondió sobre todo al desarrollo energético de la electricidad y de la extracción petrolera y del acero lo que permitió  la  industria  de  industrias  en  gran  escala  y  la  tercera,  financiera   se  vio superestimulada por el desarrollo particularmente vertiginoso de las comunicaciones. Propio de la globalización.

Desde un enfoque no tan centrado en lo económico, si el primer capitalismo fue la época de la  formación  consolidación   y  afirmación  de  los  estados  nacionales   con  todo  lo  que  ello significó  en  términos  de  estructuración  de  un  orden único  interno  en  cada  nación,   la globalización parece esgrimir el mismo impulso ordenador y unificador pero ya no respecto de los estados nacionales, que en cierta forma ven relativizado su papel soberano (aunque para nada  extinguido),  sino  respecto  del  orden  mundial,  con  una  sola  hegemonía   estatal,  la  de EEUU (seguida en una postura de asentimiento cuasi-silencioso por la Unión Europea y Japón) y  el   surgimientos  de  organismos  internacionales  supraestatales   en  los  que  la  influencia decisiva de los EEUU es más que evidente. Estamos hablando entonces de un bloque de poder y  de  dominación mundial formado  por  los  grupos  capitalistas  que más  concentraron  en  las últimas  décadas,  que  han  colonizado  definitivamente los  estados  de  los  principales  países centrales particularmente el estado norteamericano  y como apéndice los de los países más poderosos  de  la  UE  y  el  estado  japonés. Es   hoy  prácticamente  imposible  la  pretensión  de cualquier estado de desacoplarse y buscar un destino propio aislado de lo que acontezca en lo global. En este caso los estados nacionales parecen jugar el papel que jugaron las ciudades las villas  y  los  feudos  en  su  inicial  resistencia  a  la  aceptación  del  poder  nacional  central que imponían por entonces  las  monarquías  absolutas.  Es  entonces  también  la  globalización  un proceso  de  concentración   centrípeta  de  poder  político,  como  lo  fue  el  proceso  de estructuración inicial del capitalismo. Pero ya no  en escenarios nacionales sino a nivel global, (ha aparecido la cuestión política del gobierno mundial) integrando y desarrollando, también así, en  el  movimiento de  síntesis, la  tendencia   internacionalista  que  emergió   en  la  etapa intermedia del imperialismo.

En  este  sentido  el  fortalecimiento  de  estados  nacionales   como  los  de  países  llamados emergentes   particularmente  China  o  el  sendero  de  autodeterminación  y  defensa  de  la soberanía  que   se  desarrolla  en  varios  países  latinoamericanos  son  hechos  políticos  que confrontan  y  desafían   el  hegemonismo  imperial  y  que  justamente  por  eso  lo  ponen  de manifiesto.

Otro  aspecto  de  la  globalización  que  sugiere  un  regreso  dialéctico  a  la  etapa  del  primer capitalismo es el fenómeno de la exclusión, contrastante con el modelo de sociedad inclusiva del  imperialismo, cuyo  paradigma  de  organización  político  institucional  es  el  estado benefactor y la plena ocupación como tendencias hegemónicas. Este fenómeno de la exclusión es comparable a la sociedad segregante del primer capitalismo que ya desde sus prolegómenos en el momento  de la  formación  de  los  estados  nacionales  modernos  (1200-1300) separaba (y excluía) religiosamente a los herejes como “los otros fuera de la fe” y que, luego, en el avance del desarrollo del sistema manufacturero y el capitalismo  mercantilista excluyó a gran parte de la población campesina (la inmensa mayoría de la población total) que  expulsada  de  las  mesnadas  feudales  por  el  impacto   de  la  parcelación  y  las  prácticas capitalista  en  la  explotación  de  la  tierra   quedó  en  el  limbo  entre  ese  campo,  que  ya  no la necesitaba, y una industria ciudadana incipiente, que todavía no la necesitaba. Este proceso es descrito  claramente  por  Marx  en  el  tomo   I  de    El  Capital”.  Los  vagos  y  los  mendigos,  los enfermos,  los  pobres  en  general   excluidos  de  cualquier  radicación  fija  y  de  trabajo  estable fueron  ubicados en  el lugar  del  otro,  sin  pertenencia,  y  sospechados  de  criminales, perseguidos  y  ejecutados.  No  es  casual  que  las  primeras  leyes  penales  de  la  modernidad fueran las denominadas “leyes de pobres” (Poor Acts) de la Inglaterra isabelina. Finalmente en el siglo XIX las teorías criminales del positivismo y el racismo se encargaron de desarrollar los argumentos teóricos “científicos” para demostrar las subhumanidad de los integrantes del gran ejército de reserva proletario con los estereotipos del homo criminales, del vicioso y del haragán  y  justificar  su  segregación,  eliminación  o  tratamiento  recluyente,  estigmatizante  y excluyente.

También  hacia  el  afuera  del  centro  europeo.   Esta   primera  sociedad  capitalista   y  el  poder político de esta etapa de estructuración y consolidación del capitalismo inicial, operaron en una   dinámica   excluyente  respecto  de  los  infieles  del  Islam,  los  colonizados,  los  nuevos esclavos  para  la  producción  agrícola  capitalista  de las  colonias,  y  también  respecto  de los pueblos originarios de los países neocolonizados.

Por su lado, la globalización tiene también como rasgo novedoso la exclusión y la segregación del que quedó fuera de los circuitos económicos del nuevo orden neoliberal y como tales son considerados  como  otros,  extraños  y  peligrosos.  En  los  países  centrales  este  rol  lo  juegan principalmente los inmigrantes aunque también sectores nacionales marginales. En los países subdesarrollados  la  partición  de  la  sociedad  entre  ricos  y  las  clases  media  altas,   que  han concentrado  poder  económico   aprovechando  el  impacto  que  ha  tenido  el  nuevo  esquema económico globalizado en sus países, se recluyen en clubes o barrios cerrados de los otros muchos que han quedado afuera y vagan por las calles buscando desechos, o permanecen a la espera ( o al acecho) de alguna oportunidad, situación que ha tenido como consecuencia un claro  aumento  de  la  criminalidad.  De  alguna  manera   los  desocupados,  marginales   e inmigrantes ilegales de la actual globalización no  dejan de evocar como víctimas principales del  nuevo  “neocapitalismo  salvaje”  a  los  “menesterosos”  de  las  épocas  despiadadas   de  la constitución  capitalista  inicial.  Son    significativas  en  este  sentido    las  palabras  finales  del capítulo 7 del trabajo de Hoogvelt citado anteriormente “… la clave para la preservación de este nuevo orden emergente es entonces no una cuestión económica sino una cuestión de ley y orden. El problema es cómo manejar a los segmentos excluidos de la sociedad. Las políticas de exclusión toman muchas formas. Podemos ver ejemplos en los fusilamientos de chicos de la calles  en  Brasil  y  Colombia  y  en  las  leyes  y  vigilancia  anti-inmigratoria en las  aguas mediterráneas  alrededor  de  la  fortaleza  europea.  Somos  testigos  de  las  políticas  de encarcelación masiva en los Estados Unidos donde más de dos millones de personas (donde los negros, jóvenes y desempleados se encuentran sobrerepresentados) permanecen en las cárceles….”

En  la  etapa  imperialista el  empate  político  internacional,  en  términos  de  fuerzas  ideológicas contrapuestas,  que  significó  la  existencia  de  países  poderosos  de  ideología  y  estructuras económicas  sociales  y  políticas  contrarias  al  capitalismo,  puso  límites  a  la  segregación hacia fuera (crisis del neocolonialismo y surgimiento de los movimientos tercermundistas) y abrió espacios en los escenarios nacionales para el desarrollo de movimientos políticos alternativos con potencialidades reales de disputa de poder.

Todo ello se terminó con el advenimiento de la globalización generándose nuevas y distintas arenas  de  lucha   política.  No  existe   ya  hoy   un  centro  de  poder  alternativo   al  que  de  una forma u otra se referencien las fuerzas locales antisistémicas. Lo antiglobal (y anticapitalista) de  hoy  parece  haber  en  cierta  forma  adquirido  algo  del  espíritu  que  mandaba  al  original internacionalismo  proletario,  surgido  a  finales  de  la  primera  etapa  capitalista.  Esta  nueva forma del movimiento político contestatario a la globalización parece, en cierta forma, estar respondiendo  a  un   llamado,  ya   no  al  encolumnamiento  detrás  de  una  estrategia   política internacional conformada e institucionalizada desde la óptica de poder de un solo estado o un  grupo  de  estados,  sino  a  la  incorporación  a  una  red   de  lucha  mundial  de  individuos  y organizaciones en los que resuena el eco del grito “uníos” del viejo manifiesto.

Concluimos entonces en una nueva visión, desde el marxismo, que afirma la existencia de tres etapas en el capitalismo que podríamos llamar la mundialización capitalista (1300-1880), el imperialismo capitalista (1890-1985) y la globalización capitalista (1990….) Los tiempos de duración de las etapas se acortan significativamente de acuerdo a la dinámica del  proceso  histórico.  Ello  es  entendible  ya  que  esta  dinámica  está   determinada  por  la velocidad de desarrollo de las fuerzas productivas[55]


VII La globalización tercera y última etapa del capitalismo.

Si  se   busca  en  la  red   informática  tanto  en  español  como  en  inglés   referencias  a  la globalización, como una “etapa del capitalismo”, se verá que las referencias concretas son muy escasas. Mucho menos se encontrará si, además, a la referencia de búsqueda se le añade la circunstancia de que, como etapa, sea, además, “la última” de todo el proceso capitalista.

¿Por qué un fenómeno tan tremendamente contrastante con el imperialismo, que vivimos sin solución de continuidad desde principios de siglo hasta mediados de los 80, no ha dado que pensar en una nueva etapa del capitalismo a los autores y a los dirigentes políticos marxistas? Sobre  todo,  cuando  su  consideración  como  “etapa”  implicaba  una  tan  dialéctica  división triádica del proceso total del propio capitalismo, mostrando, la brutal avalancha globalizadora, elementos  tan  evidentemente  sintéticos  de  los  dos momentos  anteriores  de dicho  proceso total.

La explicación debe buscarse tal vez, justamente, en el sentido con que se usa aquí del término “avalancha”.  El  imaginario  erróneo  (pero   inevitable)  de  la  finalización  del  capitalismo   y  el advenimiento del socialismo en algún momento durante la etapa imperialista, aceptándose demasiado textualmente la afirmación, circunstancial, de Lenin sobre lo de “última etapa”, al calor de los logros impresionantes del socialismo en el siglo XX y particularmente al calor del entusiasmo revolucionario que generaron las lucha en auge en la década de los 60 y 70, llevó,    a  quienes  participamos activamente de  este último momento de excitación revolucionaria, a  experimentar  una  frustración   durísima   con  el  agotamiento  y  caída  del proceso del socialismo real en los lugares en que más se había desarrollado.

La reposición del duro golpe ideológico recibido y los esfuerzos por resistir el aluvión de teorías  de la globalización que intentaban arrasar con todos  los  principios y aportes fundamentales  del  marxismo  a  la  comprensión  de  la  realidad y de  negar incluso  verdades científicas   que  se  creía  que  ya  habían  alcanzado  un  consenso  inconmovible como  la  propia teoría de la evolución humana, hizo imposible que en un principio pudiera haber espacio y tiempo para el análisis con profundidad de estos elementos nuevos surgentes que invitaban a la reflexión dialéctica seria.

A poco andar comenzaron a surgir también interpretaciones pretendidamente marxistas que recurriendo a elementos válidos que fueran el aporte del desarrollo de las ciencias sociales y políticas de los 80 y los 90 engendraron constructos teóricos de alta complejidad y efectivo poder de confusión entre los que destacan por ejemplo los de Holloway y los de Negri, a los que hubo que salirles al paso. La tarea no ha sido  sencilla en cuanto la propia estructura de propaganda teórica burguesa los alentaba, sobre todo en aquellos aspectos más claudicantes.

Sin embargo con el paso del tiempo y principalmente con el desarrollo de los acontecimientos en todo este mundo globalizado aparece hoy la posibilidad de pasar de cierta imprescindible defensiva teórica a abordar los desafíos del desarrollo de la propia teoría revolucionaria sin el cual –y esto se ha repetido después de los clásicos del marxismo hasta el cansancio aunque la mayoría de las veces sin comprenderse el sentido profundo de la afirmación- la revolución es imposible.

Hay  dos  caminos  que  no  llevan  al  desarrollo  del marxismo:  uno  es   el  que  lleva  de  regreso oculto  tras  terminología  novedosa  y  construcciones   teóricas  originales  a  viejas interpretaciones burguesas de la realidad que precisamente el marxismo se ha encargado en su momento de poner en evidencia como falsas. Otro  es la simple adecuación - a veces con “forceps”-   de  las  construcciones  teóricas  marxistas,  desarrolladas  para  comprender  otros momentos de la realidad histórica social política y económica, a la realidad actual.

Pensamos  que  la  concepción  de  la  globalización  como tercera  etapa  del  capitalismo  abre  la puerta a ese desarrollo del marxismo-leninismo como teoría revolucionaria y permite no solo interpretar  no  solo  con  mayor  precisión  en  forma  directa  los  acontecimientos  humanos actuales  sino  que  (y  esto  también  es  esencial  para  una  interpretación   correcta  de  la actualidad)  permite   entender  mejor  los  tiempos  inmediatamente  pasados,  como  la  etapa imperialista,  sus  momentos  internos,  su  final  y  sobre  todo  la  cuestión  de  la  imposibilidad material de que el capitalismo se hubiera agotado en ella. Esto no es una cuestión menor ya que de entenderse ello así queda en claro que el agotamiento de la experiencia soviética y su incapacidad  de  continuar  y  extenderse   no  se  puede  atribuir  simplemente  a  cuestiones coyunturales y mucho menos a errores tácticos o estratégicos.

Tal  enfoque  haría,  desde  nuestro  criterio,  mucha  más  justicia  al  proceso  soviético  como  un todo  y  ayudaría  a  poner  muchas  cosas  en  su   lugar   al  respecto,  lo  que  por  otra  parte  es imprescindible si se quiere tener éxito en la lucha ideológica y teórica revolucionaria actual.

El otro término que integra nuestra propuesta teórica respecto de la globalización es el de que esta tercera etapa es la última. Algo impactante que puede ayudar a ver con más convicción la inminencia de un fin de época que va mucho más allá del paso de una etapa a otra y que significa un cambio civilizatorio[56], es el hecho cada vez más comprobable de que está en riesgo el propio planeta y que el daño “in crescendo” es imposible de parar en el marco de los parámetros de la organización social y política que implica el capitalismo, la competencia y la guerra[57] La densidad de este pronóstico de terminalidad se espesa si se tienen en cuenta los tiempos históricos que resultan de la proyección lineal, con la acotación proporcional correspondiente dentro del marco de nuestra propuesta. Esto es que la conclusión del capitalismo como modo de producción determinante de la época está en sus  prolegómenos en estas décadas que se avecinan.

La  afirmación  no  puede  (afortunadamente)  más  que  inquietar  los  ánimos  responsables, retrotraer  a  innumerables  anuncios  de  situaciones  prerrevolucionarias  no  consolidadas   en ninguna revolución mundial y finalmente conducir al interrogante sobre: el sujeto histórico. La  inquietud  de  ánimos  de  aquellos  que  sienten  un  compromiso  real  con  el  futuro  de  la humanidad no nos preocupa porque es en realidad nuestro propósito.

En  cuanto  a  los  anteriores  anuncios  revolucionarios frustrados   no  nos  habremos  de  hacer cargo en tanto y en cuanto lo que aquí presentamos es un análisis teórico coherente con una lógica analítica interna por lo que no debatiremos con sensaciones o intuiciones pasadas, de las que por lo demás desconocemos sus fundamentos concretos, si es que los tuvieron, sino con aquellas ideas que pongan en cuestión (con sus  respectivos fundamentos) a las que aquí exponemos y /o a nuestro método de análisis.

Respecto  del  sujeto  histórico  no  es  el  objeto  de  este  trabajo  que  como  ya  se  ha  de  haber advertido se concentra más en los aspectos “objetivos” del proceso histórico. De todos modos no puede dejar de señalarse que, desde un punto de vista materialista dialéctico, lo objetivo y lo subjetivo no son más que dos aspectos en tensión de una misma realidad. Y si se levanta un poco la mirada de las urgencias inmediatas y los obstáculos al paso en cada lugar en que se esté tratando de impulsar el cambio político y social a través de la lucha popular se verá que la dimensión  que  han   adquirido  estas  luchas  en  cantidad  y  calidad   en  toda  la  extensión  del planeta es inédita, sus formas de organización superan todas las imaginables anteriormente y el  grado  de  comunicabilidad  e  interconexión  empieza a  tener  un  cariz  que  habríamos envidiado en épocas del imperialismo.

Por otra parte el sujeto histórico no es un “algo” que uno pueda sentarse a esperar verlo formado para sumarse a él sino que está en nosotros mismos, en la confianza (científica) de que  los  cambios  son  inevitables  y,  particularmente, en  la  medida  en  que  esa  confianza  nos predispone a ir por más.

Resta un capítulo de este ensayo que debería abordar la cuestión de los períodos internos de la tercera y última etapa del capitalismo, la globalización en la que hoy estamos. Siempre  es  más  complejo  escribir  sobre  tendencias  históricas  actuales  por  la  carencia  de perspectivas que si tenemos hacia los hechos del pasado.

La globalización como tercera y final etapa de todo el proceso es asimismo la más corta y si se efectúan  simplistas  cálculos  proporcionales  de  tiempos  de  duración  de  las  anteriores  tal  y como están propuestas en nuestra hipótesis aquí planteada no podría durar más que algunas décadas.

Creemos que un primer período de esta última etapa ha concluido en los primeros años de la década  de  2000.  Son  particularmente  significativos  los  rasgos  de  profundización  del  sesgo financiero de la etapa desde fines de los 90 y comienzos de 2000 y sugerentes los cambios políticos sucedidos a partir de 2001.

En principio con los elementos a la vista por el  momento podría empezar a afirmarse que en la globalización se repiten los sesgos de los períodos de la primera etapa, invertidos, es decir que tendríamos primero una globalización financiero-productiva, después una globalización financiera y finalmente un período financiero –comercial. La evidencia del primer período está en la supuesta “revolución productiva” que significó la avalancha de privatizaciones de elementos neurálgicos del aparato productivo y de servicios durante los 90, que incluyó los mega aparatos productivos del implosionado socialismo, y el hecho  de  la  instalación  de  la  hiperfábrica  mundial  en  China  y  parte  en  India.  Todo  lo   que implicó  la  instalación  de  un    complejo  industrial  jamás  visto.  Todo  ello  por  supuesto determinado  por  la  dinámica  financiera  de  la  etapa   es  decir  la  estructuración  del hipermercado financiero global.

El segundo período en el que nos encontramos es financiero “puro” y está evidenciado por la burbuja  financiera   que  se  reproduce  a  si  misma   ya con  total  independencia  del  aparato productivo y comercial real. De hecho estamos en el fin de este período que “con bombos y platillos” se desbarranca hacia la crisis financiera (con graves impactos en lo económico real), tampoco vista jamás anteriormente.

El  tercer  y  último  período  de  la  última  etapa  del  capitalismo   amenaza  con   la hipercompetencia comercial por los mercado, una avalancha de autodefensas proteccionistas y el riesgo de que, como en situaciones parecidas del pasado, la lucha económica derive en lucha bélica desembozada o en modalidades de guerra de “baja intensidad”, cada vez más graves. No olvidemos que el comercio, en la era de la violencia del hombre contra el hombre, siempre  fue  la  otra  cara  de  la  guerra.  A  ello  debe  agregarse  la  precisamente   denominada “guerra de monedas” que es en realidad la forma cambiaria-financiera de la guerra comercial.

Pero estas son solo pinceladas. El desarrollo de estos análisis urgentes es una tarea colectiva, que  debería  hacerse  cuanto  antes,  y  en  la  medida  que  las  afirmaciones  fundamentales efectuadas en las páginas precedentes tengan algún eco en la intelectualidad marxista actual. En este punto debemos recurrir a un autor que por diversas razones resulta imprescindible al momento de establecer una caracterización de la época y sobre todo al momento de hacer las predicciones mínimas sin las cuales todo análisis teórico político carece de sentido. Este analista económico –político es Jorge Beinstein. 

Recurrir a él a esta altura de nuestras reflexiones se hace imperioso en primer lugar porque Beinstein viene anunciando con bastante detalle la llegada de esta crisis del sistema como crisis terminal desde hace bastante tiempo. Sin esforzarnos por ir más atrás en 2004 Beinstein publicó  su  artículo “Estados  Unidos en  el centro  de la  crisis  mundial(1)”[58],  en  el  que entre otras  cosas  afirma “Estados  Unidos  salió  de  la  recesión  hacia  fines  del  2001  inflando  una segunda burbuja financiera, cuya base no fue esta vez la especulación bursátil sino el negocio inmobiliario. Se produjo una nueva concentración de ingresos impulsada por las reducciones fiscales a los ricos, los gastos militares y otras  transferencias de recursos públicos a camarillas económicas asociadas al gobierno, entre estas las multinacionales petroleras que orquestaron la  invasión  a  Irak.  Dicha  reactivación  amplió  los  viejos  desequilibrios,  generó  nuevos  y rehabilitó  otros  que  dormían  durante  la  era  Clinton.  El  resultado  ha  sido  una  avalancha  de problemas  que  desbordan  la  capacidad  de  control  del sistema  empujándolo  la  crisis.  De todos modos de seguir así esta relación perversa donde los norteamericanos acumulan déficit y  deudas  mientras  los  otros  acumulan  una  enorme  montaña  de  papeles  destinados  a desvalorizarse  y  donde  todos  juntos  depredan  velozmente  los  recursos  petroleros  (pilar decisivo  de  la  economía  global);  la  civilización  burguesa  entrará  pronto  en  una  seguidilla  de turbulencias  y  depresiones  imposibles  de  controlar. Por  consiguiente  la  culpa  es compartida,  la  mundialización  del  capitalismo  coloca  a  todas  las  clases  dominantes  de  las potencias en el mismo barco, que también dispone de camarotes de segunda y tercera clase para  las  burguesías  periféricas,  atrapadas  por  la  telaraña  financiera.  Ninguna  de  ellas  puede tomar  distancia  del  desastre,  la  que  sale  del  juego cae  aunque  si  persiste  caerá  tarde  o temprano  arrastrada  por  la  futura  depresión  global. Esto  significa  que  no  existe  espacio histórico  para  potencias  de  reemplazo  del  Imperio  en  decadencia,  tampoco  lo  hay  para  la autonomización durable de los capitalismos subdesarrollados”.

En segundo lugar si bien varios autores se refieren a momentos terminales del capitalismo con terminología como “tardío” (Mandel) o “senil” (Amin) sólo Beinstein, compartiendo la alusión a la senilidad, relata el dinamismo de la crisis como final en sus detalles e interrelaciones y da la idea de la inminencia (en términos históricos) de la caída final del sistema.

Beinstein  no  se  deja   confundir   por  los  augurios  continuistas  o  recuperacionistas.  Devela  la inconsistencia  de  visiones  cíclicas  (que  en  última instancia  siempre  portan  dejos  de conservadurismo): “ Esto me permite plantear la hipótesis de que así como ocurrió hace cerca de  un  siglo  con  los  ciclos decenales  de  Juglar  podemos  actualmente  sostener  que  las  ondas largas de Kondratieff han perdido validez científica, la fase descendente del cuarto Kondratieff ha sido triturada por la nueva realidad, la economía mundial completamente hegemonizada por  el  parasitismo  financiero  obedece  a  una  dinámica  radicalmente  diferente  de  la  vigente durante la era del capitalismo industrial”[59]

En tercer lugar encontramos importantes correspondencias entre la visión periodizadora del capitalismo de Beinstein y la nuestra.

En primer lugar la fecha de comienzo de la primera etapa si bien está fijada por Beinstein en su cuadro en el siglo XVIII en sus textos ello se relativiza muchas veces aceptándose que los inicios  del  proceso  pueden  ir  bastante  más  atrás.  Esa  etapa  es  denominada   “estado  liberal ascendente”  que  es  la  forma  de  estado   que  corresponden  a  la  dinámica  económica  del capitalismo de libre competencia. La segunda etapa en el cuadro de Beinstein corresponde al “estado intervencionista” propio del imperialismo o del capitalismo monopolista de estado, y la tercera al “neoliberalismo”, es decir a la globalización.

En cuanto al comienzo de la tercera etapa Beinstein asume que su preparación comienza en los 70 aunque siempre recalca que se consolida en los 80/90. En todo caso Beinstein no hace el centro de su trabajo en las periodizaciones y menos aún en las fechas o tiempos de cambio de un momento histórico a otro, pero finalmente termina mostrando un proceso triádico en el que la tercera etapa de la globalización neoliberal resulta ser la última y precisamente y esto  es  lo  más  importante   en  la  que  se  desencadena una  crisis  general,  irreversible  e inminente de todo el sistema.

Ahora un párrafo de Beinstein que resulta crucial a la hora de interrogarnos sobre el “sujeto histórico”

“Aquí es necesario señalar una diferencia decisiva entre la situación actual y las condiciones culturales en las que se apoyó el ciclo de revoluciones que despegó con la Primera guerra mundial. El actual comienzo de crisis dispone de una herencia única que es posible resumir como la existencia de un gigantesco patrimonio democrático, igualitario, acumulado a lo largo del  siglo  XX  a  través  de  las  grandes tentativas emancipadoras  revolucionarias,  reformistas, antiimperialistas  más  o  menos  radicales, incluso  con  objetivos socialistas  muchas  de  ellas. Centenares de millones de oprimidos y explotados en todos los  continentes  realizaron  un aprendizaje excepcional, obtuvieron victorias, fracasaron, fueron engañados por usurpadores de todo tipo, recibiendo el ejemplo de dirigentes heroicos etc. Esta es otra manera de mirar al siglo  XX:  como  una  gigantesca  escuela  de  lucha  por  la  libertad  donde  lo  mejor  de  la humanidad ha aprendido muchas cosas que han quedado grabadas en su memoria histórica, no  como  recuerdo  pesimista  de  un  pasado  irreversible  sino  como  descubrimiento  como herramienta cultural cargada definitivamente en su  mochila de combate. Hacia 1789 cuando las  esperanzas  generadas  por  la  Revolución  Francesa  agonizaban  Kant   sostenía  con  su tozudez   que   ‘un   fenómeno   como  ese  no  se  olvida jamás  en  la  historia  humana.  Es demasiado  grande,  demasiado  ligado  al  interés  de  la  humanidad,  demasiado  esparcido  en virtud  de  su  influencia  sobre  el  mundo,  por  todas  sus  partes,  para  que  los  pueblos  no  lo recuerden   en  alguna  ocasión  propicia   y  no  sean  incitados   por  ese  recuerdo  a  repetir  el intento. El siglo XX equivale a decenas de revoluciones libertarias como la francesa y mucho más que eso si lo vemos desde el punto de vista cualitativo. El patrimonio cultural democrático disponible ahora por la humanidad oprimida, almacenado en su memoria al comenzar la crisis más grande de la historia del capitalismo es mucho más vasta, rica densa que la existente al comenzar  la  anterior  crisis  prolongada  del  sistema  (1914-1945)  El  poscapitalismo  no  solo constituye una necesidad histórica (determinada por la decadencia de la civilización burguesa) sino   una  posibilidad  real,  tiene  una  base  cultural inmensa,  nunca  antes  disponible.  La esperanza,  el  optimismo  histórico  aparecen  son  visibles  a  través  de  las  ruinas,  de  las estructuras degradadas de un mundo injusto.”[60]

Esta es la idea que deben internalizar aquellos que están preocupados por la aparición del sujeto histórico y cuya preocupación no les deja ver que ese sujeto histórico ya está actuando sin esperarlos a ellos.

En este sentido los partidos de izquierda, revolucionarios que han sido protagonistas de las epopeyas del siglo XX y que se encuentran  privilegiadamente pertrechados de ese patrimonio democrático y revolucionario son los que mayor responsabilidad tiene de entender la  significación de los tiempos actuales, la inminencia de los cambios. Los que mayor responsabilidad tiene de encontrarse con las ideas  expuestas en trabajos como los Beinstein o  como hoy les presentamos para a menos debatir con profundidad su fundamentos. Particularmente aquellos partidos u organizaciones que tiene estructuras de red internacionales  ya  que   la  complejidad  y  la  inminencia de  la  hora necesitan  de  un  debate colectivo internacional urgente desde la izquierda y el marxismo sobre la caracterización de la época y la articulación de estrategias regionales e internacionales a la altura de las circunstancias.

De lo contrario tal vez las circunstancias los pasen por encima.

MARIANO CIAFARDINI



[1] Albritton, Robert; Itoh, Makoto; Westra, Richard y Zuege, Alan (Editores) “Phases of capital development. Booms, crises and globalizations. Palgrave New York 2001 pag XII de la introducción de los editores (la traducción es nuestra)
[2] En este sentido el pensamiento de Althuser muestra sus contradicciones producto de enfoque no marxistas y antidialécticos que adquiere bajo la influencia de los aspectos idealistas del estructuralismo.
[3]  Albritton et al Op Cit pag XIII de la introducción (la traducción es nuestra)
[4] Ver al respecto Marx C. y Engels F. op.cit. desde la página 63 hasta la 70
[5] Panitch, Leo y Leys, Colin “El nuevo desafío imperial” Socialist Register 2004. Prefacio Buenos Aires, CLACSO. 2005. (pag 13)
[6] Panitch, Leo y Gindin Sam “Capitalismo global e imperio norteamericano”, en op.cit. ( pag 23)
[7] Harvey, David “El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión”. Op cit (pag. 125 nota 7)
[8] Albo Gregory “La vieja y la nueva economía del imperialismo”( Op. Cit. pags. 134 y 162 notas 5 y 6)
[9] Albo G. “la vieja y la…” Op. cit ( pag 142)
[10] Albo G. op.cit (pag.155)
[11] En inglés en el original. La traducción es nuestra
[12] Petras, James y Veltmeyer Henry. “Globalization Unmasked. Imperialism in the 21st. Century” Zed Books. Halifax (NS Canadá) 2001 (pag. 8). En inglés en el original. La traducción es nuestra.
[13] Petras, J y Veltmeyer, H. Op. cit (pag 12) En inglés en el original. La traducción es nuestra.
[14] Petras, J et al Op. cit. (pag. 13). En inglés en el original. La traducción es nuestra.
[15] Petras, James y Veltmeyer, Henry “Juicio a las multinacionales. Inversión extranjera e imperialismo” Lumen México 2007 (pag. 5)
[16] Petras, J et al. Op. cit. (pags. 60 y61)
[17] Panitch, Leo et al op cit (pag19) y “El imperio recargado” Socialist Register 2005. FLACSO. Buenos Aires 2005 (pag. 69)
[18] Ahmad, Aijaz. “El nuevo desafío…” (pag 75)
[19] Harvey, David Op cit ( pag. 99)
[20] Hudson, Michael. “Super Imperialism. The origin and fundamentals of U.S. world dominance” Pluto Press. London 2003 (pag.30) En inglés en el original. La traducción es nuestra.
[21] En inglés en el original. La traducción es nuestra.
[22] Hudson, m Op. cit. (pags. 377 y 378) En inglés en el original. La traducción es nuestra.
[23] Con respecto a las críticas que desde el marxismo se han hecho a esta línea de pensamiento en especial al libro “Imperio de Negri y Hardt ver Metzaros Itsvan “El siglo XXI Civilización o Barbarie” Herramientas Buenos Aires. 2008. y Boron, Atilio “Imperio & Imperialismo” CLACSO Buenos Aires 2002. 
[24] Desde un ángulo filosófico son sugerentes en este sentido las reflexiones de acerca del comienzo de la “globalización” con el capitalismo mismo a partir de los viajes de los marinos europeos particularmente Colón y Magallanes que hace Peter Sloterdijk en su obra “En el mundo interior del capital. Para una teoría filosófica de la globalización” (Siruela Madrid 2007)
[25] Amir, Samin “Capitalismo, imperialismo , mundialización” Realidad económica ( revista del IADE) febrero 2008
[26] Held, David; Mc Grez, Anthony; Goldblatt, David y Perraton,Jonathan: “Global transformations. Politics, economics and culture” .Standford (Cal.)1999. Standford University Press (Introducción)
[27] Hoogvelt, Angie; “Globalisation and the Postcolonial world. The new politicaleconomy of
development” 1997 Macmillan Press LTD London
[28] Amin Samir, “The challenge of globalization” en “Review of internacional political economy” Vol 3 nº 2 Summer 1996 University of Sussex Brighton UK
[29] Chesnais François “Constatar el cambio radical de período, ayudar a comprender su contenido y consecuencias” publicado en www.argenpress.info el 19 y el 20 de junio de 2007 como parte I y parte II
[30] Chesnais F op cit. Parte II pag 3
[31] Chesnais F. op. Cit. Parte II pag. 4
[32] Chesnais Françoise “El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financiera” Artículo publicado en Carré rouge/ La brèche nº 1 diciembre 2007 Enero Febrero 2008 (traducido al castellano para la revista Herramienta. Pag. 3
[33] Chesnais F. op cit. Pag. 17
[34] Astarita Rolando “Crítica de la tesis de la financiarización” (diciembre 2008)
[35] Piqueras, Andrés “La mutua conformación del capital y el trabajo desde el capitalismo maduro al capitalismo senil y las formas sociales a que da lugar” Ponencia para la III conferencia internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI” La habana Cuba 3 al 6 de mayo de 2006 (pagina 8)
[36] Piqueras A. op cit. Pags 8 y 9
[37] Piqueras A. op. Cit pag 9
[38] Mészâros, István “ El siglo XXI. Socialismo o Barbarie” Herramienta Buenos Aires 2007 (pag.61)
[39] Mandel, Ernst “El capitalismo tardío” Ediciones Era México 1979 (pag. 14).
[40] Mandel E, Op.cit. (pag.25)
[41] Mandel , E. op cit. pag 11( las bastardillas son nuestras)
[42] Mandel E op cit pag 25 ( las bastardillas son nuestras)
[43] Op cit pag.42
[44] Op. Cit. pag117/118 (las bastardillas son nuestras)
[45] Mandel Ernest “Long waves of capitalista development. A marxist interpretation” Verso London 1995 pag 76 (la traducción es nuestra).
[46] Mandel E op cit pag 76 (la traducción es nuestra)
[47] Wallerstein Inmanuel “Después del liberalismo S XXI México 1996 pag. 231
[48] Moreno Cornejo, Alberto “La globalización última fase del capitalismo” http://www.globalizate.org/globalizacioncapitalismo.rtfpag 4 (el resaltado es nuestro)
[49] Moreno Cornejo , A. op cit pags 4 y 5 (el resaltado es nuestro)
[50] Moreno Corenjo , A, op cit pag 13
[51] Moreno Cornejo, A. op cit pag 14
[52] Moreno Cornejo op cit pag 29
[53] Op cit pag 29
[54] Conf. Astarita,Rolando “Crédito, crisis financieray ciclo económico” (octubre de 2008)
[55] En este mismo sentido se ha expresado Giovanni Arrighi respecto de las “oscilaciones periódicas” de Pirenne: “… por otro lado , la velocidad de cada oscilación, medida por el período de tiempo que ha invertido cada régimen en formarse, devenir dominante y alcanzar sus límites se ha incrementado de modo constante con la escala y con el radio de acción de las agencias líderes de los procesos sistémicos de acumulación de capital” Arrighi, Giovanni “El largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de nuestra época” AkalMadrid .1999 (pag. 396)
[56] No es poco significativo que uno de los mayores líderes marxistas del mundo como es Fidel Castro Ruz utilice ese término en una forma nada casual.
[57] En este sentido el libro de periodista francés Hervé Kempf “Para salvar el planeta salir del capitalismo” (Capital Intelectual BS. As. 2010) es muy significativo no tanto por su contenido que es comparable a algunas otras publicaciones sobre el tema sino por la inflexión analítica que lleva a este intelectual no comunista y de posiciones en todo caso liberales a empezar a entender que en la medida en que haya competencia capitalista, consumismo y diferencias sociales, la degradación del planeta es imparable. Su publicación anterior se tituló “Como los ricos destruyen el planeta”
[58] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=6924Artículo publicado en "Enfoques Alternativos", n°27, Buenos Aires, Octubre 2004
[59] Beinstein , Jorge “La crisis en la era senil del capitalismo” El viejo Topo Barcelona nº253 febrero 2009
[60] http://www.kaosenlared.net/noticia/comienzo-largo-viaje-crepusculo-capitalismo-nostalgias-herenciasbarba ( pag. 13)

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