domingo, 11 de enero de 2015

CENTENARIO 1915 - 2015: EN MEMORIA DE DON EMILIO CHOY MA





Don Emilio Choy Ma, con un grupo de poetas en un chifa limeño.
En el extremo derecho, sentado: Emilio Choy  Ma, detrás de él y de pie: Javier Sologuren y Carlos Milla Batres.
Extremo izquierdo, sentados:  Leoncio Bueno, Wiston Orrillo, persona no identificada y Alejandro Romualdo Valle.  Detrás de Winston Orrillo y de pie: el hijo de Leoncio Bueno y Arturo Corcuera, el de menor estatura.
 


 
CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON EMILIO CHOY MA

Iván Rodríguez Chávez,
Rector de la Universidad Ricardo Palma
Y
La Familia de Don Emilio Choy Ma
Tienen el honor de invitar a Ud. a la ceremonia que se realizará el día
Martes 13 de enero de 2015 a las 7.00 pm.
en el auditorio del Centro Cultural “CCORI WASI –URP”,
sito en la Avenida Arequipa 5198- Miraflores.
En esta ceremonia se hará la presentación del libro
Homenaje a Emilio Choy Ma,   a cargo del Historiador Wilfredo Kapsoli

Lima, Enero 2015




En memoria de Don Emilio Choy Ma

Callao 1915/Callao 1976

La obra escrita de Don Emilio  Choy Ma fue publicada en tres tomos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos el año de 1979 bajo el título: Antropología e Historia.  La segunda edición, el año 1987.  Tanto Don Emilio como José Carlos Mariátegui fueron autodidactas y antiuniversitarios; sin embargo, estuvieron ligados por amistad y simpatía a profesores y alumnos de dicha universidad e influyeron en ellos.  Gracias al aporte económico de don Emilio, San Marcos adquirió el terreno del sitio arqueológico Pacopampa en Cajamarca.

Don Emilio fue un Maestro sin cátedra. A la vastedad de sus conocimientos le confería unidad con el remallado del método marxista; lo que le permitió escribir desde La problemática de los orígenes del hombre y la cultura en América  hasta abarcar la época del imperialismo con Los conglomerados, las mafias y el Pentágono:  chacales que devoran a América latina. 

Como se habrán dado cuenta por el segundo título, el lenguaje de don Emilio era confrontacional, militante y descarnado, sin sutilezas ni eufemismos académicos.


SU FORMACIÓN INTELECTUAL.-.  En la consecución de su objetivo: reafirmar el pensamiento y la actitud vital de Mariátegui, aprovechó  su condición de autodidacta y se preservó de la deformación academicista.  Solamente cursó un par de años de Secundaria comercial en el antiguo High school del Callao.  De ahí data su conocimiento del idioma inglés.  Sus estudios se truncaron al quedar huérfano de padre y ser el mayor de varios hermanos.

Permanentemente adquiría conocimientos.  Sabía sacarle provecho a las conversaciones con personas comunes y corrientes al informarse de sus experiencias de trabajo.  Hasta el cine –según el mismo decía-  le brindaba conocimientos tan solo por mostrarle una ciudad, un paisaje o un país.

Su formación fue integral.  Adquiría conocimientos de las ciencias histórico/sociales y de las ciencias físico/naturales y estaba informado de sus desarrollos.  Sus conocimientos fueron enciclopédicos y unitarios.  Unitarios bajo la concepción marxista.  Esta inquietud por abarcar múltiples conocimientos es el signo positivo del formado por sí mismo; en contraposición a la formación universitaria.  Puesto que la universidad da (…) el tono sedante, sitúa el ímpetu dentro de las normas lógicas, atenúa y por fin tamiza al hombre[1].

Por la época que se iniciaba en el socialismo los libros de los clásicos del marxismo circulaban en forma restringida o clandestina. 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui era una edición prohibida.  Los pocos libros que se disponían fueron asimilados con avidez, como compensación a las limitaciones de aquella época.  Don Emilio bebió en las fuentes primigenias del marxismo.  En concordancia con su formación, propugnaba el estudio directo de los clásicos y adentrarse en la realidad nacional[2].

Nunca tuvo la intención de acreditarse en medios académicos, ni se hizo asalariar para investigar.  Se mantuvo fuera del mercado de trabajo intelectual.  Se liberó de perder el tiempo en las intrigas que suelen ocurrir en las universidades para ascender académicamente o para obtener puestos de autoridad.

SU MÉTODO DE TRABAJO.- Don Emilio distribuía su tiempo en forma planificada.  Se había habituado a estudiar desde muy temprano.  No era un hombre de hábitos nocturnos.  Sus tareas cotidianas más importantes las realizaba en las mañanas.  Nos recomendaba que si lo llamábamos por teléfono, lo hiciéramos en la tarde. Los sábados y domingos visitaba  a sus amigos y asistía al cine.  De lunes a viernes se ocupaba de su trabajo intelectual y de administrar sus negocios.  Su experiencia en el mundo de los negocios le permitió desarrollar gran habilidad para los cálculos económicos.  Sus estudios evidencian una estrecha relación con la realidad.  Fue un teórico que se movió con facilidad entre las abstracciones conceptuales y el manejo de información concreta.

Entre las técnicas de estudio, desechó el empleo de fichas, tal como lo hicieron los fundadores del socialismo científico.  Posiblemente consideraría que de esa manera se fragmentaba el conocimiento, perdiendo su vivacidad.  En cambio, para tomar notas y registrar sus ideas empleaba cuadernos.  Lo mismo que para hacer resúmenes de libros o artículos. Tenía experiencia en la utilización de fuentes primarias en los trabajos de historia, también en el manejo de técnicas para los estudios de arqueología y antropología física.

Utilizaba con amplitud las fuentes de información de las instituciones norteamericanas y del gobierno peruano.  Además, estaba conectado a los canales de información de los países socialistas.  Para obtener datos y mantenerse informado se le veía en los lugares más diversos.  Así, durante el gobierno del general Velasco concurría los días viernes a las exposiciones que se efectuaban en el Instituto de Estudios e Investigación en Cooperativismo (INDEICOOP) para enterarse de los proyectos del régimen[3].  Igualmente, se le hubiera encontrado en el local de la Asociación de ingenieros de minas escuchando un ciclo de charlas.

En una época de rápidos cambios y de abundante producción de datos, le daba gran importancia a las revistas para captar información de actualidad.  Estuvo suscrito a varias revistas, especialmente norteamericanas, ya que el imperialismo yanqui concentra y maneja información a escala mundial.  Por ello, ningún acontecimiento político lo tomaba desprevenido.

Cuando concluía una investigación o cuando estaba por terminarla, elaboraba una representación gráfica de la misma sobre un gran pliego de papel, logrando sintetizarla y expresar el movimiento del proceso.  (No provocaba cierta hilaridad ver a don Emilio con sus preciados rollos de papel bajo el brazo).

Sus trabajos los redactaba en forma cristalina, directa y exacta.  Apeló al uso de alegorías para caracterizar irónicamente a los encapuchados ideólogos del capitalismo y con fines didácticos.  Nunca se emboscó en términos ambiguos ni en subterfugios; mostraba su posición tajantemente.  Esta forma de expresarse facilitaba la confrontación ideológica y era, a la vez, una incitación.  A Don Emilio le debemos el mérito de haber incorporado como arma contundente en la lucha ideológica el lenguaje vital y descarnado del pueblo[4].

Sus investigaciones fueron personales, nunca formó parte de un equipo de investigadores.  Ni nunca se hizo asalariar para investigar.  Se mantuvo fuera del mercado de trabajo intelectual.  Con sus propios recursos hizo avanzar el pensamiento marxista en el Perú.  Consideraba lo más importante para realizar una investigación:  la convicción del objetivo y la interiorización de los principios metodológicos.

QUÉ HACIA CON SUS CONOCIMIENTOS.- Lo avanzado de sus conocimientos científicos de la realidad nacional y sus convicciones políticas ponían a don Emilio en situación de exigir la nacionalización de las grandes  empresas extranjeras que explotaban nuestra economía y depredaban nuestros recursos naturales.  Igualmente, protestaba cuando el Gobierno a través de contratos y concesiones entregaba parte de nuestro país a la voracidad de empresas extranjeras.  Entonces su firma rubricaba los comunicados y manifiestos dirigidos a las autoridades y a la opinión pública para pedir la anulación de los contratos y la asunción de nuestros principales recursos por el Estado.

Don Emilio fue un vigía en permanente estado de alerta para detectar la penetración ideológica del imperialismo yanqui y sus planes de sojuzgamiento cultural.  Junto con el eminente lingüista Alfredo Torero han sido los opositores más serios a la permanencia en el Perú del Instituto Lingüístico de Varano.  Así mismo, innumerables veces han puesto al descubierto a los agentes del imperialismo que bajo el camuflaje de ayuda técnica, investigaciones sociales, etc., operaban en nuestra patria.

En la época del boom de las ciencias sociales en América latina, cuando las luminarias de la CEPAL –y de otras instituciones-fueron promovidas inusitadamente y cuando sus “teorías” –ahora llamadas dependentistas, circulacionista- fueron hasta incorporadas como tesis programáticas de partidos pequeño burgueses de izquierda, Don Emilio con el escalpelo de su crítica llegaba a determinar la falsedad de sus supuestos.  También criticó severamente la divulgación del marxismo en los medios pequeño burgueses  a través de la labor catequística de Martha Harnecker.  En Lima, cada vez que una luminaria de la sociología latinoamericana dictaba una conferencia, el local se colmaba de jóvenes universitarios que consideraban un privilegio escuchar a los Sumos Pontífices; allí aparecía don Emilio  para criticar la concepción, la metodología y, a veces, hasta los datos. De esta manera, desconcertaba tanto a los expositores como al público asistente.  Las palabras de Don Emilio, en esos auditorios, resonaban a un sacrilegio[5].

Don Emilio asistía con la puntualidad y responsabilidad del militante de la ciencia al Instituto de Estudios Peruanos en donde se organizaban eventos académicos y se reunía la elite intelectual limeña; con sus intervenciones, desde el llano, ponía en aprietos a los expositores y organizadores de dichos eventos.  Uno de los expositores europeos que recuerdo fue el antropólogo marxista Maurice Godelier.  En el Instituto de Estudios Peruanos trataban a Don Emilio con una actitud de suficiencia y condescendencia finamente disimulada. Don Emilio con sus críticas fue un paladín solitario en la lucha por evitar la contaminación de la ciencia; y el confusionismo en la consecución del objetivo estratégico.

Sus conocimientos y fuentes de consulta los ponía a disposición de cualquier persona que se lo requería. Con esta actitud, rompía con el elitismo y el monopolio de la información.  Consecuente con esa actitud, invitaba al chifa tanto a jóvenes estudiantes sanmarquinos y a figuras consagradas mundialmente como los historiadores Eric Hobsbawm y Pierre Vilar; luego de sus conferencias en la universidad de San Marcos. 

Era con los jóvenes con quien se sentía más a gusto.  Pero, ello no era óbice para que se enfrascara en largas discusiones si algún joven universitario sostuviera posiciones discrepantes con él; Don Emilio no lo menospreciaba por su calidad de novicio ni trataba de espulgar sus conocimientos con el fin de intimidarlo.  Además de poner argumentos en la discusión, revelaba cómo había arribado a las conclusiones que afirmaba.  Solamente una vez vimos a Don Emilio apelar al criterio de autoridad; fue ante la contumacia de un estudiante que tenía todos los visos de llegar a ser un intelectual de relumbrón.

Su calidad de maestro se revelaba con nitidez en las conversaciones informales.  En ellas se prodigaba generosamente, transmitiendo sus concepciones, hallazgos y filones para investigar.  Ha sucedido que algunos intelectuales inescrupulosos han “tomado” ideas de don Emilio para insertarlas en sus propias publicaciones como si originariamente fueran de ellos.  Una notable excepción lo constituye el lingüista Alfredo Torero, que como aprecio y reconocimiento al amigo, ha consignado la información e ideas que le debe a Don Emilio en el libro:  El quechua y la Historia social andina.

DON EMILIO Y SUS AMIGOS.-Poco a poco en el proceso de la amistad, iba revelando con delicadeza sus conocimientos y uno iba percatándose de sus inagotables cualidades.  En las conversaciones cotidianas, o cuando recién conocía a una persona, no provocaba tratar temas trascendentes que él dominaba para lucirse.  Su gran respeto por las personas y su ingente riqueza interior le permitieron trabar relación con personas de diferentes edades, cultura y condiciones sociales.  Por eso es que acudíamos donde él cuando teníamos algún conflicto emocional.

La historiografía peruana no sólo ha recibido aportes directos de Don Emilio, sino también indirectos.  Nos atrevemos a afirmar que para el historiador Pablo Macera ha sido muy provechosa la amistad con Don Emilio.  Conocimos a Macera cuando estudiábamos en la universidad de San Marcos y nos percatamos rápidamente de su personalidad sensitiva y exuberante; observando, con alegría, su evolución ideológica cuando dictó el curso de Historia Económica.  Estamos seguros que no ha estado ajeno a esa evolución Don Emilio; quien se haría presente –como diestro cultivador de la amistad- en los momentos de mayores conflictos interiores de Macera.  Ello se puede intuir de una hermosa frase que le escuchara a Don Emilio y que escribiera Macera al recordarlo en un artículo que escribiera en homenaje a don Emilio, luego de su fallecimiento:

Nunca es más oscura la noche que antes de amanecer[6]

Don Emilio simpatizaba con cualquier persona honrada y con ideales; aunque no tuviera una posición revolucionaria.  Pero, esa persona no quedaba inmunizada para recibir una severa crítica si se lo merecía.  De John Murra se refería con simpatía, pero criticó la teoría del intercambio de pisos ecológicos, arguyendo el desfase histórico y el obviar las contradicciones sociales.

Con las personas que trababa amistad ejercía una gran autoridad moral.  No solamente por su disciplina en el estudio o por su rigurosidad de su metodología; sino, sobre todo, porque se tomaba en cuenta su severa censura al oportunismo e inconsecuencia: que, algunas veces lo expresa con ironía mordaz.  Ese estilo lo usaba especialmente cuando algún amigo lograba ocupar un puesto de autoridad o cuando incrementaba notablemente sus bienes patrimoniales y, consecuentemente, mudaba de posición ideológica.  Don Emilio advertía con las tentadoras becas al extranjero y los apetecibles grant de las fundaciones Ford y Rockefeller y los altos puestos en el Estado como medios de comprar conciencias.

DON EMILIO Y LA REVISTA CAMPESINO.-  Campesino, revista cuatrimestral de estudios sociales, apareció en Lima el año 1969; cuyo primer número correspondió a los meses de enero/abril;  Poco antes de la Ley  17716 que decretó la Reforma Agraria el 24 de junio de 1969.  El tiraje de la revista alcanzó los 800 ejemplares y llegó a la población objetivo:  lugares y protagonistas de conflictos sociales reivindicativos.   El pequeño grupo que publicó la revista Campesino lo conformaban Wilfredo Kapsoli, flamante egresado de Historia, Manuel Valladares, estudiante del 5to. Año de historia, Lourdes Carpio, psicóloga y Antonio Rengifo, sociólogo y egresado de psicología.  Todos de la universidad de San Marcos.  Al grupo nos unía –entre otros aspectos- el respeto y la admiración por don Emilio y el haber militado en el Frente Estudiantil Revolucionario (FER).  Su muerte fue para nosotros una terrible sorpresa.  Nunca nos imaginamos que fuese mortal, tal era nuestra admiración. 

Cuando tuvimos la idea de sacar una revista a mimeógrafo dedicada al campesinado, se la comunicamos a Don Emilio: quien era un escritor fecundo y un experimentado cultor de la agonística.  Esa idea se plasmó en el primer número de la revista gracias a su actitud animosa y afirmativa y al otorgamiento de un préstamo “condicionado” de seis mil soles.   La condición que nos impuso fue la devolución del dinero en el caso que la revista dejara de aparecer.  También contribuyó como escritor y nos preciamos de haber registrado en las páginas de Campesino su acerada pluma.  Don Emilio, un escritor ya consagrado, no se sintió menos por publicar en Campesino, revista de estudiantes o de jóvenes recientemente egresados de la universidad de San Marcos.  Sin lugar dudas, el mentor de la revista fue don Emilio Choy Ma.

Con la revista Campesino se ha probado lo valioso de la tesis o investigación para obtener el bachillerato y lo negativo que sucedió años después con el bachillerato automático. El núcleo de jóvenes y la mayoría de sus colaboradores que hicieron posible la revista se lanzaron a investigar precozmente y obtuvieron su bachillerato con tesis.

En la presentación del primer número están los objetivos y el derrotero que proyectaron sus editores:

Contribuir a la elaboración de una teoría sobre el campesinado peruano y a una tipificación de la sociedad peruana y, de esta manera, orientar las acciones que deben conducirnos a la instauración del socialismo en nuestra patria

(…)  Nuestras investigaciones están al servicio directo de los campesinos.  La investigación imparcial no existe.

Si bien es cierto que la investigación imparcial no existe, también es cierto que el ardoroso entusiasmo juvenil y la situación social que vivíamos en nuestro país nos condujeron a magnificar los objetivos de la revista.

También en la presentación del primer número declarábamos:
Somos, por ahora, solamente aprendices de investigadores de nuestra realidad.  Varios de los que hoy escribimos lo hacemos por primera vez; pero asumimos los riesgos de la iniciación teniendo el “atenuante” de haber trabajado en forma “artesanal” a cambio de no ser utilizados como “yanaconas” por los que monopolizan el poder de la investigación social…

En la investigación nos orientamos por un concepto de José Carlos Mariátegui aparecido en su celebérrimo 7 Ensayos y que utilicé como epígrafe para mi investigación sobre Ezequiel Urviola (Muñani 1894? Lima 1925):

El problema de nuestro tiempo no está en saber cómo ha sido el Perú.  El pasado nos interesa en la medida que puede servirnos para explicarnos el presente

La investigaciones publicadas en la revista fueron realizadas artesanalmente; a la manera indicada por el sociólogo Wright Mills en su celebérrima obra:  La Imaginación sociológica, en el capítulo artesanía intelectual.

Quien iba a creer, en ese entonces, que Wilson Reátegui y Manuel Burga, jóvenes colaboradores de la revista, llegarían a ser rectores de la Universidad de San Marcos; Heraclio Bonilla profesor de varias universidades extranjeras.  Qué Manuel Valladares, director de la biblioteca central de San Marcos; y Wilfredo Kapsoli ocuparía cargos directivos en San Marcos y un prolífico historiador. Campesino también contó con otros prestigiosos colaboradores que no necesariamente eran historiadores, solamente mencionaré a algunos como al agrónomo José Sabogal Wiesse y el joven abogado Luis Pásara, el economista Rodolfo Klien Samanez, el abogado azangarino Mauro Paredes Ayamamani y el abogado Manuel de la Peña, Jefe de Relaciones industriales de la Negociación azucarera Laredo.  Pero una característica relevante de la revista fue la expresión de los dirigentes campesinos en sus conflictos con la aplicación de la Reforma agraria.  Entre ellos, únicamente mencionaré a Manuel Llamhoja Mitma, secretario general de la Confederación Campesina del Perú. A la diversidad de los colaboradores  les dio unidad la consecución de un ideal compartido.

La revista se confeccionó artesanalmente; por lo tanto, los editores hacíamos de todo; desde la adquisición de los materiales hasta el acabado final.  Mi hermana, Susy, secretaria del decano de CC. SS. de la universidad Agraria La Molina, cooperaba con el picado de los esténcils.; los materiales:  papel bulky, grampas, stenciles y mimeógrafo prestado graciosamente; solo algunos números de la portada fueron impresos por la gentileza de J. C. Mariátegui Chiappe.

Campesino es una revista memorable; aunque solamente aparecieron siete números entre 1969 y 1972.  Fue el semillero de una pléyade de historiadores sanmarquinos.  Lo valioso del contenido de Campesino amerita su impresión o digitalización  para que sea accesible en internet.

DON EMILIO Y EL CHIFA.-  Contrastaba en Don Emilio, su voluntaria austeridad con la entrega refinada y total al placer de la comida que los peruanos llamamos Chifa. Don Emilio continuó la costumbre, instituida a principios de la década del 20 del siglo pasado por artistas e intelectuales no conservadores, de frecuentar el Barrio Chino de Lima.  El Chifa fue para él una de sus maneras de prodigar amistad y de sentirse contento. Y, por consiguiente, el Chifa es una de las asociaciones con que ahora, sus amigos, lo evocamos; sin dejar que por ello, la boca se nos haga agua.

Acostumbraba invitar a un Chifa de la calle Capón al término de una conferencia en la Universidad de San Marcos o con ocasión de despedir a un amigo que partía al extranjero. Es así como intelectuales famosos han transitado de noche por la calle Capón. Recuerdo al francés Pierre Vilar y al inglés Eric Hobsbawn.

No sólo fue amigo de personajes, como los citados, sino también de estudiantes.  Gracias a la mediación de don Emilio un grupo de jóvenes sanmarquinos de ciencias sociales, tuvimos la oportunidad de conversar con intelectuales consagrados en un ambiente extraacadémico, es decir, chifero.

En tales circunstancias, Hobsbawn, historiador y trotamundos, me dijo que la comida de nuestro Chifa era única y una de las más deliciosas del planeta.

Recuerdo que don Emilio luego de distribuirnos en los asientos del Chifa, se dirigía a la cocina para impartir instrucciones. Durante la espera y en la sobremesa se conversaba de comidas y bebidas y de cuestiones eruditas y, a la vez, amenas. Las comidas servidas en fuentes tenían colores y aromas estimulantes, parecían arreglos florales. Y empezaba la función bajo la batuta de don Emilio, nuestro amoroso anfitrión.

Los invitados primerizos se apresuraban en repetir las porciones. No sabían que la comida era de largo aliento. Puesto que cuando ya creían que se terminaba la reunión, don Emilio volvía a ingresar a la cocina para dar nuevas instrucciones. Luego salían más fuentes con nuevos potajes. Los antiguos comensales habían aprendido a comer con palitos chinos y empleaban la estrategia del compás de espera para llegar en óptimas condiciones a los platos de fondo. (Don Emilio ayunaba la víspera para estar en forma en el evento).

Don Emilio se recreaba atendiendo a sus invitados y gozaba de verlos satisfechos. A mí me llamaba la atención verlo acercarse a la boca su tazón y absorber el arroz ayudado por veloces movimientos de sus palitos. Igualmente, concitaba mi atención la manera de tomar el té. Al final se servía el té en el mismo tazón en el que había comido los diversos potajes y hacía movimientos circulares antes de beberlo. (Él decía que sí se tomaba bebidas gaseosas, especialmente al principio, se taponaba el estómago para la recepción del Chifa).
 
Al salir del Chifa, la mayoría tomaba un vehículo, sin embargo, don Emilio se dirigía a pie a la plaza San Martín a tomar el tranvía para dirigirse hacia el Callao, a su casa. Lo hacía con el fin de aligerar la digestión y dormir tranquilo; aunque la comida de Chifa, como es sabido, es de facilísima digestión comparada con la criolla.

Haciendo extensiva la sensualidad de la comida, recuerdo que una vez, al salir del chifa, nos percatamos de los exuberantes y completos atributos de una mujer apetitosa e hicimos un comentario. Yo con la mirada y él con una exclamación: ¡está bien tay pa!. Era una réplica viviente de La Venus negra, escultura de Marina Núñez del Prado.

¡No sólo en el campo intelectual y gastronómico tuvo sabias enseñanzas!
 
LA PERSONALIDAD DE DON EMILIO:  modesto, sabio, amigo y maestro.-  Trataré de esbozar la personalidad, de don Emilio, configurándola a través de sus actitudes, de su conducta para encontrarle coherencia con su obra intelectual; y porque en la cultura china tradicional se prioriza el comportamiento sobre el conocimiento intelectual o la inteligencia.  Mejor dicho, la valoración del conocimiento intelectual no tiene autonomía ante el comportamiento personal.

¿Cómo intentar definir la personalidad de Emilio Choy?  ¿Cuáles son los rasgos de su personalidad que lo caracterizan?  Menudo problema… Sin embargo, el alma de don Emilio me iluminó.  De “casualidad” avizoré una revista en ahora mi improvisada y caótica biblioteca.  Era la revista Tareas del pensamiento peruano, ahí leí un artículo de uno de sus amigos de donde extraje las notas  características de su  personalidad formuladas con concisión:

Choy será recordado como el más modesto de los sabios y como el más sabio de nuestros amigos y maestros.

La intuición y sensibilidad de un poeta como Alejandro Romualdo ha logrado una configuración concisa y exacta de la personalidad de Choy:  modesto, sabio, amigo y maestro.

MODESTO.-  Don Emilio fue extraordinariamente modesto.  No solo por ser sabio; sino para guardar correspondencia con su ideal socialista.  Tal como lo fue el médico argentino Ernesto Guevara, el legendario Ché:

El Ché Guevara era un hombre de relevantes cualidades, extraordinariamente modesto, un auténtico revolucionario, un idealista. (p. 96)
Pachman, Ludek:  Ajedrez y Comunismo.
Ediciones Martínez Roca, S.A. (Barcelona 1974) pp. 409.-

Don Emilio era sencillo, sin lujos y sin vanidad.  Su vestimenta consistía en una camisa de drill  entre azul y gris con el cuello tipo Mao, y pantalón de drill y unas eternas botitas negras como las que usan los obreros mineros.  Siendo adinerado, no lo hacía por avaricia, pues, era generoso con sus amigos; sino, que se vestía modestamente por convicción ideológica.  Nunca se le vio con terno y corbata.  Siempre era él, en cualquier escenario que estuviera.

Por eso estuvo preocupado Mario Choy Novoa, su único hijo, cuando Emilio presentó una ponencia al congreso de americanistas celebrado en Lima y con la asistencia a la inauguración del general Juan Velasco, presidente de la república.  Mario deseaba que su padre asista con terno, camisa de popelina y corbata italiana.  Fue un vano intento de Mario. 

Su modesta vestimenta no correspondía al estereotipo de una persona adinera ni tampoco al de escritor o intelectual por lo que más de una vez fue confundido; tal caso  ocurrió en el Instituto Cultural José Carlos Mariátegui en la década del 60 del siglo pasado.  A ese local concurrían los simpatizantes y militantes del partido comunista a escuchar conferencias y recitales de poesía.  Mi amigo de barrio de la Unidad Vecinal No. 3 José Stuart y Don Emilio eran asiduos concurrentes y ahí se conocieron.  Cuando Stuart se enteró que yo era amigo de don Emilio, me refirió que al adquirir la revista Tareas del pensamiento peruano, encontró un artículo rubricado por Emilio Choy.  Por su vestimenta y porque no hacía alarde de sus conocimientos, le resultaba inadmisible entender que el Choy que conocía en el Instituto y el autor del artículo fuese la misma persona.  Creyó que era un obrero o dirigente sindical.

Su gran respeto por las personas y su ingente riqueza interior le permitieron relacionarse con personas de diferentes edades, cultura y condiciones sociales.  A esta actitud el autor de La Imaginación sociológica, Wright Mills, llamó capilaridad social.

Era tan modesto que rehuía a los fotógrafos.  Actualmente es raro encontrar alguna foto de Don Emilio.  Su amigo, Manuel Baquerizo, destacado escritor y animador cultural de la Sierra central, me mostró en su casa de Huancayo unas fotos que le había tomado a Don Emilio montado en un caballo.  Esto demuestra que era muy amigo de Baquerizo para dejarse fotografiar.  

Por su modestia, Don Emilio daba la impresión de ser una persona frágil; sin embargo, era un extraordinario nadador tanto en el mar como en la piscina.  Se había fogueado en la playa de Chucuito del Callao.  Pocos amigos sabían de esa destreza de Don Emilio.  Choy fue modesto; pero, esa sola nota resulta insuficiente para caracterizarlo.

SABIO.-  La división capitalista del trabajo origina especialidades funcionales o profesionales y a la población de la sociedad la sectoriza en compartimentos estanco.  Es decir, la realidad es parcelada y se conforman diversos grupos humanos.  Por una parte, es el modo de producción y, por otra, es el modo de dominación:  divide y reinarás.  En ese sentido también el conocimiento es parcelado.  Sin embargo, un sabio, como Emilio Choy contravino esa tendencia, lo que es una forma de subversión.  Eso se expresó en su enfoque totalizador para investigar.  Dicho en otras palabras, aprovechó al máximo su condición de autodidacta y se preservó de la deformación academicista; puesto que el enfoque sectorial no es promisorio para cuestionar a la sociedad capitalista. (Esto ya lo ha demostrado Mariátegui)

Los conocimientos de don Emilio fueron vastos y profundos; pero, eso no le confiere la característica de sabio; sino su actitud ante la vida.  No tenía la insatisfacción permanente por acumular riqueza.  La sociedad capitalista no logró convertirlo en adicto a la búsqueda permanente de oportunidades de inversión.  El dinero solo fue un símbolo de poder mientras le permitía investigar y escribir y ayudar a los amigos. 

Aparte de los conocimientos expresados en sus obras, don Emilio conocía de medicina naturista.  Cuando Wilfredo Kapsoli le dijo que se operaría de las amígdalas, él se opuso y le recomendó que comiera las hojas de trébol. Sin embargo, se operó.  Hoy Wilfredo está pagando las consecuencias.  Cuando se enteró que el hijo de Wilfredo padecía de tos bronquial, le propuso infusión de la flor del sauco.  En mi auto nos fuimos los tres a buscar un árbol de sauco.  Lo encontramos y don Emilio arrancó una rama para plantarla en el jardín delantero de la casa de Wilfredo.  Con el tiempo la rama se convirtió en un precioso árbol. 

Otro episodio sucedió cuando le dije que viajaba al Cusco.  Me encargó que comprara El Manual del Herbolario de Gervasio Luna.  Después de una intensa búsqueda lo encontré en el zaguán de una vieja casona en donde había un precario puesto de venta de libros viejos o de segunda mano. Era un libro impreso a mimeógrafo y sumamente útil.  Una rareza bibliográfica. Su conocimiento era universal como lo muestra su biblioteca. 

Así como sabía analizar el presupuesto del gobierno norteamericano; también sabía aconsejar a las personas sencillas que criaban chanchos para que la carne fuese sabrosa: cambiarle la dieta de harina de pescado y darle abundante agua una semana antes de sacrificarlo .  ¡Es increíble el vasto conocimiento que poseía don Emilio!

Para con Mario, su hijo, también fue sabio.  Aunque le dio una refinada educación académica, lo educó en la escuela del trabajo.  Ingresó a la fábrica de su padre como un modesto trabajador; sin los privilegios de ser el hijo del dueño.  El mismo Don Emilio tuvo que trabajar desde muy joven.  Cuando cursaba el segundo año de secundaria comercial en el que después sería el colegio América del Callao, falleció su padre y tuvo que abandonar los estudios para asumir la responsabilidad de ser el mayor de cinco hermanos.  En ese colegio aprendió el idioma inglés desde pequeño.

MAESTRO.-  Don Emilio fue un maestro sin cátedra; pero vinculado a la Universidad de San Marcos se relacionó con un pequeño grupo de jóvenes estudiantes o recién egresados de ciencias sociales que recibieron su influjo .  Por mediación de Don Emilio tuvimos la ocasión de alternar, siendo estudiantes, y luego de sus conferencias, con Pierre Vilar y su esposa, que era bibliotecaria, y con Eric Hobsbawm, historiadores de talla mundial en un ambiente chifero de la calle Capón en donde don Emilio era un capo. En esas conversaciones informales fuera del claustro universitario revelaba sus dotes de maestro.  Lo mismo que cuando visitaba nuestras casas.

Nunca tuvo la intención de acreditarse en medios académicos.  Pero, sin que él supiera, lo propuse para que dictara un seminario en la universidad de San Marcos en donde yo era delegado estudiantil de la facultad de Letras.  El director de la Escuela de sociología, Aníbal Ismodes, me respondió que era imposible por no tener título profesional.

Aprovechó al máximo su condición de autodidacta y se preservó de la deformación academicista.  Estuvo exento de las intrigas que suelen ocurrir en las universidades para ascender académicamente o para obtener puestos de autoridad con lo que se omite el tiempo para dedicarlo a la investigación.  

Cuando dialogaba con los estudiantes nunca adoptó una pose “doctoral”.  Según refiere Mario, su papá solía decir:

En el momento que un alumno me vea como un doctor, se pierde la mitad de la comunicación; porque hay un sentimiento que le impide ”faltarme el respeto” para entrar al fondo del asunto.(Integración, revista. Año 4, Nº20 Lima, setiembre 2012, p. 19)

Son varias las características que asemejan a Don Emilio Choy con Mariátegui, ese otro gran autodidacta, Maestro sin cátedra; pero con tertulias en las cuales brindaba sus conocimientos.  Debemos recordar que don Emilio en 1970 prologó Figuras y aspectos de la vida mundial  III; en la colección Obras Completas de J.C. Mariátegui.  En ese tomo compila los artículos que abarcan los años de 1929 y 1930, una de las revelaciones más importantes para el estudio del pensamiento de Mariátegui.  Mariátegui nos presenta su actitud frente al problema de la "oposición trotskista".

AMIGO.- Con Wilfredo Kapsoli no solo acudíamos a donde don Emilio por cuestiones ideológica, teóricas o intelectuales; sino, para ir al cine; incluso, cuando se nos presentaba algún conflicto con nuestra pareja.  Nos proporcionaba estrategias para sobrellevar o solucionar los conflictos conyugales.  Entre ellas, la siguiente:  escuchar con respeto y paciencia a nuestra esposa y pensar en los momentos más agradables de nuestra vida.  Nunca replicar, es decir, no echar más leña al fuego. (Por su sapiencia, creíamos que había pasado por todos los estados civiles).  Don Emilio tuvo como pareja a la señora Haydeé, a quien cariñosamente llamaban Tita.

La amistad se revela cuando conversamos largamente sin fatigarnos; adquirimos conocimientos y salimos entonados emocionalmente, aún discrepando.  La amistad trasciende edad, clase social, género, ideología, etc. solamente los sectarios no tienen amigos; sino “camaradas”, “coleguitas”, “hermanitos”, etc.  Don Emilio fue un gran conversador con sus amistades.  Y ha dado muestras de generosidad con sus amigos sin la menor ostentación.  Muchos de sus gestos de generosidad permanecen en secreto por la discreción de don Emilio.  Sin embargo, en esta ocasión cometeré el delito de infidencia.

Mi hermano menor, Alfonso, también era amigo de Don Emilio; aunque mediaba, entre ellos, una considerable distancia cronológica.  Cuando a Alfonso le diagnosticaron Síndrome nefrótico, enfermedad fisiológica terminal.  Estuve atribulado y le comunique la infausta noticia a Don Emilia y a otros amigos íntimos.  Pasó el tiempo y Alfonso necesitó que lo dialicen para prologarle la vida.  Igualmente, les informé a mis amigos.  Don Emilio me dijo que no me preocupara por mi insolvencia económica.  Pues, él había hecho previsoramente una gestión para cuando llegara el caso.  Gracias a Don Emilio se le prolongó la vida.  Eso se llama amistad.

Cierta vez Don Emilio se presentó en mi casa para obsequiarme –sin que mediara acontecimiento alguno- una botella de coñac “Napoleón”.  Yo, en esa época, había egresado de la universidad San Marcos y por mi extracción social no conocía ese licor francés.  Fue una muestra simbólica de amistad.

FALLECIMIENTO.-  Cuando falleció don Emilio yo estaba en el Cusco.  Acudía al Instituto de Estudios Rurales Andinos “Bartolomé de las Casas” dirigido por Guido Delran, extraordinario sacerdote francés nacionalizado peruano.  Ahí trabé amistad con Leonor Pulido, monja colombiana y bibliotecaria del Instituto.  Fue ella mi confidente y a quien le revelé mi tristeza y admiración por don Emilio.  Leonor me consoló.  Y cuando terminé de caracterizar la personalidad de don Emilio, me dijo:  la senectud no se improvisa.

Don Emilio nació en el Callao en 1915 de padres cantoneses y falleció repentinamente en el Callao el 13 de febrero de 1976.  Parecería que poco antes de su fallecimiento estuvo asediado por los aparatos del Estado por su condición de empresario, revolucionario e intelectual.  Su sepultura ostenta una sencilla lápida; y está ubicada en el cementerio británico de Bellavista, Callao (Letra P Nº64).  Con su fallecimiento hemos perdido a un sabio, a un amigo y a un Maestro que pautaba nuestra conducta. 

Su muerte fue una terrible sorpresa.  Tal era mi admiración que nunca me imaginé que fuese mortal.  Con la muerte de Don Emilio sentí que algo mío se había ido.  Quedan su ejemplo y sus obras.  ¡Admitamos que don Emilio ha muerto y redoblemos nuestros esfuerzos por plasmar sus ideales que son los nuestros!

Antonio Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com




[1] CHURATA, Gamaliel: Elogio de José Carlos Mariátegui. Amauta, revista nº 32. Lima, agosto/setiembre de 1930.
[2] Quisiera manifestar, que para nosotros, que lo estimábamos, nos era difícil -en ese entonces- comprenderlo plenamente.  Ya que al ingresar a la universidad de San Marcos a la facultad de Letras, estuvimos influidos por los manuales de la Unión soviética y los novísimos libros europeo, especialmente franceses, recomendados por algunos profesores que pertenecían a las filas del partido Social progresista como Jorge Bravo Bresani, economista e ingeniero de minas..
[3] Por esos años, el enorme aparato propagandístico oficial restringió en Lima las actividades culturales independientes.  Y una buena parte de la intelectualidad fue captada por el régimen de las FF.AA. Los principales animadores del INDEICOOP fueron Jaime Llosa Larraburre, asesor de SINAMOS y Gerardo Cárdenas, asesor de CENCIRA.
[4]  Desde niño aprendió la agilidad mental y los giros propios del pueblo por haber mataperreado en la mar brava y en los potreros del Callao.
[5] Hace ya algunos años, cuando le hablé de don Emilio a un joven amigo; éste me contó que cuando recién ingresó a la universidad Nacional de Ingeniería asistió a una mesa redonda en el auditórium de la Facultad de Arquitectura donde exponían –y se exponían- algunas “vedettes” de las ciencias sociales latinoamericanas; se sintió perturbado cuando un hombre de pequeña estatura, algo despeinado y con una ropa modesta había hecho uso de la palabra sin ningún protocolo y con ademanes enérgicos se había atrevido a contradecir tajantemente a los “omniscientes” investigadores de organismos internacionales. Por ello creyó que ese hombre era un loco que por casualidad, en su caminar errático, se había metido en el auditorio
[6] El Comercio. Diario. Suplemento dominical. Lima, febrero de 1976.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por poner en la red este artículo que, sin duda, permite formarnos una mejor idea de este intelectual e historiador cuya autonomía le permitió ser "políticamente incorrecto".