viernes, 18 de septiembre de 2015

PRECIOS IRRACIONALES




viernes, 18 de septiembre de 2015

Entiendo por precio irracional el precio que no refleja adecuadamente el valor, ya sea porque el precio esté muy por encima del valor o porque esté muy por debajo.  Siempre hay diferencias cuantitativas entre precios y valores, pero no nos debemos preocupar de aquellas diferencias que no afectan de forma alarmante a la retribución de los esfuerzos laborales. De todos los componentes que constituyen el valor de las mercancías y de los servicios presto especial atención al valor de la fuerza de trabajo. Y aquí hay siempre que considerar la calidad de la fuerza de trabajo, puesto que esas diferencias suponen diferencias de valor. En la actualidad nos encontramos con ingenieros, economistas y otros jóvenes con titulaciones universitarias que cobran muy por debajo del valor de su fuerza de trabajo. Y en el otro extremo nos encontramos con deportistas o vividores televisivos que cobran muy por encima del valor de su fuerza de trabajo. El mercado capitalista en su etapa de globalización ha generado un sinfín de diferencias sociales injustas. De ahí que yo sea partidario del mercado, pero de un mercado altamente intervenido que corrija de raíz las desigualdades sociales que genera.

El otro día le comentaba a mi hija que si tuviera dinero compraría un cuadro que retrataba unas calles de Viena por valor de seis mil euros. Ella me miró con cara de objeción: yo jamás pagaría seis mil euros por un cuadro. Y añadió: no creo que cuadro alguno pueda valer esa cantidad. Ante semejante objeción la invité a que siguiera la reflexión que ahora les expongo. Cada vez que un cantante interpreta sus canciones para un auditorio de tres mil o cuatro mil personas, cada uno de los asistentes puede pagar 50 euros por su entrada.  Si multiplicamos los cuatro mil asistentes por 50 euros, nos da un total de 200.000 euros. Si suponemos que el cantante interpreta 20 canciones, cada una de ellas tiene un precio de 10.000 euros. De ahí concluimos que una sola canción del artista en cuestión vale más que un cuadro. Sé que en la producción de ese evento hay más gastos, pero eso no resta nada: puesto que se trata de cuál es valor total que cuesta producir un concierto. Y el concierto del que hablamos cuesta 200.000 euros.

¿Cuál es la diferencia mercantil que existe entre el cuadro y la canción? La primera es que el cuadro es de consumo personal y la canción de consumo colectivo. El cantante no hace una canción para cada uno de los asistentes, sino que la hace para todos. De manera que es la naturaleza colectiva del consumo, ¡el gran poder de las masas sociales!, lo que convierte el precio de la canción en un precio irracional, un precio que está muy por encima de su valor. Pero la cosa no queda ahí: ese mismo cantante celebra ese mismo concierto, por ejemplo, en veinte ciudades españolas. Si multiplicamos los 200.000 euros de cada concierto, suponiendo una media de asistencia idéntica, por los 20 conciertos, tenemos que el costo total de producir las 20 canciones se eleva a 4 millones de euros. Si dividimos esos 4 millones por las 20 canciones, tenemos que cada canción  tiene un precio de 200.000 euros. Lo que demuestra el carácter tremendamente irracional de esos precios. Imaginen los cantantes famosos que recorren el mundo celebrando los mismos conciertos. Calculen como se elevarán los precios de sus canciones. Añadan además que esas canciones después existen en forma de disco compacto. La irracionalidad del precio de cada canción llega al extremo de la irracionalidad. Piense, apreciado lector, que en cada concierto el artista interpreta las mismas canciones. Es este efecto multiplicador del producto proveniente del consumo de masas el que hace que estos precios sean del todo irracionales. Lo mismo sucede en el mundo del futbol. Mientras que el Real Madrid y el Futbol Club Barcelona, por ejemplo, celebran un solo encuentro, la imagen televisiva de ese encuentro se multiplica por millones. Vuelve a ocurrir lo mismo que en el caso de las canciones de los artistas famosos, el efecto multiplicador proveniente del consumo de masas, consumo que se ha multiplicado de forma desmesurada por la globalización, es el que provoca el carácter irracional de los precios de las emisiones televisivas de los encuentros futbolísticos.

Vuelvo al principio. El mercado a diferencia de la planificación central es un mecanismo económico que permite el desarrollo de las fuerzas productivas de una manera colosal. Pero esto no impide que los Estados puedan intervenir de forma radical en esos precios y adecuarlos a su valor. Cada generación se encuentra al nacer con una suma de fuerzas productivas que al decir de Marx constituye lo que los filósofos han llamado la sustancia. Y lo que sucede es que el capitalismo permite a las personas y  a las entidades privadas usar las grandes conquistas sociales en todos los terrenos de la ciencia, de la técnica y de las relaciones sociales para provecho individual. Este es el gran mal del capitalismo. Está bien criticar la pobreza y las tremendas injusticias; preocuparse, por ejemplo, de los inmigrantes sirios, pero hay que vincular esos hechos con las grandes acumulaciones de riqueza que van a parar a manos de quienes cobran unos precios por sus servicios muy por encima del valor de sus esfuerzos. Cuando la burguesía conquistó el poder anunciaba que a partir de ese momento predominaría la razón. Pues bien, llevemos a rajatabla el cumplimiento de esa consigna, hagámosla realidad en toda su amplitud y acabemos con los precios irracionales.


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