jueves, 11 de febrero de 2016

QUÉ ESTÁ PASANDO CON DEUTSCHE BANK Y POR QUÉ TIENE ASUSTADO A TODO EL MUNDO



La bolsa de Frankfurt, donde cotiza Deutsche Bank.

10 febrero 2016

Mala señal: las páginas de Economía de todos los periódicos europeos están llenas estos días de referencias a la espectacular quiebra de Lehman Brothers. Tan infausto acontecimiento, detonante de la mayor crisis económica que nuestra generación ha vivido, se representa ahora revivido, como un fantasma tardío, en los parqués de todo el continente: las bolsas se están desplomando y los expertos hablan ya sin disimulo de un posible nuevo cataclismo financiero. ¿Quién es, en esta ocasión, el posible responsable de tanta alarma? Deutsche Bank, el gigante alemán. ¿Pero qué está pasando y por qué hay tanta gente asustada?

Será mejor empezar por el principio.

¿Qué es Deutsche Bank?

Es un banco de inversión alemán. Fue fundado en 1870, en pleno albur del primitivo capitalismo, y ha crecido lo suficiente durante siglo y medio para posicionarse, hoy, como la entidad financiera más importante de Alemania y una de las más relevantes del planeta. Tanto es así que, además de cotizar en la bolsa de Frankfurt, la más relevante de Europa, también lo hace en la de Nueva York. Como banco de inversión, su campo de acción no está orientado al gran público sino a operaciones de capital, de compra y venta de valores o de financiación y asesoramiento de grandes empresas, entre otras diversas actividades.

Parece bastante grande, ¿verdad?

Es gigantesco.

Cuenta con alrededor de 100.000 trabajadores en todo el mundo (la mayor parte de ellos radicados en Alemania), y casi 600.000 inversores y accionistas (más de la mitad son alemanes, revertiendo la tendencia de años anteriores). Detrás de Deutsche Bank hay otras grandes firmas financieras internacionales. Entre otras, BlackRock, la mayor empresa de gestión de activos de Estados Unidos y accionista mayoritario del banco de inversión alemán. Por volumen de negocio, Deutsche Bank es grande. Muy grande. ZeroHedge lo ilustraba de forma reciente con un sencillo gráfico sobre la naturaleza de su tamaño.

A la izquierda tenemos el PIB de Alemania, el más grande de la Unión Europea. En el centro, el PIB de la Unión Europea, uno de los más grandes del planeta en conjunto. Y a la derecha, la exposición a derivados financieros de Deutsche Bank. Asusta. Su colección de activos tóxicos es impresionante, y su alto grado de apalancamiento le sitúa como uno de los principales riesgos sistémicos de la economía europea. Ya en 2013, nuestros compañeros de El Blog Salmón escribían lo siguiente sobre la naturaleza del problema Deutsche Bank:

La práctica contable de enmascarar los niveles de riesgo de la banca llevaron al Deutsche Bank a los excesos de mantener más de 50 billones de euros en derivados financieros, suma equivalente al 75 por ciento del producto mundial y a casi 20 veces el PIB de Alemania. (...) En el mundo hay más de 700 billones de dólares en derivados financieros (casi 10 veces el PIB mundial) y gran parte de estos derivados responden a la denominación de activos tóxicos. Activos incendiarios que son recuperados con el dinero de los contribuyentes y que generan jugosas ganancias a los que siguen jugando a las sillas musicales.

Era una bomba incendiaria. Y hoy está a punto de estallar.

¿Y qué le sucede exactamente?

Varias cosas. La principal: está perdiendo dinero a espuertas, porque los inversores están huyendo. En 2015, el banco cerró con unas pérdidas históricas 6.890 millones de euros (casi un tercio de ellas se concentraron en el último trimestre del año). De forma paralela, las autoridades estadounidenses y británicas multaron a la entidad con 2.500 millones de euros por un escándalo de falsificación contable, violación de sanciones internacionales y manipulación de las tasas de interés. Como consecuencia, la credibilidad y estabilidad del banco ha quedado en entredicho. 35.000 personas se irán a la calle este mismo año.


Los inversores han caído en la cuenta de que el emperador está desnudo. El pago de las sanciones lastra sus cuentas, mientras su altísima exposición a derivados financieros relacionados con materias primas (como el petróleo, cuya caída libre no hace sino perjudicar de forma gravosa el valor de la acción de Deutsche Bank) contribuye a desencadenar la tormenta perfecta. De forma paralela, la entidad está acometiendo una importante transformación interna para reducir sus gastos de gestión y ser más eficiente. Como colofón final, la política de tipos de interés bajos del BCE y la desaceleración china hacen prever escaso margen de rentabilidad inversora.

¿Resultado? El precio de sus Credit Default Swaps (seguros frente a impago) se ha disparado. Cada vez más inversores temen no sólo la quiebra de Deutsche Bank, sino de otros muchos bancos europeos.

Entonces, ¿podría todo volar por los aires?

Ahora mismo, la prensa económica internacional no habla de otra cosa. ¿Es Deutsche Bank el nuevo Lemahnn Brothers? Cuestionado al respecto, Google devuelve ya 541.000 resultados. Lo sea o no, el fantasma de un acontecimiento parejo al de 2008, cuando el hundimiento de un banco de inversión casi se lleva por delante a todo el sistema financiero internacional, es alto. Pese a que el CEO de Deutsche Bank se ha apresurado a decir que la entidad es "sólida como una roca", ni los inversores, lanzados a la adquisición de nuevos CDS, ni los analistas parecen creérselo. Deutsche Bank podría ser el inicio de una nueva crisis bancaria.

Como se analiza en este artículo de El Confidencial, hay diferencias y semejanzas respecto a Lehamn Brothers y su espectacular desaparición en otoño de 2008. Por un lado, la tendencia de las bolsas a la baja, el decrecimiento de un sector de inversión clave, y la fragilidad económica internacional son factores de riesgo. Por otro, hay circunstancias que difieren a las de hace ocho años: la caída del petróleo, al contrario que el estallido de la burbuja inmobiliaria, sí genera ganadores; la mayor previsión de los organismos económicos y financieros internacionales; y la ausencia de alternativas a la bolsa.

El problema es que los inversores han "perdido la fe" en Deutsche Bank. Se cree que necesitaría 7.000 millones de inversión en capital para acometer los retos que tiene frente a sí. El desplome de sus acciones no invita al optimismo.

Suena mal. ¿Qué nos pasaría a los demás?

Qué nos está pasando, más bien. Las bolsas europeas llevan en caída libre varios días. El Ibex 35, en concreto, bajó de los 8.000 puntos, aunque ayer los parqués tanto de Madrid como de Milán repuntaron de forma ligera. Pese a que Deutsche Bank afirma contar con fondos suficientes para acometer los intereses de su gigantesca deuda, un posible impago se contempla como un escenario de altísima volatilidad para la banca europea. Por lo pronto, el resto de bancos de inversión internacionales se están viendo arrastrados en su caída: CitiBank, Bank of America, UBS, Credit Suisse, Goldman Sachs, JP Morgan. Todos caen.

Al igual que en 2008, la consecuencia más directa sería un efecto dominó sobre la economía mundial. Deutsche Bank está sencillamente demasiado expuesta. Es "too big to fail", como lo era Lehman Brothers. Su caída podría ser el detonante de una nueva crisis financiera de escala global, pero es complicado saber en este momento cuáles son las posibilidades reales de que suceda. De forma más plausible, puede que debamos acostumbrarnos a una temporada de ajuste en el sector bancario. Los tiempos de grandes beneficios se han acabado.

¿Y qué opina el gobierno alemán?

Wolfgang Schäuble, ministro de finanzas alemán, afirma "no estar preocupado" por la situación de Deutsche Bank, siguiendo la línea marcada por la propia entidad. Tanto el gobierno como el banco están intentando calmar a los inversores, salvar el precio de la acción y frenar el pánico generado a su alrededor. Sobre el gobierno alemán se centran otras cuestiones: ¿rescatará a Deutsche Bank llegado el momento? Ya lo hizo una vez, pero las magnitudes de la actual crisis a la que se enfrenta el banco de inversión en esta ocasión, como hemos visto más arriba, hacen de la mera idea algo, por el momento, demasiado remoto.


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