domingo, 29 de enero de 2017

TRUMP Y EL OSCURO PANORAMA DE MÉXICO




Hacer sin esperar
Guillermo Almeyra

No hay duda posible sobre las perspectivas que no pueden ser más negras. Trump –en lo que no depende del Congreso y por lo menos por un par de años– será como un elefante en una cristalería si no lo detiene el fuego amigo al estilo Kennedy.

El peligro para México y los mexicanos es inmediato, y la cancelación de la planta Ford en San Luis Potosí es apenas un botón de muestra de lo que vendrá cuando Trump anule el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que Salinas impuso al país y cuando deporte en masa millones de desventurados compatriotas.

México no tiene una red ferroviaria digna de ese nombre ni utiliza el flete marítimo; depende por completo del transporte automotor, o sea, de combustible refinado en Estados Unidos, que la actual exportación de petróleo crudo no alcanza a pagar. Con Pemex desmantelada, un dólar cada vez más caro, una tremenda dependencia alimentaria, la reducción drástica de sus exportaciones y un mercado de trabajo jibarizado, ¿qué queda? ¿Vender sol, playas y prostitución y producir drogas? ¿Convertir legalmente a México en parte de Estados Unidos, en un nuevo Puerto Rico colonizado?

La reacción del gobierno Peña Nieto es igualmente previsible: se someterá a Trump, y contra las protestas populares, recurrirá a leyes de seguridad interior que darán una seudocobertura legal a una dictadura militar.

Las tímidas gacelas políticas creen que si no se mueven de su rinconcito o se mimetizan podrán salir con vida en los próximos años. Se equivocan, y con su cobardía política y pasividad causan un terrible daño al país. El aumento del combustible se traslada a todas las mercancías, alimentarias o industriales, al igual que el de la luz. Habrá recesión con inflación creciente. La ocupación militar, que comenzó con el pretexto de combatir focos localizados de delincuencia, tiene que enfrentar ahora un incendio generalizado en todo el territorio. Los militares convertidos en policías represores de su propio pueblo deberán hacerlo ahora para beneficio de Trump y de los nuevos colonizadores. ¿Todos ellos aceptarán ese papel vil e infamante?

¿Cree alguien que las elecciones presidenciales serán democráticas y pacíficas y que si gana un candidato que no sea del establishment bastará con que sea sumiso y conservador para que le reconozcan su triunfo en las urnas?¿No será, acaso, necesario organizarse y preparar ya la respuesta ante el fraude reiterado?

Con sus enormes manifestaciones las mujeres, como siempre –como en Francia en 1789, en la Guerra Civil Española, en la Resistencia antinazi en Francia e Italia– están a la punta del combate. Ellas, que son víctimas a la vez del capitalismo y del patriarcalismo, ambos asesinos, sienten que están en juego la democracia, la vida de centenares de millones y la civilización misma. Por eso actúan.

Ese es el camino justo. Por arriba de los sectarios ciegos que en su impotencia descalifican las marchas contra el gasolinazo y el tortillazo y de los electoralistas de ojos cubiertos con doble venda, hay que imponer la voluntad de la gente decidida que, como los militantes de ANUEE de Tlalpan, ocupan simultáneamente 200 gasolineras o, como los de todo el norte, liberan carreteras y ocupan edificios públicos.

Trump produce hechos y nos enfrenta a hechos, tal como sus servidores mexicanos. Produzcamos también hechos y obliguemos a los tergiversadores a avanzar desarrollando la autorganización y la iniciativa de base.

Las asambleas de comunidades, pueblos o colonias que se están generalizando deben promover la opinión, la libre discusión, la intervención de los ciudadanos de a pie y evitar, como a la peste, ser monopolizadas por grupos de discutidores sectarios. Deben tener como centro cómo protestar, qué hacer para organizarse de modo unitario y permanente, cuáles reivindicaciones plantear a corto y mediano plazos, no las elecciones ni las disputas entre las diferentes organizaciones. Si se habla de construir poder popular, hay que hacerlo; si se habla de lograr un voto que exprese la voluntad popular, hay que lograr ese voto allí donde se manifiesta directamente esa voluntad popular.

Las resoluciones y medidas organizativas emanadas de las asambleas deben registrarse para darles continuidad y para hacer balances de lo realizado y deben ser comunicadas a otras poblaciones o centros de trabajo vecinos para su libre discusión y para crear un tejido de información directa popular que no dependa sólo de los diarios ni de la red electrónica. Los comités surgidos de las asambleas de lucha deben federarse regionalmente para reforzarse mutuamente, enseñar y aprender de otras acciones.

La pasividad, la resignación, el conservadurismo, el atraso ideológico, el miedo, el cinismo de quienes dejan que otros hagan sin participar en la lucha para después recoger los resultados, sólo pueden ser derrotados con la participación popular y sopesando los argumentos. Todo lo que impulse la organización y la participación colectiva es correcto y necesario. Todo lo que la limite o la sustituya por decisiones minoritarias o autoritarias puede resultar nefasto.

Si el movimiento se estructura nacionalmente, si se organiza, provoca crisis en los aparatos estatales y si resquebraja las fuerzas represivas, aislará también a los delincuentes. Éstos no nacen tales, y la lucha puede redimir a algunos. Al fin y al cabo, Pancho Villa no era un Carmelita Descalzo.

Si el efecto Trump resultase más gradual, no está excluido que se llegue a la elección de 2018 aunque, a mi juicio, la misma está hoy muy en veremos y depende en parte del desarrollo de las elecciones en el estado de México y del grado de la protesta y organización populares. En tal eventualidad, y sólo entonces, habrá que decidir qué hacer sobre la base de lo obtenido con las luchas y discusiones actuales.


No hay comentarios: