sábado, 21 de agosto de 2010

Los nombres de los partidos políticos nunca son absolutamente adecuados



Polémica, un túnel en el tiempo que ha de llegar a su destino

Nota no tan breve:

Engels en 1894 sentenció: “Los nombres de los verdaderos partidos políticos nunca son absolutamente adecuados; el partido se desarrolla y el nombre queda.”

Los rótulos pasan, lo que importa es el contenido. Dos botellas con idéntica etiqueta: Una contiene néctar de los dioses y otra zumo de los demonios, el contenido marca la diferencia. Ese es el problema de la discusión Socialista o Comunista que algunos todavía lo siguen reduciendo a una simple contraposición entre dos conceptos. Lo que debemos discutir es qué tipo de partido proponía JCM. En qué se diferenciaba el Partido que edificaron los Ravines, los Del Prado, etc. etc., del “Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas”.
21/Ago/2010
EBM

Damos cuenta a continuación de algunas ideas al tema en debate:

El hombre se resiste al cambio. No se puede cambiar la mente a fuerza de golpes. En enero de 1929, José Carlos Mariátegui expone el caso de Julio A. Mella que había caído asesinado en México[10]. Explica que “Mella era uno de los verdaderos revolucionarios salidos de las filas de la Reforma Universitaria, de esa variada y extensa gama de renovadores de toda especie, que no han sabido en su mayor parte superar un confuso estado de ánimo pre-revolucionario.” Julio Antonio Mella había tomado posición franca y decidida por la revolución y, por lo mismo, concluye el Amauta: “reaccionó quizá con exceso contra los que no se decidían a seguir, sin reservas, la misma vía”. Mariátegui desaprueba la violencia verbal y la estridencia lírica; es más, la percibe contraproducente o perjudicial en las relaciones políticas con los más cercanos en la lucha social. La bravata del “veredicto final”, no produce la enmienda esperada y, por el contrario, es perniciosa porque vuelve más testarudos a aquéllos que no se allanan a seguir, sin reservas, la misma vía. Un ejemplo es suficiente de la cantilena: “Quienes no comprenden este trabajo previo, o quienes lo desprecian y rechazan sin presentar su propia labor, se automarginan solos con su eterno «de qué se trata para oponerme» o con el lastre feudal del «no hay peor enemigo que el del oficio», expresiones de la mediocridad del medio”. El “argumento” intenta, a punta de “san martincitos”, hacer entrar en razón a los “despistados”. Si la mediocridad es el pasivo del medio social en que actuamos; el activo es la impotencia del hombre narigudo de ingenio agudo, incapaz de persuadir a los desorientados. Y es que cambiar la mente es un proceso que tiene con frecuencia un efecto contrario. Tiende a reforzar una opinión que existía previamente o, mejor dicho, activa la coraza que lo protege de agentes ideológicos extraños a su formación. El hombre subjetivamente está anclado al pasado; pero, objetivamente la fuerza de los hechos lo impulsa al cambio.

El instinto de vida pertenece al presente-futuro. El “instinto de muerte” es parte del pasado-presente. Pero, el futuro siempre se impone al pasado. En 1848, cuando Marx y Engels publicaron el Manifiesto, la vida era representada por el rótulo comunista. Ese era el trasfondo de la revelación de Engels: “cuando apareció no pudimos titularle Manifiesto Socialista.”[11] Se trataba de aprovechar o tomar ventaja de las ideas, conceptos y tendencias, que se encuentran escondidos en la mente del sector más radical de la clase obrera europea de 1848. Pero, ¿qué ideas estaban escondidas en el cerebro de los trabajadores de aquél entonces? No otras que aquél comunismo instintivo[12] que menciona Engels y que inclina la decisión de 1848. Esto explica que el Manifiesto no apareciera como obra de la Liga de los comunistas sino de “una organización por entonces inexistente: un «Partido Comunista». Parte de la sorpresa se disipa cuando se tiene en consideración que, a mediados del siglo XIX, en un período previo al surgimiento del sistema de partidos políticos moderno, un partido constituía una orientación ideológica más o menos definida, y no una organización dotada de fines políticos específicos.”[13]

A Marx y Engels les toca vivir la adolescencia del capitalismo.[14] Los mercados florecían y, los hombres, no podían dejar de percibir que el destino de un producto nuevo depende de una correcta estrategia de mercado. En el capitalismo todo es enajenable incluido el propio hombre. Pero, la enajenación es un problema cerebral que responde a una realidad concreta. Cualquier mercancía para ser vendible debe ser deseada; es decir, tiene que ser subjetivamente aceptada. Debemos preguntarnos, entonces, ¿qué es una mercancía?[15] El sentido común responde a la pregunta de la siguiente manera: todo lo que se puede vender o comprar. Error dicen Al Ries y Jack Trout[16]. Mercancía no es aquello que se vende sino aquello que se desea comprar. Esa es la paradoja de la mercancía que para su poseedor no son valores de uso y para sus no poseedores son valores de uso. En efecto, el producto ideal es el que está en la mente del consumidor. Un nuevo producto necesariamente debe lograr posicionarse en el mundo subjetivo o el subconsciente del potencial consumidor. La limitación de la Liga de los comunistas, como fórmula organizativa, que constreñía el ámbito de acción a los miembros de aquélla organización, fue superada por Marx y Engels con la aparición del Manifiesto como obra de un Partido Comunista inexistente.

Marx y Engels, en 1848, se preguntan ¿cómo denominar el Manifiesto de la Liga de los Comunistas? En ese momento la conveniencia o inconveniencia de una u otra denominación del Manifiesto de la Liga de los comunistas estaba vinculada al contenido programático del producto (Manifiesto) que tenía que adaptarse en la forma (etiqueta de presentación) al objetivo estratégico: la conquista de la clase obrera. Esto es, la táctica y estrategia para posicionarse (apoderamiento) en la mente, primero en el segmento más avanzado y, luego, en el conjunto de la clase obrera. Se trata de llegar con la menor resistencia al cerebro de los simpatizantes de un “comunismo instintivo”. (Recuérdese: la Liga de los Comunistas, está “organizada como sociedad secreta de propaganda”[17]; y, el Manifiesto que comienza a distribuirse paralelamente a la revolución de febrero, es el programa del Estado Mayor del sector más radical de la clase obrera europea en la primera gran batalla entre burguesía y proletariado. ) Ahora bien, en el argot del marketing, los conceptos socialismo y comunismo pueden ser considerados como ideas tácticas o ángulos competitivos. Así, en la disyuntiva entre socialismo y comunismo, como etiqueta del producto, concluye Engels: “para nosotros no podía haber duda alguna sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir.”[18] En ese momento lo que representaba el objetivo estratégico (clase obrera) era el rótulo comunista. La conclusión que brota de estas discusiones es que las denominaciones, etiquetas o rótulos, de las organizaciones (o productos mercantiles) obedecen a consideraciones tácticas antes que estratégicas. Sin embargo, bien sabido es que una táctica necesita una estrategia para ser exitosa. Ese es el problema de un clavo – dicen Al Ries y Jack Trout – que, para ser efectivo, necesita un martillo porque el proceso de clavar (una idea) involucra a clavadores (militantes) y un blanco de la acción (clase trabajadora). Así la idea táctica (Manifiesto) es al clavo como la organización (Liga de los comunistas) es al martillo. La sincronización del martillo con el clavo pone en movimiento la maquinaria de posicionamiento (plan estratégico). Revísese el plan estratégico de Mariátegui y se comprobará que el equipo de Amauta cumple la función de martillo y las ideas de Amauta las de clavo. Así se pone en marcha la sinfonía inconclusa de la clase obrera peruana.

Si la táctica dicta la estrategia, el nombre del partido de la clase obrera no puede ser permanente, está sujeto a los vaivenes de la lucha de clases y al desarrollo de la conciencia política de la clase obrera. En 1894, Engels hace el siguiente comentario: “Pero los nombres de los verdaderos partidos políticos nunca son absolutamente adecuados; el partido se desarrolla y el nombre queda.”[19] Pues sí, la experiencia lo prueba: los partidos evolucionan o involucionan y el nombre queda para los archivos de la historia política. En tiempos de Marx y Engels, el nombre de la organización va desde Comité de correspondencia comunista, Liga comunista, Partido comunista (usado sólo como título del Manifiesto), Asociación Internacional de los Trabajadores, Partido Socialdemócrata, Partido Socialista. Pero, ¿por qué Marx y Engels no promovieron, después del Manifiesto, la fórmula comunista como nombre de la organización proletaria? ¿No será porque los procesos tienen que cumplirse? Después del fracaso de la revolución de 1848, la revisión de métodos y conceptos, se pone a la orden del día. Toda rebelión es un acto material que se gesta en el cerebro de los hombres. Como idea fuerza sigue las reglas de la teoría del conocimiento y el conocimiento no salta etapas. Thomas Kuhn en su obra La estructura de las revoluciones científicas[20], dice que el desarrollo de la ciencia (pensamiento o conciencia) no se produce por acumulación de información sino por derrumbamientos (anomalías en términos de Kuhn) y reconstrucciones; vale decir, los humanos tomamos conciencia a través de los reveses temporales, de las derrotas, de los cabezazos contra los muros de la realidad, de los tropezones que nos obligan a rupturas con los viejos paradigmas. La lucha por la vida nos arrastra a la conciencia comunista que sólo puede ser resultado de un proceso histórico-natural. La clase obrera se eleva de la conciencia espontánea a la conciencia política en el fragor de la lucha de clases, decían los bolcheviques. Y sólo en el siglo de Lenin se dan las condiciones para que, en ruptura con la estrategia política de la socialdemocracia (cretinismo parlamentario), la clase obrera haga uso de la etiqueta comunista.

Marx y Engels, en sus 47 años de militancia en el movimiento obrero desde el Manifiesto, no vuelven a promover el concepto comunista como nombre de la organización. Y, sin embargo, en todos sus principales documentos no renuncian a presentar su posición como un punto de vista comunista. Étienne Balibar llega a la conclusión que, para Marx y Engels, es una concesión el uso del “nombre «socialista» (y con mayor razón de «socialdemócratas»).”[21] Pero, allí está el pero, es decir, la discrepancia entre la declaración de Engels de 1890, en el Prefacio a la edición Alemana de 1890 del Manifiesto Comunista, (“Y, sin embargo, cuando apareció no pudimos titularle Manifiesto Socialista.”); y, la de 1894, en Temas internacionales del Estado popular, (“Para Marx y para mí era, por tanto, sencillamente imposible emplear, para denominar nuestro punto de vista especial, una expresión tan elástica. En la actualidad, la cosa se presenta de otro modo, y esta palabra [«socialdemócrata»] puede, tal vez, pasar [mag passieren], aunque sigue siendo inadecuada [unpassend] para un partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en general, sino un programa directamente comunista”.[22]). ¿Cómo entender la aparente oposición entre ambas declaraciones de Engels? Cuando publicaron la primera edición del Manifiesto, unas semanas antes de la revolución de febrero contra el aumento de las prácticas capitalistas, la clase obrera estaba compuesta, en su mayoría, por un conjunto abigarrado de artesanos, semiproletarios y obreros. Después de la derrota 1848, la Liga de los Comunistas fue disuelta en 1852. Toda derrota de la clase obrera siempre ha significado un retroceso temporal. Pero sólo temporal, porque la historia avanza “en espiral, corrigiendo y superando los errores y deformaciones del pasado y promoviendo nuevos escenarios para que en ellos libren sus luchas los pueblos.”[23] En 1864 cuando se fundó la Asociación Internacional de los Trabajadores –recuerda Engels– no se podía, “partir de los principios expuestos en el «Manifiesto». Debía tener un programa que no cerrara la puerta a las tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles, y a los lassalleanos alemanes. Este programa —el preámbulo de los Estatutos de la Internacional — fue redactado por Marx con una maestría que fue reconocida hasta por Bakunin y los anarquistas. Para el triunfo definitivo de las tesis expuestas en el «Manifiesto», Marx confiaba tan sólo en el desarrollo intelectual de la clase obrera, que debía resultar inevitablemente de la acción conjunta y de la discusión.”[24] Pues sí, el desarrollo intelectual o la conciencia política no brota espontánea en los cerebros de los trabajadores, debe ser cultivada. La acción conjunta y la discusión es el vivero de nuevos cuadros. La interacción entre acción conjunta y discusión es el caldo de cultivo donde se gesta una violenta ruptura de la obediencia y acatamiento del dominio burgués. Acción conjunta equivale a lucha de clases y discusión a formación teórico-política. Para Marx, el desarrollo de la conciencia, es un proceso histórico-natural que no se puede imponer o forzar. Dado el desarrollo colosal de la gran industria en los cuarenta y seis años posteriores a la publicación del Manifiesto, y con éste, de la organización del partido de la clase obrera, se entiende la disconformidad de Engels, respecto a la denominación de la organización, esos términos habían envejecido en 1894. Había que elaborar una táctica y estrategia que respondiera a las nuevas condiciones de Alemania de fin de siglo (XIX). Había que dar a luz “un estatuto organizativo y un nuevo programa del partido que correspondiesen al grado de madurez política e ideológica alcanzado en la época de la ley antisocialista.”[25]

Marx en el Manifiesto Comunista y la Crítica del Programa de Gotha, sostiene que sólo el comunismo es una sociedad sin clases, una sociedad en la que ha desaparecido toda forma de explotación. En oposición, el capitalismo es la última forma histórica posible de relaciones de explotación, esto quiere decir “que sólo las relaciones sociales comunistas, en la producción y en el conjunto de la vida social, son realmente antagónicas con las relaciones capitalistas.”[26] Para Marx era absolutamente claro que entre capitalismo y comunismo existe un periodo de transición. En ese periodo coexisten dos mundos, dos economías, dos políticas, dos psicologías que pugnan una por sobrevivir y otra por edificar un nuevo orden sobre los escombros de la otra. Del mismo modo, en nuestras cabezas contienden dos mundos, el mundo de la burguesía con todos sus vicios y placeres; y, el mundo del proletariado con todas sus limitaciones y sus esperanzas. La oposición y lucha entre esos dos mundos determina la necesidad de la dictadura del proletariado que abarca todo el periodo de transición al comunismo. A ese periodo se le conoce como socialismo.

El socialismo es un movimiento de hombres contra hombres (lucha de clases), de intereses contra intereses (lucha económica) y de ideas contra ideas (lucha ideológica), hasta el último soplo de vida de la contradicción burguesía – proletariado. El socialismo es la última revolución política contra otra revolución política que ha cesado de ser útil pero que se resiste a perecer. La democracia proletaria enfrenta a la democracia burguesa en la batalla final de nuestra época. El socialismo es la etapa de demolición del capitalismo y, al mismo tiempo, de construcción del comunismo. Esa es la razón que Engels en 1894 distinga en la cuestión programática el socialismo y el comunismo: “no es un simple programa socialista en general, sino un programa directamente comunista”.

(…)

Sostener el orden establecido o cuestionar el orden vigente, es función de los partidos políticos. La función de un partido burgués en el llano es oponerse (protesta) al partido que administra el poder. La función de un partido obrero en el llano es cuestionar el orden establecido (contestatario). La función de un partido burgués en la cima del poder es defender el orden jurídico. La función de un partido obrero en la cima del poder es destruir todo poder político, incluido el propio. Los partidos, sea cuál fuere su denominación o filiación de clase, son criaturas del capitalismo. Las organizaciones políticas de la clase obrera, en una sociedad regida por el mercado, necesaria e inevitablemente, deben competir por la hegemonía en el cerebro de los trabajadores. El comunismo es la negación de la competencia. Pero, los partidos comunistas no pueden sustraerse de la competencia y, para eliminar toda rivalidad económica o política, tienen que seguir las reglas de la competitividad. Esa es la lógica del marketing de la política que Mariátegui la tuvo muy presente.

José Carlos Mariátegui, en las editoriales de la revista Amauta, nos reveló cuán dinámica y cambiante es la sociedad y, por ende, la conciencia del hombre. En la primera editorial señaló el Perú es un país de rótulos y de etiquetas. Dos años después en Aniversario y Balance, escribe: nueva generación, nuevo espíritu, nueva sensibilidad, vanguardia, izquierda, renovación, todos esos términos han envejecido. Él entendía que lo que funcionó en el pasado no tenía por qué funcionar dos años después. Comprendía que el nombre de la organización no solo debe distinguirse entre sus iguales sino debe cautivar el subconsciente de la potencial clientela. (La marca de un producto cumple la función de concentrar la atención de los usuarios: es el gancho del que se cuelgan los promotores para penetrar en la mente de los consumidores.) José Carlos propuso Partido Socialista, como nombre de la organización de obreros y campesinos; pero, la tendencia de la época empujaba hacia la etiqueta Comunista. Los vientos de la historia soplaban hacia el Kremlin. Ir contracorriente es tarea de titanes que exige preparación y tiempo, y tiempo fue precisamente lo que le faltó al maestro. La tendencia de la época se inclinaba por la denominación comunista y, sus continuadores, pese a la adicción hacia la III Internacional son los herederos buenos, mediocres o malos de la obra de José Carlos Mariátegui.

Antonio Gramsci en el siguiente pasaje observa la paradoja de los partidos que niegan a los partidos: “Los «partidos» pueden presentarse bajo los nombres más diversos, aún con el nombre de anti-partido y de «negación de los partidos». En realidad, los llamados «individualistas» son también hombres de partido, sólo que desearían ser «jefes de partido» por la gracia de Dios o por la imbecilidad de quienes lo siguen.”[27] El anarquismo, como movimiento político, es la negación de la autoridad y, por ende, de los partidos; sin embargo, en la práctica, funcionan como partido. Más, lo que nos interesa hacer notar en la reflexión de Gramsci, a propósito de la denominación del partido, es el contrasentido del adjetivo comunista de un partido. Si analizamos, el contenido semántico de la fórmula (partido comunista), tropezamos con el disparate de un partido que se niega a sí mismo, es decir, la “negación de los partidos”. La esencia de un partido político es la lucha o el gobierno del poder, es su razón de existencia, su objetivo, su meta. Un partido existe para la conspiración o el control del poder. Las organizaciones políticas, uno de los componentes de la democracia burguesa, nacen para dar salida a las contradicciones intra o interclasista. Los partidos que sostienen el orden clasista se pretenden eternos; los partidos que luchan contra el orden clasista sólo pueden ser transitorios. El objetivo político de la clase obrera no es el poder por el poder; por el contrario, el poder es una dificultad en sus manos. Pero, no se vence el poder político si no es obedeciendo sus leyes naturales. Y como el comunismo es la negación de todo poder (Estado, clases y propiedad privada), un partido comunista es una refutación a sí mismo, un contrasentido; y, sin embargo, tácticamente fue usado como etiqueta de un producto (Partido Comunista) para distinguirse del oportunismo en 1919.


Véase el ensayo completo, El Manifiesto Comunista y la batalla en los cerebros, del 25 de noviembre 2009, en este mismo Blog


[9] En los últimos meses en los medios electrónicos, seguidismo y caudillismo, son objeto fuertes críticas. Un revolucionario, busca descubrir nuevos caminos. Permanece siempre alerta, consciente. Un seguidor se vuelve ciego, se vuelve dependiente, se ata al motor de búsqueda del “maestro”. Es un esclavo mental, su espíritu está sometido una “fuente de luz”. Un revolucionario es responsable por sí mismo. El seguidor tiene su responsabilidad sobre los hombros de otro y se aferra a él. El revolucionario está alerta, no tiene temor, está abierto a cualquier nueva luz, siempre listo a cambiar, sus móviles ético-prácticos impulsan su agonía de combatiente. El seguidor cuando, el cálculo de los placeres forma parte de su razón de vida, encuentra en la política un medio para trepar en la escala socio-económica. El seguidor es esclavo de sus “jefes” mientras éstos le acrediten ventajas para sí mismo.
[10] JCM, Amauta Nº 20, Enero 1929, Necrología, Julio Antonio Mella
[11] Manifiesto del Partido Comunista, Prefacio de Engels a la edición Alemana de 1890, Ediciones en Lenguas extranjeras, Pekín 1968, Pág. 12-13. Asimismo véase a Eric Hobsbawm en La era del capital, 1848-1875. Editorial Crítica, año 1998, página 35 señala que “el socialismo previo a 1848 fue un movimiento muy apolítico dedicado a la creación de utópicas cooperativas”.
[12] “Era un comunismo apenas elaborado, sólo instintivo, a veces un poco tosco; pero fue asaz pujante para crear dos sistemas de comunismo utópico: en Francia, el ‘icario’, de Cabet, y en Alemania, el de Weitling.” Prefacio de Engels a la edición Alemana de 1890 del Manifiesto del Partido Comunista.
[13] Miguel Vedda, Prólogo a nueva traducción del Manifiesto Comunista, versión electrónica
[14] Si Marx y Engels en el siglo XIX viven la adolescencia del capitalismo. En el siglo XX, a Lenin y Mariátegui les toca gozar la madurez del capital internacional. Las generaciones del siglo XXI están saboreando la decadencia, la senectud, del capitalismo global.
[15] F. Engels en La ‘Contribución a la crítica de la economía política’, de Carlos Marx, escrito en 1859 define el concepto mercancía en los siguientes términos: “Pero lo que le convierte en mercancía es, pura y simplemente, el hecho de que a la cosa, al producto, vaya ligada una relación entre dos personas o comunidades, la relación entre el productor y el consumidor (…) La economía no trata de cosas, sino de relaciones entre personas y, en última instancia, entre clases, si bien estas relaciones van siempre unidas a cosas y aparecen como cosas.” (Fuente: Escritos económicos varios Marx –Engels, Editorial Grijalbo, S.A., México, D.F., 1962)
[16] Al Ries y Jack Trout, en los años setentas crearon la palabra posicionamiento para describir el proceso de colocar una marca en la mente de los potenciales clientes. Su libro Posicionamiento: la batalla por su mente, se ha convertido en un clásico. En los ochentas, introdujeron un concepto revolucionario denominado La guerra de la mercadotecnia, que es la aplicación de los principios de la guerra a los mercados. En los noventas, su obra La revolución del marketing La táctica dicta la estrategia, corona el trabajo conjunto de estos estrategas de la mercadotecnia.
[17] F. Engels, Marx y la nueva gaceta del Rin, Ob. Esc. Tomo II, Pág. 326
[18] Manifiesto del Partido Comunista, Ediciones en Lenguas extranjeras, Pekín 1968, Pág. 12-13
[19] Engels, Temas internacionales del Estado popular, citado por V. I. Lenin en Estado y Revolución, versión electrónica.
[20] Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, versión electrónica. Publicada inicialmente como monografía en la Enciclopedia Internacional de la Ciencia Unificada (International Encyclopedia of Unified Science), y luego como libro por la Editorial de la Universidad de Chicago en el año 1962. En el 1969, Kuhn agregó un apéndice a modo de réplica a las críticas que había suscitado la primera edición.
[21] Etienne Balibar, Sobre la dictadura del proletariado, Siglo Veintiuno editores. 1977, Pág.36
[22] Engels citado por Lenin en Estado y Revolución, Versión electrónica.
[23] Carta de la Célula Carlos Marx dirigida: A los Camaradas de la Dirección Regional de Arequipa del Partido Comunista / Camaradas de los organismos base (células) del CR de Arequipa del PCP / Camaradas comunistas, sin militancia partidaria, con fecha, Arequipa, 01 de Septiembre del 2009
[24] Marx – Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Ediciones en Lenguas extranjeras, Pekín 1968. Versión electrónica
[25] Heinrich Gemkow y otros, Federico Engels, Biografía completa, Editorial Cartago, Bs As. 1976, Pág. 341
[26] Êtienne Balibar, Sobre la dictadura del proletariado, Siglo Veintiuno Editores, 1977, Pág. 37
[27] A. Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Ediciones Nueva Visión, Bs. As. 1972, Pág. 27