lunes, 12 de noviembre de 2012

ANTE EL XVIII CONGRESO NACIONAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHINA





domingo, 11 de noviembre de 2012



El Congreso de PCCh ha generado mucho interés internacional. Pero como sucede siempre, cada cual pone los ojos donde le interesa. No digo con ello que los analistas de El País, por ejemplo, no sean objetivos en lo que dicen, sólo digo que son interesados. No debe negársele la objetividad a la percepción, lo que sí debe negársele es su neutralidad. Así concluiremos que la percepción del mundo está mediada por los intereses económicos, sociales y políticos del perceptor. Hay otro aspecto al que también me gustaría que los lectores le prestaran atención:   En la mayoría de los análisis sobre el significado del XVIII  Congreso del PCCH están ausentes los conceptos estratégicos. Por conceptos estratégicos entiendo aquellos conceptos que hablan de la caducidad histórica del capitalismo y del necesario advenimiento del socialismo. 

Desde 1978, año en que se inicia la reforma de la economía china, Deng Xiaoping ya había advertido de la inviabilidad de  un socialismo pobre. Un socialismo basado en la escasez no podía tener atractivo para las grandes mayorías sociales. Luego el socialismo debía ser rico. No obstante, hay muchos intelectuales tanto de la derecha como de la izquierda radical que siguen atados a los viejos conceptos, y creen que el verdadero socialismo es el socialismo asceta.  Y por causa del predominio de estos antiguos conceptos hay analistas que erróneamente confunden altos ingresos con capitalismo, como si los trabajadores no tuvieran derecho a disfrutar de la riqueza que crean, como si los comunistas tuvieran que llevar por principio una vida carente de disfrutes. El principio del socialismo es a cada cual según su trabajo, no a cada cual según su necesidad. Luego si hay personas que por su papel en la sociedad ganan hasta 50.000 euros mensuales, por situar ahí el tope superior de los ingresos en concepto de trabajo, no por ello se convierten en capitalistas. Y mucho menos esos ingresos deben ser presentados como si fueran signos de corrupción. Porque esta es otra: desde que estos analistas ven a una persona que militando el PCCh tiene un buen nivel de vida, lo señalan como corrupto. Aquí no sólo hay percepción interesada, sino también extrema superficialidad.

Tanto en el siglo XIX como hasta los años setenta del siglo XX se pensaba que el socialismo era algo simple de construir. Se creía que decretando la propiedad pública sobre los medios de producción  y sustituyendo las relaciones mercantiles monetarias por la planificación económica, el socialismo sería una realidad en su pleno sentido y demostraría su superioridad con respecto al sistema capitalista. Pero la experiencia desmintió esta concepción: el mercado es un mecanismo económico muy superior al plan para desarrollar las fuerzas productivas que un socialismo avanzado necesita. Pero la cosa no quedó ahí: no sólo era necesario crear un socialismo de mercado, sino también permitir la existencia del pequeño y mediano capital nacional; y lo que iba a ser más decisivo: había que permitir que el gran capital internacional se estableciera en el interior de la economía china. Sucedió además que cuando China anexionó a Hong Kong no modificó su sistema económico y tuvo que enarbolar la consigna “un país, dos sistemas”. Así que en China, por una parte, predominan las relaciones mercantiles monetarias, y por otra, las diversas formas de la economía capitalista han echado poderosas y profundas raíces. Si ya Lenin advertía que el principio de a cada uno según su trabajo era un principio burgués, mucho más desarrollo deben tener los derechos y mentalidad burguesas en una economía donde predominan las relaciones mercantiles monetarias. Esta penetración del mercantilismo y del  capitalismo es tan profunda que los dirigentes del PCCh no han tenido más remedio que reconocer que China no se encuentra ni tan siquiera en la primera etapa del socialismo, sino en la primera fase de la primera etapa del socialismo. Los analistas que hacen uso de los conceptos estratégicos no deberían perder de vista esta situación, ya que no se debe pedir de la realidad lo que no se contiene en la realidad.

Yo voy más lejos. La izquierda radical europea no debe esperar de China la solución socialista del mundo. El socialismo en un solo país no es posible. Tampoco debe ser la alternativa el socialismo basado en la escasez. Recordemos las palabras escritas por Marx y Engels en su obra La ideología alemana: “El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción coincidente o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado”. Esto debe quedar claro: el socialismo sólo será una realidad en el pleno sentido de la palabra cuando se dé de forma coincidente en la Unión Europea, en EEUU y en China. No se puede seguir albergando la ilusión de que un solo país y de forma aislada, por ejemplo Venezuela, cree un sistema socialista superior al sistema capitalista. 

Hablemos ahora de la corrupción. Todo lo que sucede se puede decir de distintos modos. No cuestionamos la objetividad de las opiniones vertidas en los medios de comunicación occidentales respecto de la corrupción que azota a China, sino su pretendida neutralidad. En todos los lugares donde se produce crecimiento económico y predominan las relaciones mercantiles monetarias y las relaciones capitalistas de producción, la corrupción es inevitable. España con su boom inmobiliario y su crecimiento turístico en la costa es un buen ejemplo de esto que afirmamos. La corrupción que hay en China no es un fruto de las relaciones socialistas de producción, sino de las relaciones capitalistas de producción. Por otro lado, como el PCCh es el partido mayoritario y sus principales líderes ocupan los cargos directivos del Estado, mayoritariamente los corruptos pertenecerán a las filas del PCCh.  

El modelo económico chino de los últimos treinta años se ha basado en la mano de obra barata y en la exportación. Y justamente han sido los bajos costos laborales lo que ha atraído masivamente al capital internacional. No ha sido el socialismo el que ha explotado cruelmente a los trabajadores chinos sino el gran capital proveniente fundamentalmente de Occidente. Así que no sé a qué viene esa mirada de asombro y de preocupación de los mandatarios occidentales cuando son los propios miembros de las clases que ellos representan los que pueden obtener en China muchos mayores beneficios que los que pueden obtener en sus propias naciones. Afortunadamente ese periodo ha empezado a cambiar: los salarios de los trabajadores chinos han experimentado un importante incremento en los últimos años. Hasta el punto que dos importantes empresas españolas, por poner un ejemplo cercano, han vuelto a España. Los gobernantes chinos quieren fortalecer el consumo interior, lo que implica la necesidad del incremento de los salarios, y quieren que para 2020 China se convierta en una sociedad modernamente acomodada. Esto además de representar una notable mejora en el bienestar de la sociedad china, representa una disminución de la competencia entre todos los trabajadores del mundo. Y eso es una buena noticia. Espero que el gran capital, tanto el internacional como el nacional, no gane más terreno dentro de la economía china, que los principios del socialismo, aunque adaptados a los tiempos modernos, sigan primando en los dirigentes del PCCh, y que los conceptos estratégicos de ámbito económico social ganen terreno dentro de la dirigencia de la Unión Europea.

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