miércoles, 10 de julio de 2013

MATRIZ COMUNITARIA: SOCIALISMO Y PODER - VII

LA MATRIZ REPRODUCTIVA DE LA SOCIEDAD ACTUAL

Nuevo Orden: Matriz comunitaria

EL PARTO SANGRIENTO DEL SIGLO XXI



SOCIALISMO Y PODER - Parte VII

Marcelo Colussi


Sobre el humanismo

 El  "hombre  nuevo"  de  la  izquierda  hace  ya  tiempo  que  entró  en crisis.  En  su  antípoda,  en  la  concepción  "occidental"  moderna,  hoy  ya globalizada  y  en  versión  post  moderna  incluso,  la  antropología  subyacente descuella por su creciente desinterés por lo humano. Que el mundo  no  es  un  paraíso  es  algo  por  demás  de  evidente.  De  todos  modos, ¿estaremos en condiciones de aspirar a algo mejor con los medios técnicos con que contamos actualmente? Todo indicaría que sí. ¿Pero por qué resulta  tan  difícil  alcanzar  ese  ideal?  ¿Cómo  es  posible  que  pese  a  una acumulación  de  riquezas  nunca  vista  antes  en  la  historia  asistamos  a una creciente cantidad de desesperados? ¿Cómo entender que entre los sectores más dinámicos de la Humanidad estén la producción de armas y  de  drogas,  por  delante  de  otros  aspectos  evidentemente  más  importantes en cuanto a la satisfacción de necesidades y dadores de una mejor calidad de vida?

Todo  esto  lleva  a  pensar  en  razones  de  fondo:  el  destino  del  ser humano está en dependencia de la idea que de él se tiene, de lo que de él se espera, de su proyecto. Sin visiones apocalípticas, el momento actual nos confronta con una situación preocupante, por decir lo menos; el futuro, como decía Einstein, seguramente puede asustar (sin querer caer  en  la  remanida  frase  que  "nuestra  época  está  en  una  crisis  sin  parangón").  Para  graficarlo  de  algún  modo: de  activarse  todo  el  arsenal termonuclear  existente  en  nuestro  planeta  la  onda  expansiva  liberada llegaría hasta la órbita de Plutón. Proeza técnica, seguramente; pero ello no impide que muera de hambre mucha gente diariamente a escala global. ¿Qué mundo se ha construido? ¿Cuál es la idea de ser humano que posibilita construir esto?

"Después de Auschwitz, de Hiroshima, del apartheid  en Sudáfrica, no  tenemos  ya  derecho  de  abrigar  ilusión  alguna  sobre  la  fiera  que duerme en el hombre... La asoladora propagación de los medios electrónicos alimenta generosamente esa fiera", se lamentaba Alvaro Mutis.

Con el ser humano que está en la base del mundo hasta hoy conocido,  ése  que  somos  cada  uno  de  nosotros,  cabe  preguntarse  en  qué medida se podrá hacer algo superador, y cómo. Luego de todo lo dicho anteriormente  sobre  la  violencia  en  tanto  fenómeno  humano,  podemos acompañar  a  Voltaire,  uno  de  los  principales  ideólogos  de  uno  de  los grandes  cambios  en  la  historia  humana,  quien  reflexionaba  en  su "Cándido":  "¿Creéis  que  en  todo  tiempo  los  hombres  se  han  matado unos a otros como lo hacen actualmente? ¿Que siempre han sido mentirosos,  bellacos,  pérfidos,  ingratos,  ladrones,  débiles,  cobardes,  envidiosos, glotones, borrachos, avaros, ambiciosos, sanguinarios, calumniadores,  desenfrenados,  fanáticos,  hipócritas  y  necios?" Decididamente  no podría acusárselo de pesimista. El Iluminismo dieciochesco confiaba casi ciegamente en las potencialidades del ser humano en tanto racional, en el progreso, en la industria naciente. El marxismo clásico no deja de ser heredero  de  esa  cosmovisión,  y  por  tanto  mantiene  similares  esperanzas: "el triunfo histórico del proletariado redimirá a la Humanidad". ¿Pero  qué  posibilita  que  se instaure  tan  fácilmente  un Rambo  en  la  cultura dominante como imagen ganadora, o que un Ceaucescu,un Stalin o un Pol  Pot,  supuestamente  revolucionarios,  se  hagan  del  poder  y  se  mantengan sin mayores diferencias que un Idi Amín? (¿empapando con sangre impura los surcos?) ¿Cómo entender que, ni bien se dan las posibilidades,  tanto  en  la  Rusia  post  soviética  como  en  la  China  con  apertura capitalista  se  disparen  las  peores  explotaciones  hacia  los  trabajadores por  parte  de  los  "nuevos  ricos"  con niveles  de  expoliación que sorprenden incluso a los empresarios occidentales?

La  pregunta  que  interroga  por  el  sentido  de  lo  humano,  por  sus posibilidades  y  por  sus  límites,  no  es  pesimista.  Es  realista.  Sólo  si  tenemos  claro  qué  somos,  qué  podemos  esperar  de  nosotros  mismos,  y qué no, sólo así podemos atrevernos a plantear cambios genuinos. Queda  por  demás  claro que  la  situación  humana  actual necesita  de  profundas  mejoras:  se  llega  a  Marte  al  mismo  tiempo  que  hay  desnutridos  y analfabetos. En el siglo XXI todavía hay gente que vive como el en XIX.

La  pregunta  en  juego  es: ¿pero  cómo  logramos  esos  cambios?  ¿Cómo los hacemos sostenibles, sin retorno, efectivos?

 Desde  hace  unos  dos  siglos  el  "hombre  moderno"  –racional  y científico,  y  surgido  en  Europa,  no  olvidar–  se  ha  venido  imponiendo como  centro  de  la  cosmovisión  dominante.  Es  él  quien  ha  construido  la sociedad  moderna:  industrial,  de  masas,  consumista. Hoy  ya  prácticamente ha  desplazado  en el  mundo  entero  otras  perspectivas  culturales, relegándolas  a  un  segundo  plano  (como  "primitivas") o  simplemente desapareciéndolas.  Claro  está  también  que  la  desigualdad  social  no  es invención  suya,  sino  que  ella  se  remonta  a  los  albores  de  la  historia (exclúyase del análisis un primer momento de presunto comunismo primitivo,  etapa  de  homogeneidad  sin  diferenciaciones  sociales).  Los  primeros atisbos de organización medianamente compleja, superado el estadio  del  cazador  primitivo sin producción  excedente,  ya  evidencian  estratificaciones; la lectura hegeliana de la historia no podrá entonces menos que inferir una  dialéctica del amo y del esclavo como estructura de lo  real. Pero  si  bien  la  historia nos  confirma  esto,  el desarrollo  contemporáneo  nos  descubre  una  situación  nueva:  estamos  ante  una Humanidad  "viable"  y  otra  "sobrante".  ¿Viable  para  quién? Seguramente  para un  modelo  de  ser  humano  donde,  curiosamente,  el  ser humano  mismo puede ser prescindible.

Aunque el ser humano es la razón  de  ser de la producción humana,  de  la  producción  industrial  masiva  destinada  a  mercados  cada  vez más extendidos, el hombre post moderno termina sobrando merced a la misma  modalidad  de  esa  producción:  la  forma  en  que  se  instauran  el robot y la cibernética lo relegan. Una idea de desarrollo que no tome al ser  humano  concreto  como  su  eje  es,  como  mínimo,  dudosa;  la  noción de "progreso" que ha dominado nuestra cultura estos dos últimos siglos da como resultado lo que tenemos a la vista. Es innegable que la industria  moderna  ha  resuelto  problemas  ancestrales,  que la  ciencia  en  que descansa abrió un mundo espectacular que revolucionó la historia; pero no es menos cierto también que ha habido un olvido  del para quién del desarrollo.

 Nunca hasta ahora se había llegado a concebir, desde quienes detentan y ejercen el  poder, la idea de "poblaciones  sobrantes". Los marginales actuales no son el enfermo mental o el inválido que no entran en el circuito productivo y, harapientos,  mendigan suplicantes;  son  barrios completos,  masas  enormes,  ¿quizá  países?  La  caridad cristiana  ya  no alcanza  para  atenderlos.  Ni  tampoco  la  cooperación  internacional.
¿Quién y en nombre de qué puede decir que hay gente "de más"?

Continuamente ha habido llamados a la "humanización" en un desarrollo  que  pareciera  llevarse  por  delante  y  olvidar  al  ser  humano:  leyes de protección a los indígenas, buen trato a los esclavos, el socialismo utópico en los albores de la industria (Owen, Fourier, Saïnt-Simon), actualmente "ajuste estructural pero con rostro humano", talo como piden las agencias "buenas" del sistema de Naciones Unidas (UNICEF o la OMS  al  lado  del  Banco  Mundial  o  del  Fondo  Monetario Internacional). ¿Qué pasa que siempre se recae a un "salvajismo" contra el que deben levantarse voces para suavizarlo?

 Si  en  las  varias  décadas  de  socialismo  real  transcurridas,  en  contextos  culturales  e  históricos  distintos,  puede  constatarse  que  muchas veces se agranda la distancia entre pueblo y cúpula política, que el fervor  revolucionario  de  los  inicios  deja  paso  a  un  discurso  oficial  anquilosado,  que  la  seguridad  del  Estado  termina  siendo  el eje  de  la  dinámica social, esto hace pensar en qué es y cómo se construye el "hombre nuevo".

Tal  vez  sea  necesario  replantear  la  noción  de  humanismo  de  la que  hemos  estado  hablando  desde  el  surgimiento  del  mundo  moderno; seguramente la noción de un "un hombre bueno por naturaleza pero corrompido por la sociedad"(Rousseau) sea algo simplista. Quizá el "hombre  nuevo"  que  levantó  la  llegada  del  socialismo  no escapa  a  un  planteamiento romántico principista, desconocedor en última instancia de las reales  posibilidades  humanas  (Marx,  por  lo  pronto,  fue  un  hijo  del  romanticismo  de  su  época).  Es  imposible  que  la  gente  común  y  corriente sea como el Che Guevara; "los pueblos no son espontáneamente revolucionarios  sino que, a  veces,  se  ponen revolucionarios" –decía  un anónimo  de  la  Guerra  Civil  Española–.  ¿Por  qué  no  hacer  entrar  en  las  cosmovisiones, o en los proyectos transformadores, a la violencia como un elemento normal, tan humano como la solidaridad o el amor? Porque lo humano es todo eso. (En un naufragio se salva quien puede, a los codazos, pisoteándose uno con otro, pero también hay solidaridad y actos de arrojo por salvar al otro. Todo eso son posibilidades humanas).

Lo humano es toda esa compleja, confusa, increíblemente complicada mezcla de posibilidades. Al menos hasta ahora el racismo y el machismo acompañan a toda cultura. Y también el discurso progresista que vino a inaugurar el socialismo científico, el marxismo, no está exento de estas  características.  Por  lo  tanto,  cambiar  la  situación  mundial,  las  injustas  relaciones  humanas  con  que  hoy  día  nos  encontramos,  implica una  transformación  de  diversos  ámbitos.  Las  relaciones  económicas  siguen siendo, sin duda, la roca viva que decide la suerte de nuestra historia  como especie;  junto  a  ella, o  más  bien:  entrecruzándose con ella, se articulan otras desigualdades, otras injusticas que también deben ser abordadas  en  función  de  una  mayor  equidad.  Pero,  como  dice  Atilio Borón: "Si de algo estamos seguros es de que la sociedad capitalista no habrá de desvanecerse por la radicalidad de las demandas de las fuerzas sociales  empeñadas  en  lograr  una  reivindicación  particular,  ya  sea  que se trate  de  la  lucha  contra  el  sexismo,  el  racismo  o  la  depredación ecológica. La sociedad capitalista puede absorber estas pretensiones sin que por eso se disuelva en el aire su estructura básica asentada sobre la perpetuación  del  trabajo  asalariado.  Y  la  mera  yuxtaposición  de  estas reivindicaciones, por enérgicas que sean, no será suficiente para dar paso a una nueva sociedad".

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