sábado, 11 de abril de 2015

DOS DISCURSOS HISTÓRICOS: RAÚL PORRAS BARRENECHEA (VII REUNIÓN DE CANCILLERES – 1960) Y RAÚL CASTRO (CUMBRE DE LAS AMÉRICAS – 2015)




I
DISCURSO DE PORRAS BARRENECHEA
(23 de agosto de 1960 discurso ante la VII Reunión de Cancilleres)

Señor Presidente, Señores Cancilleres:

En 1826, al reunirse en Panamá por convocatoria de Bolívar y de la Cancillería Peruana, hecha desde Lima, dos días antes de la batalla de Ayacucho, el 7 de diciembre de 1824, la primera Asamblea Anfictiónica de los pueblos de América, decía el delegado peruano Vidaurre, con énfasis americanista: "Hemos sido los primeros en concurrir al lugar destinado a formar los eternos pactos de amistad y alianza entre todas las Américas".

He ahí prefijada, desde 1826, la vocación unitaria y conciliadora del Perú en el ámbito americano. Ella arrancaba desde muy lejos y tenía las más hondas raíces telúricas. En la behetría primitiva de América, los Incas fueron los primeros en forjar una gran unidad política sobre la base del respeto de la personalidad de los pueblos incorporados a su influjo civilizador, desterrando la violencia y la fuerza, respetando las creencias y los usos de los pueblos coaligados y llevando sus ídolos para colocarlos, en señal de reverencia, en el Templo del Sol. De aquel remoto legado indígena, que no logró borrar sino que acentuó y afirmó el humanismo español de teólogos y juristas frente a la voluntad de poder de los conquistadores, brotó también la vocación de paz y justicia y el sentido de equidad del pueblo peruano que hizo realidad la utopía socialista de la igualdad económica entre los hombres y la justa distribución de la riqueza, creando el topu, la medida igual de tierra para todos los súbditos del Imperio y magnífico anticipo de las incipientes reformas agrarias de nuestro tiempo.

El Perú, en el que ha predominado étnicamente la sangre indígena aunada al espíritu ético de España, ha sido siempre en la historia un camino de fraternidad y de armoniosa conciliación de contrarios. En su territorio, situado en la encrucijada de todos los caminos de la América del Sur, se conjugaron y fundieron las oleadas culturales de Aztecas, de Mayas y de Chibchas y hasta el mítico e hirsuto primitivismo de caribes y arawaks. Lima fue el centro del comercio y de la ilustración sudamericana, y, en la hora de la emancipación, coincidieron en nuestro suelo las corrientes libertadoras del Norte y del Sur para ganar en territorio peruano la batalla fraternal de Ayacucho. Ese deber y ese destino telúrico fueron mantenidos por el Perú a través de su evolución republicana. En un período de auge económico y de predominio político sudamericano, el Perú eludió las soluciones de fuerza, buscó la coordinación jurídica y la solidaridad de intereses y de ideales de la América Latina. Convocó desde Lima al Congreso Americano de 1847 para afianzar la independencia, resguardar la integridad territorial de nuestros pueblos, repeler la invasión extranjera y uniformar los principios del derecho internacional, de modo tal que la América toda crezca como una sola familia. El Canciller peruano Paz Soldán, al instruir a su Plenipotenciario ante ese Congreso le indicaba que debía procurar la formulación de tratados que afianzasen la independencia, soberanía e instituciones de cada una de las naciones americanas, "de manera que ningún poder extraño pueda atentar impunemente contra intereses y objetos tan importantes de que depende la existencia y bienestar de nuestras naciones".

El Perú convocó también a la Unión y Confederación Americana ante los asomos de intervención extranjera en el siglo XIX, mientras dormían los Monroes. Promovió la reunión de los pueblos del Pacífico para oponerse a la expedición monarquista de Flores, apoyada por los albaceas de la Santa Alianza, se opuso a las intervenciones en México y Santo Domingo, dio su apoyo pecuniario a Costa Rica para rechazar la intervención filibustera de Walker y convocó a la solidaridad defensiva contra los intentos de conquista española, a Chile, Ecuador y Bolivia, en la Cuádruple Alianza del Pacífico que culminó gloriosamente en el Callao el 2 de Mayo de 1866. Más tarde buscó la coordinación jurídica en 1875, propuso la formación de un zollverein americano y reunió un Congreso de Jurisconsultos en Lima en 1868.

Ello explica claramente -he dicho otra vez- la posición internacional del Perú en nuestro siglo, su adhesión obstinada a las soluciones de derecho y de paz, su acatamiento a los fallos internacionales, su fe en la conciliación internacional, su cooperación a la Sociedad de las Naciones bajo el signo wilsoniano y su contribución a la Carta de San Francisco y a la defensa de los valores de la civilización humanista y cristiana dentro del marco de las Naciones Unidas. El Perú ha declarado, por otra parte, en las Naciones Unidas así como en las Conferencias de Cancilleres de Washington y Santiago, su adhesión invariable al principio de no intervención venga ésta de donde viniere, su respeto a la personalidad del Estado como base del orden internacional y a la libre determinación de los pueblos. Ha declarado, asimismo, reiteradamente, que considera como base del sistema democrático la promoción del desarrollo económico de nuestros pueblos, la elevación del nivel de vida de los trabajadores latinoamericanos continuamente acechada por la agresión económica que significa la política de cuotas y subsidios y la instauración de un nuevo interamericanismo contrario a todas las formas de explotación que promueva el mayor adelanto industrial y el amplio disfrute, por parte de nuestros pueblos, de sus riquezas naturales.

Estos hechos marcan una trayectoria y una conducta a la que se ciñó el pedido de convocatoria de una Reunión de Consulta de los Cancilleres Americanos hecha por el Perú "para considerar, según lo dijo la propuesta de 12 de julio último, las exigencias de la solidaridad continental, de la defensa del sistema regional y de los principios democráticos americanos ante las amenazas externas que puedan afectarlos". Formulada en términos de absoluta neutralidad y propósito de conciliación, ella no contuvo índice alguno de acusación contra nadie y tendió, como lo declaré a raíz de la presentación ante la 0EA, a promover todo lo que une y no lo que separa. Recogía sin saberlo la explicación cimera que Martí dio a la unidad americana cuando expresó que "La América ha de promover todo lo que acerque a los pueblos y de abominar todo lo que los aparte". En esto como en todos los problemas humanos, dijo el héroe y poeta cubano, el último de nuestros libertadores, el porvenir es el de la paz.

La situación internacional justificaba nuestra propuesta. Pese a los acuerdos y resoluciones aprobados en agosto de 1959, por la Quinta Reunión de Consulta de Santiago, la tensión existente en la zona del Caribe lejos de mejorar había empeorado por obra de múltiples y complejos factores, no sólo políticos sino económicos, particularmente por el desequilibrio entre las premiosas necesidades de nuestros pueblos y la escasez de recursos para satisfacerlas. El peor elemento de inseguridad en el Caribe era, sin duda, la política de extorsión del Gobierno de Santo Domingo, violatoria de los derechos humanos, y sus actos de intervención y agresión contra los gobiernos democráticos, particularmente contra el de Venezuela. Esa conducta acaba de ser enjuiciada por la Sexta Reunión de Consulta con tanta energía que nuestro sistema regional se ha robustecido y prestigiado con esto. El panorama cargado de sombras se empeoró progresivamente por las tensiones surgidas entre Cuba y los Estados Unidos, por las represalias adoptadas por una y otra parte y las amenazas de ruptura del sistema interamericano agravadas por la intromisión del Primer Ministro del gobierno soviético, cuyo objetivo evidente era el de atizar la discordia en el Caribe, desquiciar el sistema continental e impulsar la penetración soviética en el medio propicio de los países americanos subdesarrollados.

La doctrina y la praxis del interamericanismo están basadas, desde el Congreso de Panamá, en el mantenimiento del principio de no intervención y en la defensa del sistema democrático. La anacrónica doctrina de Monroe, que tuvo como finalidad impedir la intervención europea en América, que cumplió una función defensiva en algunos casos y se arrogó prerrogativas de tutela moral, ha sido sustituida por pactos multilaterales como los enderezados en la actualidad a impedir cualquier intervención extracontinental, pero, sobre todo, a desarrollar nuestras propias instituciones y disfrutar de nuestra independencia.

El sistema Interamericano ha significado un esfuerzo secular para constituir un sistema jurídico propio, distinto del de Europa y otros continentes, libremente aceptado por todos sobre la base de la integridad y de la independencia de nuestros Estados. No obstante las diferencias étnicas y psicológicas entre los Estados Unidos y la América Latina, han logrado formularse, favorecidas por razones geográficas, normas y aspiraciones comunes. Si Europa, tensa de rivalidades, de credos y de castas, fue siempre, según Jaspers, el continente de la lucha y de la guerra, en América se han favorecido en todo momento las fuerzas de integración de sus diversos elementos étnicos, buscando en los principios del derecho y no en la fuerza el lazo de una permanente solidaridad política. América Latina, distinta fundamentalmente de los Estados Unidos por su individualismo exagerado, su idealismo tenaz, su entusiasmo por las ideas puras y los dogmas políticos, la indisciplina de su vida política, su culto de las ideas de humanidad e igualdad, ha erigido particularmente como norma de su vida internacional la proscripción de la fuerza y la exclusión de los elementos perturbadores del orden y las doctrinas disociadoras de otras partes del mundo, que chocan, como dijo Sáenz Peña, con la fecundidad del suelo americano y con los sentimientos de clemencia y generosidad propios de nuestra raza. De estas inclinaciones pacíficas y solidarias han surgido los postulados, que se han impuesto en las Conferencias Panamericanas, de exclusión de toda hegemonía política, de defensa de la paz y de las soluciones pacíficas de las controversias internacionales, de respeto de los derechos fundamentales de la persona humana, de culto de la armonía y de la tolerancia, de instituciones como el asilo que proscribe la persecución y la venganza y que han dado lugar, como dijo García Calderón, a una confederación moral sin pactos escritos y sin rudas sanciones. América Latina ha llevado sus ideales y los ha fusionado con los ideales de orden y de libertad propios de la tradición puritana de los Estados Unidos, de Washington, Jefferson y Hamilton. De ellas ha brotado la esencia del interamericanismo.

Han coincidido fundamentalmente los Estados Unidos y la América Latina en la defensa del principio de no intervención propugnado a la vez por Monroe y por Bolívar. Ellos han revivido en los convenios de Río de Janeiro, de Buenos Aires, de Lima y de Bogotá. En la Declaración de Solidaridad y Cooperación Americana aprobada en la Conferencia de la Consolidación de la Paz, en Buenos Aires el año 1936, las 21 repúblicas se obligaron a sostener el principio de "democracia solidaria en América", conforme al cual los actos susceptibles de perturbar la paz afectan a todas y cada una de ellas. Estos principios han sido reiterados por los artículos 24 y 25 de la Carta de la OEA y por sucesivos pactos de seguridad colectiva, tales como el Tratado de Asistencia Recíproca de Río y la Declaración 32 de la Conferencia Interamericana de Bogotá que condena "la injerencia en la vida pública del continente americano de cualquier potencia extranjera o de cualquiera organización política que sirva intereses de una potencia extranjera, así como los métodos de cualquier especie de totalitarismo".

La no intervención es pues, uno de los puntos claves del interamericanismo. Es una sólida doctrina multilateral proclamada y sustentada por todas las repúblicas americanas, reafirmada en la Declaración de Lima de 24 de diciembre de 1938 que ordena el procedimiento de consulta para hacer efectiva la solidaridad americana contra cualquier atentado a su soberanía e independencia. El artículo 15 de la Carta de la OEA establece que ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho de intervenir, directa o indirectamente, ya sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro, y agrega terminantemente que este principio excluye no solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra forma de injerencia o de dependencia atentatoria de la personalidad del Estado y de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen. Está claro, pues, que los convenios interamericanos proscriben toda injerencia extraña extracontinental en América y que ellos vedan también toda forma de injerencia de un país americano en los asuntos internos del otro. Este principio es el más seguro amparo de las pequeñas naciones, la base más firme de la paz continental y el mejor recaudo de la seguridad común. Pero debe entenderse que no admite interpretaciones parciales y que no funciona en un sentido unilateral sino multilateralmente. Los pactos americanos contrarios a las injerencias extracontinentales en asuntos americanos no contradicen los principios de las NN.UU. y antes bien se integran con ellos en la Carta de esta organización y en la de los Estados Americanos.

El caso de la Séptima Conferencia no es, sin embargo, un proceso como el de la Sexta Conferencia que señale o incumba responsabilidad y sanciones. El Perú ha propuesto una cita de conciliación y de fraternidad en la que se refuerce la unidad americana, la solidaridad histórica de América Latina y la conjugación de sus intereses con la democracia norteamericana ligada a ella por factores geográficos irreversibles y comunidad de destino histórico. Seguimos una pauta de mejoramiento social y económico que trate de encauzar formas de vida más decorosas para los hombres de América en el campo económico y social y tratamos de desviar las corrientes discordes que conspiran contra las ideas de personalidad, unidad, estabilidad y autoridad que califican la cultura de Occidente. Defendemos junto con el sistema regional un estilo de vida y un sistema de valores que confíe en las fuerzas espirituales y destierre de la vida colectiva los factores de envidia, de odio y de venganza. No debemos dudar, en ningún momento, de los buenos propósitos tanto de Cuba como de los Estados Unidos ni arrogarnos la función de dirimir una divergencia bilateral. Entre Cuba y los EE. UU. han existido motivos de amistad y cooperación que han derivado en beneficio de la cultura de ambos pueblos y en acicate de progreso. Hay entre ellos, no obstante las divergencias surgidas y las mutuas inculpaciones, puntos de aproximación y de coincidencia. Los Estados Unidos han declarado por la voz del Secretario de Estado Hughes que ellos reconocen en América Latina "el derecho a la revolución y que cada nación puede gobernarse a sí misma según la forma que quiera y cambiarla a su arbitrio si es que cuenta para ello con la voluntad popular". "El principio de hegemonía de uno o más Estados americanos -proclamó el mismo estadista- debe ser descartado de una vez para siempre del sistema internacional americano". Cuba, al rechazar las afirmaciones oficiales de los Estados Unidos, ha asegurado también ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que su posición es de amistad y cooperación con todos los pueblos y que está dispuesta a convivir en paz y a incrementar sus relaciones diplomáticas y económicas sobre bases de igualdad y respeto mutuo con los Estados Unidos. Contrariando volanderas opiniones, Cuba ha afirmado, por la voz de su Ministro de Relaciones Exteriores, que quiere ajustarse a normas de derecho internacional y no a posiciones de fuerza, pero que rechaza cualquier intento de intervención en sus asuntos internos y las agresiones económicas. Debemos confiar por esto en las fórmulas de entendimiento y en la influencia de los factores morales e históricos de unión y solidaridad entre los pueblos de América. Sólo asociándonos todos los pueblos del Continente podremos resistir las agresiones de fuera y mantener la originalidad de nuestra cultura y de nuestras formas de vida. Yo no concibo ni puedo imaginar que el pueblo cubano, el pueblo de Martí, de Heredia y de Casal, de José Enrique Varona, en cuyos tiempos la isla tenía más maestros que soldados, pueda aceptar ajenas tutelas espirituales para convertirse en satélite de ninguna potencia. Debemos confiar en el pueblo de Cuba y debemos procurar que manteniendo la inspiración que brota de la realidad económica latinoamericana mantenga su íntima coherencia con nuestros pueblos a los que le unen lazos irrenunciables de sangre y de espíritu, para hallar juntos medios de conciliación amistosa como los que se obtuvieron entre México y los Estados Unidos que reafirmaron la unidad americana. Estos medios pacíficos refluirán enseguida en el mantenimiento del sistema interamericano, de nuevas estructuras de paz que traspasen el ya trillado camino de la buena vecindad y consagren una nueva armonía continental basada en la emancipación económica de nuestros pueblos. La subsistencia de los sistemas regionales en la confusión de la hora actual, urgida o ganada por el espíritu de lucro y de poder, por sentimientos de declinación y catástrofe y de vagos mensajes mesiánicos, cargados de ocultismo y gérmenes de discordia, debe reforzarse, no como factores egoístas que tiendan a destacar disparidades sino como elementos constructivos para un plan de coexistencia y armonía universal. Condenamos por esto toda intervención en los asuntos hemisféricos de potencias extrañas que traten de imponernos formas que no han surgido de nuestra propia evolución política y social y que representarían pobreza de invención o dependencia intelectual y política de extraños y lejanos tutores.

Reiteramos lo que hemos dicho otra vez. Vivimos según el humanista europeo en tiempos difíciles en que no se puede hablar ni callar sin peligro. América Latina vive las circunstancias dramáticas del subdesarrollo económico. Los trabajadores de América Latina moran en condiciones infrahumanas y reciben salarios seis veces inferiores a los de los grandes países industrializados, La economía y el bienestar de nuestros pueblos dependen del egoísmo y del monopolio de los grandes consorcios y monopolios mundiales y deberían enfrentarse por una vasta política de promoción y desarrollo y no resolverse con una simple mentalidad bancaria. Hemos formulado reiteradamente nuestra demanda de ayuda financiera y de asistencia técnica, de crédito y de libre comercio pero no de dádivas. Debemos afrontar en esta Conferencia y en la próxima reunión de Bogotá, con voluntad unánime y vigorosa, la lucha a fondo contra los males del subdesarrollo que minan la solidaridad continental.

Pero la base sustantiva de la democracia y de la solidaridad que defiende el sistema Interamericano debe ser la libertad entendida como el respeto fundamental a la personalidad y a la dignidad humana, a la tolerancia como suprema virtud democrática, a la proscripción de toda estulticia o forma de persecución de las ideas, ya que la democracia no puede defenderse sino con armas democráticas que son las de la inteligencia y la razón.

Confiamos en que la revolución cubana que ha proclamado principios que significan una honda transformación económica, la mejora de los niveles de vida y una más justa distribución de la riqueza, no se desvíe de su camino original y su destino americano que comparte la mayoría de nuestros pueblos y gobiernos, y los Estados Unidos, que han declarado su voluntad de servir a la paz y al bienestar de los pueblos americanos, hallen una fórmula de entendimiento en que se realice el más amplio ideal de vida de la humanidad, que es el vivir sin temor y se haga prevalecer el espíritu de razón y de conciliación contra toda forma de fanatismo, de miedo y de pasión. Confiemos, como en el Evangelio de San Lucas, en que podamos andar juntos sin represión y que en ese alto plano de amistad podamos convertir los corazones de los rebeldes a la prudencia de los justos, para bien de América y de la Humanidad.

(23 de agosto de 1960 discurso ante la VII Reunión de Cancilleres)

A propósito del acuerdo de Estados Unidos y Cuba con el que restablecen relaciones diplomáticas luego de 53 años, es preciso recordar la intervención del ex canciller Raúl Porras Barrenechea en defensa de la revolución cubana ante una OEA que estaba sometida a la voluntad del país norteamericano.

El 23 de agosto de 1960, en la séptima reunión de cancilleres de la OEA, realizada en San José de Costa Rica, Estados Unidos promovía la condena al país isleño por el carácter socialista que había adoptado. El diplomático estadounidense esperaba que los países miembros apoyen su iniciativa y se haga frente al gobierno revolucionario.

Sin embargo, en un discurso notable como pocos, el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Porras Barrenechea, quien presidió la comitiva peruana que llegó hasta Costa Rica, se paró y expresó una opinión contraria a la de casi todos los presentes en la reunión.

En abril de 1957, el presidente Manuel Prado Ugarteche lo nombró como su canciller. Al sanmarquino se le conocía por su actitud calmada, nunca había mostrado una posición cercana al socialismo o el izquierdismo, sino era un evidente conservador.

El presidente Prado envió a Porras a Costa Rica ordenándole que secunde la posición estadounidense, pero por cuestión de principios, el diplomático estaba en contra de ello.

Porras Barrenechea ofreció un emotivo discurso, en defensa de la independencia y soberanía cubana, desobedeciendo al mandatario peruano. Tal fue su exposición que no fue recibido por un edecán del Gobierno en el aeropuerto, como correspondía.

A los pocos días, presentó su renuncia. El 27 de septiembre de ese año, un infarto apagó su connotada vida. El gobierno cubano envió una ofrenda floral, en memoria de su intervención consciente de lo hecho por Porras en San José.

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de: Alfredo Rubio-Bazán
fecha: 17 de diciembre de 2014, 21:40
asunto: (En Word y Pdf)
El memorable discurso de Raúl Porras Barrenechea en defensa de Cuba ante EE.UU.
enviado por: gmail.com
firmado por: gmail.com

II

RAÚL CASTRO EN LA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS:

"Hasta hoy el bloqueo contra Cuba se aplica en toda su intensidad"

DISCURSO DEL GENERAL DE EJÉRCITO RAÚL CASTRO RUZ, PRSIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS DE LA REPÚBLICA DE CUBA EN LA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS.

Panamá, 11 de abril de 2015

Excelentísimo Señor Juan Carlos Varela, Presidente de la República de Panamá:

Presidentas y Presidentes, Primeras y Primeros Ministros:

Distinguidos invitados:

Agradezco la solidaridad de todos los países de la América Latina y el Caribe que hizo posible que Cuba participara en pie de igualdad en este foro hemisférico, y al Presidente de la República de Panamá por la invitación que tan amablemente nos cursara. Traigo un fraterno abrazo al pueblo panameño y a los de todas las naciones aquí representadas.

Cuando los días 2 y 3 de diciembre de 2011 se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Caracas, se inauguró una nueva etapa en la historia de Nuestra América, que hizo patente su bien ganado derecho a vivir en paz y a desarrollarse como decidan libremente sus pueblos y se trazó para el futuro un camino de  desarrollo e integración, basada en la cooperación, la solidaridad y la voluntad común de preservar la independencia, soberanía e identidad.

El ideal de Simón Bolívar de crear una “gran Patria Americana” inspiró verdaderas epopeyas independentistas.

En 1800, se pensó en agregar a Cuba a la Unión del norte como el límite sur del extenso imperio. En el siglo XIX, surgieron la Doctrina del Destino Manifiesto con el propósito de dominar las Américas y al mundo, y la idea de la Fruta Madura para la gravitación inevitable de Cuba hacia la Unión norteamericana, que desdeñaba el nacimiento y desarrollo de un pensamiento propio y emancipador.

Después, mediante guerras, conquistas e intervenciones, esta fuerza expansionista y hegemónica despojó de territorios a Nuestra América y se extendió hasta el Río Bravo.

Luego de largas luchas que se frustraron, José Martí organizó la “guerra necesaria” y creó el Partido Revolucionario Cubano para conducirla y fundar una República “con todos y para el bien de todos” que se propuso alcanzar “la dignidad plena del hombre”.

Al definir con certeza y anticipación los rasgos de su época, Martí se consagra al deber “de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

Nuestra América es para él la del criollo, del indio, la del negro y del mulato, la América mestiza y trabajadora que tenía que hacer causa común con los oprimidos y saqueados. Ahora, más allá de la geografía, este es un ideal que comienza a hacerse realidad.

Hace 117 años, el 11 de abril de 1898, el entonces Presidente de los Estados Unidos solicitó al Congreso autorización para intervenir militarmente en la guerra de independencia, ya ganada con ríos de sangre cubana, y este emitió su engañosa Resolución Conjunta, que reconocía la independencia de la isla “de hecho y de derecho”. Entraron como aliados y se apoderaron del país como ocupantes.

Se impuso a Cuba un apéndice a su Constitución, la Enmienda Platt, que la despojó de su  soberanía, autorizaba al poderoso vecino a intervenir en los asuntos internos y dio origen a la Base Naval de Guantánamo, la cual todavía usurpa parte de nuestro territorio. En ese periodo, se incrementó la invasión del capital norteño, hubo dos intervenciones militares y el apoyo a crueles dictaduras.

Predominó hacia América Latina la “política de las cañoneras” y luego del “Buen Vecino”. Sucesivas intervenciones derrocaron gobiernos democráticos e instalaron terribles dictaduras en 20 países, 12 de ellas de forma simultánea, fundamentalmente en  Sudámerica. que asesinaron a cientos de miles de personas. El Presidente Salvador Allende nos legó un ejemplo imperecedero.

Hace exactamente 13 años, se produjo el golpe de estado contra el entrañable Presidente Hugo Chávez Frías que el pueblo derrotó. Después, vino el golpe petrolero.

El 1ro de enero de 1959, 60 años después de la entrada de los soldados norteamericanos en La Habana, triunfó la Revolución cubana y el Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro Ruz llegó a la capital.

El 6 de abril de 1960, apenas un año después del triunfo, el subsecretario de estado Léster Mallory escribió en un perverso memorando, desclasificado decenas de años después, que “la mayoría de los cubanos apoya a Castro… No hay una oposición política efectiva. El único medio previsible para restarle apoyo interno es a través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las penurias económicas (…) debilitar la vida económica (…) y privar a Cuba de dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

Hemos soportado grandes penurias. El 77% de la población cubana nació bajo los rigores que impone el bloqueo. Pero nuestras convicciones patrióticas prevalecieron. La agresión aumentó la resistencia y aceleró el proceso revolucionario. Aquí estamos con la frente en alto y la dignidad intacta.

Cuando ya habíamos proclamado el socialismo y el pueblo había combatido en Playa Girón para defenderlo, el Presidente Kennedy fue asesinado precisamente en el momento en que el líder de la Revolución cubana Fidel Castro recibía un mensaje suyo buscando iniciar el diálogo.

Después de la Alianza para el Progreso y de haber pagado varias veces la deuda externa sin evitar que esta se siga multiplicando, se nos impuso un neoliberalismo salvaje y globalizador, como expresión del imperialismo en esta época, que dejó una década perdida en la región.

La propuesta entonces de una “asociación hemisférica madura” resultó el intento de imponernos el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), asociado al surgimiento de estas Cumbres, que hubiera destruido la economía, la soberanía y el destino común de nuestras naciones,  si no se le hubiera hecho naufragar en el 2005, en Mar del Plata, bajo el liderazgo de los Presidentes Chávez, Kirchner y Lula. Un año antes, Chávez y Fidel habían hecho nacer la Alternativa Bolivariana, hoy Alianza Bolivariana Para los Pueblos de Nuestra América.

Excelencias:

Hemos expresado y le reitero ahora al Presidente Barack Obama nuestra disposición al diálogo respetuoso y a la convivencia civilizada entre ambos Estados dentro de nuestras profundas diferencias.

Aprecio como un paso positivo su reciente declaración de que decidirá rápidamente sobre la presencia de Cuba en una lista de países patrocinadores del terrorismo en la que nunca debió estar.

Hasta hoy, el bloqueo económico, comercial y financiero se aplica en toda su intensidad contra la isla, provoca daños y carencias al pueblo y es el obstáculo esencial al desarrollo de nuestra economía. Constituye una violación del Derecho Internacional y su alcance extraterritorial afecta los intereses de todos los Estados.

Hemos expresado públicamente al Presidente Obama, quien también nació bajo la política de bloqueo a Cuba y al ser electo la heredó de 10 Presidentes, nuestro reconocimiento por su valiente decisión de involucrarse en un debate con el Congreso de su país para ponerle fin.

Este y otros elementos deberán ser resueltos en el proceso hacia la futura normalización de las relaciones bilaterales.

Por nuestra parte, continuaremos enfrascados en el proceso de actualización del modelo económico cubano con el objetivo de perfeccionar nuestro socialismo, avanzar hacia el desarrollo y consolidar los logros de una Revolución que se ha propuesto “conquistar toda la justicia”.

Estimados colegas:

Venezuela no es ni puede ser una amenaza a la seguridad nacional de una superpotencia como los Estados Unidos. Es positivo que el Presidente norteamericano lo haya reconocido.

Debo reafirmar todo nuestro apoyo, de manera resuelta y leal, a la hermana República Bolivariana de Venezuela, al gobierno legítimo y a la unión cívico-militar que encabeza el Presidente Nicolás Maduro, al pueblo bolivariano y chavista que lucha por seguir su propio camino y enfrenta intentos de desestabilización y sanciones unilaterales que reclamamos sean levantadas, que la Orden Ejecutiva sea derogada, lo que sería apreciado por nuestra Comunidad como una contribución al diálogo y al entendimiento hemisférico.

Mantendremos nuestro aliento a los esfuerzos  de la República Argentina para recuperar las Islas Malvinas, las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur, y continuaremos respaldando su legítima lucha en defensa de  soberanía financiera.

Seguiremos apoyando las acciones de la República del Ecuador frente a las empresas transnacionales que provocan daños ecológicos a su territorio y pretenden imponerle condiciones abusivas.

Deseo reconocer la contribución de Brasil, y de la Presidenta Dilma Rousseff, al fortalecimiento de la integración regional y al desarrollo de políticas sociales que trajeron avances y beneficios a amplios sectores populares las cuales, dentro de la ofensiva contra diversos gobiernos de izquierda de la región, se pretende revertir.

Será invariable nuestro apoyo al pueblo latinoamericano y caribeño de Puerto Rico en su empeño por alcanzar la autodeterminación e independencia, como ha dictaminado decenas de veces el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas.

También continuaremos nuestra contribución al proceso de paz en Colombia.

Debiéramos todos multiplicar la ayuda a Haití, no sólo mediante asistencia humanitaria, sino con recursos que le permitan su desarrollo, y apoyar que los países del Caribe reciban un trato justo y diferenciado en sus relaciones económicas, y reparaciones por los daños provocados por la esclavitud y el colonialismo.

Vivimos  bajo la amenaza de enormes arsenales nucleares que debieran eliminarse y del cambio climático que nos deja sin tiempo. Se incrementan las amenazas a la paz y proliferan los conflictos.

Como expresó entonces el Presidente Fidel Castro, “las causas fundamentales están en la pobreza y el subdesarrollo, y en la desigual distribución de las riquezas y los conocimientos que impera en el mundo. No puede olvidarse que el subdesarrollo y la pobreza actuales son consecuencia de la conquista, la colonización, la esclavización y el saqueo de la mayor parte de la Tierra por las potencias coloniales, el surgimiento del imperialismo y las guerras sangrientas por nuevos repartos del mundo. La humanidad debe tomar conciencia de lo que hemos sido y de lo que no podemos seguir siendo. Hoy nuestra especie ha adquirido conocimientos, valores éticos y recursos científicos suficientes para marchar hacia una etapa histórica de verdadera justicia y humanismo. Nada de lo que existe hoy en el orden económico y político sirve a los intereses de la humanidad. No puede sostenerse. Hay que cambiarlo”, concluyó Fidel.

Cuba seguirá defendiendo las ideas por las que nuestro pueblo ha asumido los mayores sacrificios y riesgos y luchado, junto a los pobres, los enfermos sin atención médica, los desempleados, los niños y niñas abandonados a su suerte u obligados a trabajar o a prostituirse, los hambrientos, los discriminados,  los oprimidos y los explotados que constituyen la inmensa mayoría de la población mundial.

La especulación financiera, los privilegios de Bretton Woods y la remoción unilateral de la convertibilidad en oro del dólar son cada vez más asfixiantes. Requerimos un sistema financiero transparente y equitativo.

No puede aceptarse que menos de una decena de emporios, principalmente norteamericanos, determinen lo que se lee, ve o escucha en el planeta. Internet debe tener una gobernanza internacional, democrática y participativa, en especial en la generación de contenidos. Es inaceptable la militarización del ciberespacio y el empleo encubierto e ilegal de sistemas informáticos para agredir a otros Estados. No dejaremos que se nos deslumbre ni colonice otra vez.

Señor Presidente:

Las relaciones hemisféricas, en mi opinión, han de cambiar profundamente, en particular en los ámbitos político, económico y cultural; para que, basadas en el Derecho Internacional y en el ejercicio de la autodeterminación y la igualdad soberana, se centren en el desarrollo de vínculos mutuamente provechosos y en la cooperación para servir a los intereses de todas nuestras naciones y a los objetivos que se proclaman.

La aprobación, en enero del 2014, en la Segunda Cumbre de la CELAC, en La Habana, de la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz, constituyó un trascendente aporte en ese propósito, marcado por la unidad latinoamericana y caribeña en su diversidad.

Lo demuestra el hecho de que avanzamos hacia procesos de integración genuinamente latinoamericanos y caribeños a través de la CELAC, UNASUR,  CARICOM, MERCOSUR, ALBA-TCP, el SICA y la AEC, que subrayan la creciente conciencia sobre la necesidad de unirnos para garantizar nuestro desarrollo.

Dicha Proclama nos compromete a que “las diferencias entre las naciones se resuelvan de forma pacífica, por la vía del diálogo y la negociación u otras formas de solución, y en plena consonancia con el Derecho Internacional”.

Vivir en paz, cooperando unos con otros para enfrentar los retos y solucionar los problemas que, en fin de cuentas, nos afectan y afectarán a todos, es hoy una necesidad imperiosa.

Debe respetarse, como reza la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz, “el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones”.

Con ella, nos comprometimos a cumplir nuestra “obligación de no intervenir directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier otro Estado y observar los principios de soberanía nacional, igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos”, y a respetar “los principios y normas del Derecho Internacional (…) y los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas”.

Ese histórico documento insta “a todos los Estados miembros de la Comunidad Internacional a respetar plenamente esta declaración en sus relaciones con los Estados miembros de la CELAC”.

Tenemos ahora la oportunidad para que todos los que estamos aquí aprendamos, como también expresa la Proclama, a “practicar la tolerancia y convivir en paz como buenos vecinos”.

Existen discrepancias sustanciales, sí, pero también puntos en común en los que podemos cooperar para que sea posible vivir en este mundo lleno de amenazas a la paz y a la supervivencia humana.

¿Qué impide, a nivel hemisférico, cooperar para enfrentar el cambio climático?

¿Por qué no podemos los países de las dos Américas luchar juntos contra el terrorismo, el narcotráfico o el crimen organizado, sin posiciones sesgadas políticamente?

¿Por qué no buscar, de conjunto, los recursos necesarios para dotar al hemisferio de escuelas, hospitales, proporcionar empleo, avanzar en la erradicación de la pobreza?

¿No se podría disminuir la inequidad en la distribución de la riqueza, reducir la mortalidad infantil, eliminar el hambre, erradicar las enfermedades prevenibles, acabar con el analfabetismo?

El pasado año, establecimos cooperación hemisférica en el enfrentamiento y prevención del ébola y los países de las dos Américas trabajamos mancomunadamente, lo que debe servirnos de acicate para empeños mayores.

Cuba, país pequeño y desprovisto de recursos naturales, que se ha desenvuelto en un contexto sumamente hostil, ha podido alcanzar la plena participación de sus ciudadanos en la vida política y social de la Nación; una cobertura de educación y salud universales, de forma gratuita; un sistema de seguridad social que garantiza que ningún cubano quede desamparado; significativos progresos hacia la igualdad de oportunidades  y en el enfrentamiento a toda forma de discriminación; el pleno ejercicio de los derechos de la niñez y de la mujer; el acceso al deporte y la cultura; el derecho a la vida y a la seguridad ciudadana.

Pese a carencias y dificultades, seguimos la divisa de compartir lo que tenemos. En la actualidad 65 mil cooperantes cubanos laboran en 89 países, sobre todo en las esferas de la medicina y la educación. Se han graduado en nuestra isla 68 mil profesionales y técnicos, de ellos, 30 mil de la salud, de 157 países.

Si con muy escasos recursos, Cuba ha podido, ¿qué no podría hacer el hemisferio con la voluntad política de aunar esfuerzos para contribuir con los países más necesitados?

Gracias a Fidel y al heroico pueblo cubano, hemos venido a esta Cumbre, a cumplir el mandato de Martí con la libertad conquistada con nuestras propias manos, “orgullosos de nuestra América, para servirla y honrarla… con la determinación y la capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos, y se la respete por sus sacrificios”.

Muchas gracias.

 
 El pasado año, establecimos cooperación hemisférica en el enfrentamiento y prevención del 11 abril 2015 trabajamos mancomunadamente, lo que debe servirnos de acicate para empeños mayores.

Cuba, país pequeño y desprovisto de recursos naturales, que se ha desenvuelto en un contexto sumamente hostil, ha podido alcanzar la plena participación de sus ciudadanos en la vida política y social de la Nación; una cobertura de educación y salud universales, de forma gratuita; un sistema de seguridad social que garantiza que ningún cubano quede desamparado; significativos progresos hacia la igualdad de oportunidades  y en el enfrentamiento a toda forma de discriminación; el pleno ejercicio de los derechos de la niñez y de la mujer; el acceso al deporte y la cultura; el derecho a la vida y a la seguridad ciudadana.

Pese a carencias y dificultades, seguimos la divisa de compartir lo que tenemos. En la actualidad 65 mil cooperantes cubanos laboran en 89 países, sobre todo en las esferas de la medicina y la educación. Se han graduado en nuestra isla 68 mil profesionales y técnicos, de ellos, 30 mil de la salud, de 157 países.

Si con muy escasos recursos, Cuba ha podido, ¿qué no podría hacer el hemisferio con la voluntad política de aunar esfuerzos para contribuir con los países más necesitados?

Gracias a Fidel y al  heroico pueblo cubano, hemos venido a esta Cumbre, a cumplir el mandato de Martí con la libertad conquistada con nuestras propias manos, “orgullosos de nuestra América, para servirla y honrarla… con la determinación y la capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos, y se la respete por sus sacrificios”.

Muchas gracias.

de: Resumen Latinoamericano
responder a: resumen@nodo50.org
para: RevistaResumenLatinoamericano
RevistaResumenLatinoamericano
fecha: 11 de abril de 2015, 11:51
asunto: [Diariodeurgencia] COMENZÓ CUMBRE DE LAS AMÉRICAS



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