lunes, 11 de julio de 2016

MILCIADES RUIZ: POR LA REIVINDICACIÓN ANCESTRAL






Hace miles de años, los pueblos andinos surgieron y se desarrollaron espontáneamente habitando territorios que trabajaban en armonía con la naturaleza. La familia fue la base de la organización social de los ayllus que fueron creciendo como pueblos de la misma etnia, que se sustentaban en la agricultura para asegurar la alimentación de todos sin excepción. En cada valle, en cada cuenca los ayllus se desarrollaron compartiéndolo todo. El proceso de integración social dio origen a las diversas nacionalidades étnicas con autonomía económica, idiomática, cultural y política.
El autogobierno prevaleció siempre y los gobernantes eran designados por su liderazgo natural, reconociendo sus cualidades de sabiduría y valentía para la defensa de la comunidad étnica. Los valores culturales provenían del respeto a los mayores, de la voluntad de trabajo, honestidad y cooperación. La moral se sustentaba en los preceptos: “Ama suwa” (No seas ladrón), Ama llulla (No seas mentiroso) y Ama qella (No seas ocioso).
Con este sistema, nuestros ancestros lograron desarrollar muchos productos alimenticios entre granos, hortalizas, frutales, raíces, tubérculos y otros, como jamás hizo civilización alguna. Ellos cultivaron la coca como un alimento energético desde los orígenes de la civilización andina, como también crearon su propia ganadería autóctona, la más sana del mundo y, crianzas menores de alto valor nutricional.
Pero no lo hicieron por ambición individualista porque toda la economía giraba en beneficio común, sin apropiación privada de los medios de producción. Organizados como sociedades solidarias, nunca padecieron hambruna ni existió la pobreza. Sus proezas en medicina, arquitectura, ingeniería agrícola, textilería, cerámica, metalurgia y más, no tienen parangón con otras civilizaciones del mundo. Ningún otro pueblo aportó tanto al bienestar de la humanidad y alimentación mundial.
El amplio conocimiento de la naturaleza y sus principios, generó la filosofía de cosmovisión andina que se tradujo en ciencia astronómica y tecnologías de aplicación en todas las actividades. Inventaron su propio sistema para medir el tiempo y un calendario anual completo. Cada fase lunar comprende siete días (semana) y el ciclo competo de las cuatro fases lunares (Luna nueva, cuarto creciente, luna llena, cuarto menguante) equivalían al mes. Cuatro ciclos lunares una estación climática y cuatro estaciones el año completo como cuatro secciones tenía el Tahuantinsuyo.
Con admirable precisión, ubicaron los solsticios de Verano e Invierno así como, los equinoccios de Otoño y Primavera como la ciencia astrofísica lo ha corroborado. El solsticio de invierno en el hemisferio sur de nuestro planeta ocurre indefectiblemente 21 de Junio de cada año fecha en que nuestro planeta cambia de inclinación con respecto al sol determinando la noche más larga del año porque el sol se demora en aparecer. Es el año nuevo andino que marca el fin del año productivo y el comienzo de uno nuevo. De allí la fiesta del sol o el Inti Raimi como gratitud y esperanza.
Todo ese desarrollo autárquico estaba plasmado en un Estado integrador que fue el Tahuantinsuyo, el cual mantuvo el sistema de autogobierno, reconociendo la autonomía local de los ayllus y la autoridad de sus curacas. El intercambio de productos era bajo la modalidad de trueque y no, por afán de lucro. No había lugar para la corrupción ni para la apropiación del trabajo ajeno mediante la explotación humana. El Tahuantinsuyo fue en su tiempo, el Estado más desarrollado de nuestro continente hasta el siglo XVI y colosalmente, sobre una base totalmente propia, autosuficiente.
Ese esplendoroso desarrollo autónomo se cortó a partir del año 1532, con la llegada de invasores del continente europeo que sometieron al Tahuantinsuyo con el poderío de armas de fuego. La sociedad incaica estaba todavía en la primera etapa de desarrollo humano mientras que los invasores estaban en una etapa de desarrollo, en la que primaba la acumulación de oro y plata como fuentes de poderío de un reino o monarquía. El rey o emperador era el todopoderoso absoluto de un sistema de dominación brutal sobre sus súbditos, en colusión con los jefes religiosos que le atribuían derechos divinos.
La riqueza acumulada, daba a las monarquías europeas poder militar, comercial, y capacidad para prosperar en todos los aspectos. Este, era el objetivo de apropiarse de otros territorios para sustraerles sus riquezas. Los enfrentamientos entre monarquías europeas eran frecuentes, haciendo prosperar el arte de la guerra que se desarrolló mucho más con las armas de fuego. Fue con esa ventaja que los conquistadores españoles pudieron vencer y tomar posesión del Tahuantinsuyo, arrebatándonos nuestra patria ancestral.
Destruyeron el Estado Incaico y su autonomía de desarrollo. Desde entonces toda la población autóctona fue obligada a trabajar para el engrandecimiento de otro país en vez de hacerlo en beneficio propio. Al perder su sistema de autogobierno nuestro territorio fue anexado al imperio español con su sistema de gobierno monárquico, de servidumbre feudal y esclavista. La vida de la sociedad autóctona pasó a depender de las decisiones de un gobierno lejano situado en otro continente. Nunca más recuperaría su independencia.
El Tahuantinsuyo era nuestra patria y fue avasallada. El Estado de Derecho Incaico fue reemplazado por el Estado de Derecho Monárquico cuya aplicación en las colonias sometidas se tradujo en virreinatos dependientes del imperio español. De este modo, los conquistadores e invasores posteriores se atribuyeron el derecho de apropiarse de las tierras de los ayllus, confiscar todo tesoro en oro y plata e imponer tributos a la población nativa para el sostenimiento del imperio español.
Pero además, la población autóctona fue obligada a sufragar los sueldos de las autoridades virreinales o, “corregidores” mediante el abusivo sistema de “repartimientos” de mercadería no deseada e inútil entre las familias nativas. Estas estaban obligadas a pagarles elevados precios bajo penas severas. Los colonialistas establecieron el trabajo esclavizante de las “mitas” con el que obligaban a toda familia nativa a dar una cuota humana para el trabajo forzado en las minas y obrajes o talleres de exterminación humana.
Nuestros ancestros lucharon en todas partes rebelándose contra los abusos virreinales pero la historia ha ocultado siempre la heroicidad de los luchadores del incanato. Solo la rebelión masiva encabezada por Túpac Amaru II, no pudo ser ocultada y su trascendencia histórica llega hasta nuestros días. Pero las sublevaciones contra el sistema abusivo de explotación virreinal prosiguieron porque era preferible morir por la libertad antes que seguir soportando tanta injusticia. Son muchas las rebeliones ignoradas por la historia escrita a conveniencia de los opresores.
Los invasores colonialistas trajeron el sistema del dinero como sustento de vida, la propiedad privada de bienes, la religión, el idioma, la usura y la codicia. Nuestros ancestros fueron obligados a seguir las costumbres europeas y a vestirse a la usanza española eliminando toda veneración al sol, a la madre tierra y a los apus ancestrales. Los ayllus fueron desarraigados de sus terruños y amontonados en campos de concentración conocidos como “reducciones de indios”.
Por ser los curacas quienes encabezaban las rebeliones se les despojó de su autoridad natural reemplazándola por la de alcaldes de vara a la usanza española, designados entre los adulones de los opresores corregidores.
Contra la voluntad de los oprimidos se les incorporó a un nuevo orden económico, con otro orden social y tipo de gobierno. Nunca más la población autóctona pudo recuperar su derecho a la autodeterminación. Si bien, los beneficios de la integración a un grado superior de desarrollo económico-social, elevó la base de los conocimientos andinos que ya teníamos, sin embargo, la crueldad de esa incorporación abrupta fue detestable por el procedimiento genocida de los invasores y el saqueo de nuestras riquezas.
Pero el sistema monárquico se hizo insoportable en Europa teniendo que soportar las sublevaciones populares sangrientas que erosionaron su poderío haciéndolas entrar en decadencia hacia los finales del siglo XVIII. La revolución francesa, que propugnaba los derechos del hombre en contraposición a los abusos de la monarquía fue el inicio de la tercera etapa histórica de la humanidad con el establecimiento del capitalismo que enarboló las banderas de la libertad de comercio frente al monopolio y otros ideales contra la opresión monárquica.
De este modo, en Europa se cambió el Estado de Derecho monárquico por el Estado de Derecho Capitalista. Desde entonces la persona vale por su dinero y no por sus títulos de nobleza. El nuevo sistema de gobierno tomó la forma de república representativa del pueblo. Esos ideales emancipadores llegaron a las colonias españolas que emprendieron la lucha armada y alcanzaron la independencia de los virreinatos. Nació así, la República del Perú como estado independiente sin sujeción al Estado monárquico español.
Pero era solamente una independencia territorial mediante la cual el virreinato del Perú se separaba de España como país autónomo pero sin cambiar el sistema de dominación imperante. Libertad para los amos pero no para los avasallados. El Estado virreinal solo cambió de nombre adoptando la forma republicana. La aristocracia virreinal pasó a gobernar la nueva república después de proclamada la independencia en 1821 copando todos los cargos públicos, políticos y militares.
Para la población autóctona todo siguió igual porque el Tahuantinsuyo no fue liberado de sus opresores y los colonialistas siguieron en posesión de la patria ancestral que nos arrebataron. Posesionado de la maquinaria estatal de dominación, el gobierno aristocrático republicano mantuvo la contribución indígena y la servidumbre feudal de explotación. Los descendientes de los invasores europeos mantuvieron el régimen de vasallaje y esclavitud. Los supuestos patriotas continuaron con sus esclavos africanos y sus vasallos nativos.
Los colonialistas no devolvieron el territorio hurtado a la población andina ni devolvieron el gobierno a los expropiados. Los opresores colonialistas se disfrazaron de patriotas republicanos para seguir gobernado como hasta ahora usurpando nuestros derechos legítimos. Esta república no la reconocemos como nuestra porque es espuria y contiene todos los vicios capitalistas que la hacen insoportable e indignante por el alto grado de desigualdad social, pobreza, corrupción y entreguismo antipatriótico.
Todo es falso en esta república que mantiene en la postración a los peruanos ancestrales y usurpa su representatividad. Su democracia representativa es falsa e hipócrita pues no refleja la composición social de nuestra patria. Los gobernantes y sus partidos políticos suplantan la representación de los sectores sociales, excluyéndolos del acceso al poder. Ellos se amparan en un sistema electoral fraudulento para usurpar la representatividad política.
Esta república mantuvo las mal llamadas “reducciones de indios” cambiándolas de nombre como “comunidades indígenas” y luego “Comunidades campesinas” a las cuales mantiene hasta hoy en estado primitivo, en la más indigente situación de abandono. El saqueo de nuestras riquezas prosigue como en el virreinato y el Perú aún continúa sin soberanía porque sigue dependiendo de decisiones extranjeras.
Un nuevo tipo de colonialismo impera en el mundo. Son las grandes corporaciones capitalistas las que invaden nuestro territorio y nos esclavizan sustrayendo nuestras riquezas con la complicidad de los políticos tradicionales corruptos y vende patria. Seguimos siendo colonias dependientes de las potencias económicas que mediante tratados onerosos, inversiones de sustracción de riquezas e intervenciones políticas y militares nos imponen su dictadura internacional.
Por nuestra visión cósmica ancestral sabemos que al igual que la etapa monárquica, también el capitalismo se acabará, porque todo lo que nace se desarrolla hasta alcanzar su esplendor, tras lo cual decae y se extingue. La etapa capitalista de la humanidad ha entrado al ocaso de su vigencia y será reemplazado por un nuevo sistema acorde con las aspiraciones sociales contrarias a la dominación del dinero, donde los intereses comunitarios primarán sobre los intereses individualistas, como en nuestra patria ancestral.
No será para siempre que los descendientes del colonialismo y la opresión capitalista mantengan secuestrada a nuestra patria ancestral. Los tiempos buenos volverán. Hemos resistido por siglos la oprobiosa maldad de los invasores europeos y sus descendientes, pero no han logrado eliminar nuestra rebeldía ni nuestro propósito de recuperar lo que fue nuestro. Tampoco han podido eliminar nuestras lenguas nativas ni la visión cósmica heredada de nuestros antepasados.
La veneración a nuestro pasado andino, al grandioso Túpac Amaru II y a nuestros héroes ancestrales ocultados por la historia oficial, sigue firme como la piedra labrada que nos dejaron nuestros ancestros. En nuestros genes llevamos la aptitud y capacidad para crear maravillas mundiales como Machu Picchu. Somos de la misma cantera genética de Túpac Amaru, Túpac Catari, Tomasa Condemaita, Micaela Bastidas y demás patriotas tahuantinsuyanos.
Conservamos como un sentimiento nacional nuestro justo derecho de reivindicar lo nuestro y asumir el gobierno de nuestra heredad. Acabemos con la postergación de los peruanos ancestrales, sean estos de pura sangre o cholos mestizos. Reconocemos que en el Perú actual existe una pluralidad étnica y muchos peruanos provienen de etnias de otros continentes que llegaron como esclavos durante el coloniaje, como jornaleros cautivos, como inmigrantes de toda forma. Todos somos peruanos con los mismos derechos y deberes.
Pero lo que reclamamos es equidad. No es justo es que, las minorías posterguen y discriminen a la mayoría, como son los peruanos ancestrales. Por justicia nos asiste el derecho de representación mayoritaria en toda instancia de gobierno. Los peruanos ancestrales estamos en la ciencia como también en todas las especialidades profesionales y tecnológicas. Estamos capacitados para dirigir nuestra heredad y compartir equitativamente con todas las etnias. No necesitamos que intermediarios políticos nos representen porque lo podemos hacer directamente por mandato de nuestras asambleas.
Este sistema político determina una democracia fraudulenta que suplanta la voluntad popular. Esa seudodemocracia es la que por casi dos siglos mantiene en la postergación a los peruanos más auténticos. Esto debe terminar. Lucharemos por un sistema político distinto donde la democracia no sea solo nombre sino, la expresión auténtica del pueblo gobernando con la participación de todos los sectores sin discriminación racial, religiosa o de poder económico.
El actual sistema electoral es antidemocrático. Por ello propugnamos un nuevo sistema sobre la base de la representación directa de los pueblos mediante nuestras asambleas locales, distritales, provinciales y nacionales. Queremos gobernar nuestros valles y cuencas por elección directa sin injerencias afuerinas. Con autonomía de desarrollo y libre disposición de nuestros recursos naturales. Queremos un nuevo Estado democrático en que todas las etnias tengan acceso al poder según la proporción de su masa poblacional en cada ámbito geográfico.
Queremos una nueva república que se rija por los valores ancestrales de honestidad y de beneficio común. Los intereses del conjunto deben estar por encima de los intereses particulares. Pero la única manera de garantizar una democracia verdadera es mediante una república popular que reemplace a la decadente república del dinero. El actual Congreso de la República no es representativo de la ciudadanía peruana sino de la corrupción, narcotráfico y de intereses deshonestos. La Asamblea Nacional de representantes del pueblo deberá ser la máxima autoridad de nuestra sociedad.
Junio, 16 del 2016
Milcíades Ruiz

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